“Solo Dios sabe lo que se está haciendo con el cerebro de los niños”. Cuando se escucha esa frase de la boca de quien fue uno de los inventores de Facebook, se debe repensar el uso de las redes sociales.
Sean Parker dejó a todos pensando. Resulta que el que duplicaba y hacía magia ordenando los contenidos en la plataforma de buscar amigos ahora se declaraba objetor de las redes sociales.
Ideó el monstruo y ahora, mirándolo desde la última fila, no sabe cómo controlarlo. No creo que se pueda remediar, pues los niños y jóvenes nacen con el móvil debajo del brazo. Los productos y servicios que no incursionan en las redes sociales no se venden. Así lo estipulan los versados en mercadeo y los riesgosos de la publicidad. Entonces, si es así, las noticias también son productos de información que venden, por lo que deben vivir constantemente en las redes sociales. El cambio de plataforma para ver noticias es espeluznante, sobre todo cuando se trata de las llamadas breaking news o noticias de última hora. Y se probó una vez más su poderío de transmisión de noticias al instante cuando diversos canales de televisión publicaron en directo la matanza en la escuela floridana.
La indignación y la impotencia nublaron la mente de quienes observamos las imágenes. Sin temor a equivocarme, puedo señalar que fueron millones de personas las que se enteraron de la noticia por las redes sociales, por lo que probó su inmediatez y su objetivo de informar. Sin embargo, la percepción de lo que en un principio conocimos como redes sociales ha cambiado. Su mutación coloca en entredicho la credibilidad informativa y su capacidad de seducción.
Los lugares que diseñan noticias falsas se están identificando, y el fin es sacarlos de circulación debido a que se han convertido en un problema de salud. Sí, como lo lee, problema de salud que afecta a los adictos al móvil. Los niños y los jóvenes están apartados de la sociedad y solo están obteniendo una visión muy limitada de los hechos trascendentales de la noticia. Ello es así porque las plataformas de redes sociales están filtrando las noticias. El problema de esto es que la información que se lee provoca niveles airados de debate. En lugar de debatir ideas ocasiona ira, y con ello, violencia. Conociendo ahora que existía un patrón de amenazas, ¿cómo es posible que los encargados de velar por la información que se publica y hasta censuran sin razón, no identificaran mensajes amenazantes publicados del atacante en la escuela de Florida? Ello lleva a pensar que, ahora, cualquier información que se publica se lee sin someter el escrito a un análisis y a una reflexión. Peor aún es que tengamos generaciones sin capacidad analítica.
Las redes sociales no tienen toda la culpa porque para que la información se publique necesita un emisor y esa persona comparte la responsabilidad informativa. Seductor o provocador contribuye a la divulgación de noticias falsas o aquellas que ocasionen violencia. Aunque era un secreto a voces ahora las redes sociales han tenido que aceptar que recurren a la compra de seguidores. Mal necesario entre políticos y famosos que deliran por mostrarle a su competencia la cantidad de me gustas que han logrado. Si bien se mantienen activos en las redes y logran popularidad también le resta credibilidad.
El problema es que vender seguidores parece ser un negocio que deja mucho dinero, y ello también está afectando el contenido serio de noticias. Cuanto más populares sean las noticias, más tiempo permanece en la plataforma. Por lo tanto, te selecciona lo que vas a ver. En cierto sentido, es como perder la libertad para escoger lo que quiero ver y leer. La próxima vez que usted se enganche en las redes reflexione cuál uso le da y qué le ofrece. Su permanencia en ellas se determinará si las considera herramientas de comunicación o de desinformación. Si es fuente de conocimiento, entonces vale la pena permanecer.