Hace unos días, ofrecía una charla a un grupo de médicos acerca de cómo trabajar con el burnout a través del humor y la compasión. En un momento, toqué el tema de cómo las mujeres soltamos mucha tensión y dolor porque tendemos a hablar más que los hombres acerca de nuestras emociones. La mayoría de los presentes pareció coincidir con el comentario que hice de que, cuando llega una pareja a una cita médica para el hombre, la mujer generalmente habla por él.
Uno de los presentes llegó a decir en tono de broma que él no aceptaba pacientes varones a menos que llegaran acompañados de las esposas porque “los hombres ni se acuerdan de los medicamentos que están tomando.” Y añadió: “Es que muchas mujeres se convierten en madres de sus maridos.” Nos reímos con el comentario, pero no les puedo negar que me quedé pensando en el asunto porque me identifiqué.
Confieso que ha habido relaciones en las cuales he tomado como mía la responsabilidad de mi pareja para sus asuntos médicos, financieros, y hasta emocionales. En momentos, tomé decisiones y resolví situaciones que les tocaba a ellos resolver, con la excusa de “Bendito, mejor no le digo nada porque él está muy estresado,” o peor aún, “Déjame hacerlo yo porque él no sabe bregar con eso.”
Me consta que no soy la única que ha cruzado esa línea porque hay varios estudios realizados sobre el asunto del síndrome de la esposa/madre. ¿Por qué lo hacemos? Parece haber muchas razones. En mi caso, he llegado a descubrir que, posiblemente, no he estado clara en la diferencia entre ser “amada” y ser “necesitada”. No es lo mismo ni se escribe igual. Hoy siento que la única forma en que podría volver a tener una relación saludable es estableciendo claramente la línea entre lo que te toca a ti, lo que me toca a mí, y lo que nos toca a ambos.
Así que dejemos de hacer por ellos lo que son completamente capaces de hacer por ellos mismos y comencemos a apoyarlos en vez de amamantarlos.