Así estalló la cosa en el PPD. Los diccionarios, que reconocen la palabra como boricua y cubana, la definen como aquel ruido o golpe repetido y desordenado, o como ese objeto con pólvora que explota cuando se le pega fuego a la mecha en uno de sus extremos. Las dos definiciones le caen como anillo al dedo al partido rojo después de la controversia que enfrentan.
Parecería que había tanta tensión en silencio en esa colectividad que, a la más mínima situación, están como color de hormiga brava. Muy bien lo advirtió antes de ayer en el programa radial de Ángel Rosa —y ayer en el mío— el senador Aníbal José Torres, cuando dijo que el PPD no está listo para asumir el poder y que, por polémicas como las de ayer, seguirán en minoría.
El junte entre Héctor Ferrer y Rubén Berríos ocurrido el martes en el Capitolio anunciando un frente en contra de la Junta Fiscal y a favor de mover un estatus político “no colonial y no territorial” encendió a los derechistas del Partido Popular. Roberto Prats, quien ya ha dicho que considera aspirar a la gobernación en las próximas elecciones, aprovechó el momento para posicionarse como tal, criticando la reunión. Dijo Prats que el PPD colocó innecesariamente a Berríos en el spot y que la lucha debe ir dirigida a atender la situación fiscal del Gobierno. Su posición es música para los oídos del ala más conservadora de ese partido. Me refiero a esos populares que le huyen a ser asociados con la izquierda y que están a ley de un empujoncito para convertirse en estadoístas sin ser penepés. Ese sector no solamente tiene esa ideología como real, sino que considera que es la forma más liviana de regresar al poder.
Héctor Ferrer, creo que sin pensarlo mucho estratégicamente, hizo una movida que le conviene si es que todavía piensa que es viable una candidatura suya a la gobernación. Ferrer, quien ha sido siempre una figura de derecha en el PPD, sin necesariamente ser del círculo bendecido por los Hernández de Ponce, se mueve con esto un chin a la izquierda. De hecho, posiciona a Prats como su contendor primarista y le dice a la izquierda del partido que Carmen Yulín Cruz no es la única opción para ellos. No es un secreto a voces que, aunque la alcaldesa de San Juan es la diosa de esa izquierda, esos populares reconocen que es cuesta arriba su ascenso a La Fortaleza. Más allá de una cuestión machista que persiste en el electorado puertorriqueño, lo cierto es que en ocho años, la alcaldesa ha acumulado una serie de sucesos que podrían hacer que sea exitosa una campaña nacional en su contra. La cantidad de los fondos federales que se prometen que seguirán llegando y la ayuda de Washington tras los huracanes (aun con lo mínima y bochornosa que fue en un principio), harían difícilmente ganadora una candidatura que sea asociada con la separación de la metrópoli.
Roberto Prats también sabía de la consecuencia de su expresión al caerle encima a Ferrer. Se proclamó líder de ese sector ideológico y ya ocupa ese espacio en el PPD.
Difiero con la percepción de que Ferrer realmente se movió a la izquierda. Cuando acuerda con Rubén buscar un estatus no colonial ni territorial, no dice algo que no hayan aprobado los organismos rectores del partido. Pero él sabía que la foto con el líder histórico del PIP sí tendría su impacto. Creo que el PPD hoy, al igual que antes de la reunión con Berríos, sigue siendo un partido indefinido, que no ha presentado una propuesta de futuro —tanto en lo ideológico como de administración pública—, que no realiza una fiscalización efectiva, y al cual el reloj sigue matando.
A dos años de las elecciones y a pesar de los errores de la presente administración, Rosselló es un candidato viable a la reelección. Mientras, el PPD explotó como siquitraque ayer a la más mínima provocación. Eso significa que no han botado el golpe y que están como al día siguiente de las pasadas elecciones. Peor aun, algunos, en 1952.