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Opinión: ¡Gracias, Trump!

Lea la opinión de Armando Valdés

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Hace una semana, el presidente Trump le puso punto final a la discusión de la anexión de Puerto Rico, al menos durante el presente cuatrienio. Sus inequívocas declaraciones no dejan margen para la duda. Pero aún para el PNP, las expresiones del primer mandatario estadounidense amarran al Partido Republicano, y le cierran el paso al movimiento estadista con su principal e histórico aliado a nivel federal. Esta nueva realidad implica que el anexionismo no debe, ni puede, venderse como alternativa ideológica a corto plazo en las próximas elecciones generales. Además, nos obliga a todos a repensar el debate político en nuestro país, y a poner a un lado propuestas imposibles que impiden el progreso y la consecución de soluciones posibles a los problemas inmediatos que enfrentamos.

Al decir que Puerto Rico, con su liderato actual, no puede aspirar a la anexión, Trump no solo vetó a priori cualquier proyecto de ley para la admisión de la isla como el estado número 51, sino que comprometió, tácitamente, al Partido Republicano a respaldar esta política pública. Entendamos que el partido que Trump tomó por asalto durante las primarias presidenciales a partir de 2015 ha sido reformado a imagen y semejanza del actual ocupante de la Casa Blanca. Los líderes que pretenden revalidar dentro de dicha colectividad se han visto obligados a alinearse con el presidente, incluso figuras que fueron críticos acérrimos de Trump y su candidatura al estilo del reality TV. Para muestra con un botón basta: la defensa de Lindsey Graham, la semana pasada, del nominado al Tribunal Supremo Brett Kavanaugh.

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Siendo así, es muy probable que las declaraciones de Trump hayan cambiado, por el futuro previsible, la posición histórica del Partido Republicano en cuanto a la estadidad para Puerto Rico. La base del partido, motivada por su lealtad casi demencial al magnate neoyorquino, difícilmente permitirá que los republicanos asuman posturas proanexionistas, aun cuando su plataforma electoral ha incluido, por las pasadas décadas, un apoyo, al menos de boca, a dicha alternativa de estatus.

Sin sus aliados principales en Washington, el PNP podría mirar hacia el Partido Demócrata, colectividad dentro de la cual, desde la época de Rosselló padre, el anexionismo ha hecho grandes avances. Sin embargo, Rosselló hijo ha demostrado ser una figura poco efectiva en la política a nivel de EE. UU. En cambio, Carmen Yulín Cruz se ha convertido en una heroína de la izquierda norteamericana. Su influencia mediática y sus vastos contactos con el liderato vinculado con Bernie Sanders, ascendente en la política demócrata, obstaculizan los esfuerzos anexionistas.

Para colmo, una reciente encuesta del Washington Post entre 1,500 puertorriqueños en la isla, reveló que solo un 48 % apoya la estadidad. Esto, aun cuando la pregunta se formuló de la manera más favorable para la estadidad: las alternativas eran el estado 51, la independencia o el territorio.

Sin opciones políticas en Washington y sin el apoyo de siquiera una mayoría en Puerto Rico, el PNP no debería continuar promoviendo la estadidad como solución inmediata a los problemas del país. Esto no quiere decir que el PNP y sus huestes tengan que abandonar su aspiración para el futuro de la isla. Sí quiere decir que no debería embelesarse al electorado con alternativas que están plenamente descartadas.

La agenda de Puerto Rico debe ir dirigida a la buena administración y a la redemocratización del sistema de gobierno. Ninguna de estas dos prioridades impide que quienes creen que el futuro de Puerto Rico debe estar en la anexión con EE. UU. continúen promoviendo su posición ideológica. Ahora bien, insistir siempre en que la solución única es la estadidad nos pone un obstáculo inmenso al progreso.

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Debemos agradecerle a Donald Trump esta gran oportunidad. Poniendo a un lado la estadidad como alternativa que esté a nuestro alcance dentro de los próximos años, incluso dentro de la próxima década, nos permite enderezar el curso de Puerto Rico. Seguir el modelo de buena administración de alcaldes de ambos partidos, como Ramón Luis Rivera, en Bayamón, y José Carlos Aponte, en Carolina, es el camino para lograr la recuperación económica sostenible de nuestro país. De igual forma, debemos encaminar procesos para que el pueblo retome la dirección de su gobierno y para quitarles las riendas del Estado de las manos tanto a la Junta como a los políticos locales que, únicamente, escuchan al pueblo cada cuatro años.

Aprovechemos el momento para adelantar las causas de todos los puertorriqueños.

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