Ya todos lo saben. La secretaria de Justicia, Wanda Vázquez, resultó victoriosa luego que el FEI radicara cargos en su contra por haber intervenido en el caso en el que su hija fue víctima de un robo. O, por lo menos, ese es el escenario actual. Otro sería el caso si la Fiscalía venciera en alzada. Si los fiscales prosperan en sus intenciones, ello habrá propinado un golpe letal no solo a Vázquez, sino a Justicia y las decisiones tomadas bajo la incumbencia de la titular.
Pero, aun cuando el escenario final coloque a Vázquez victoriosa en esta controversia, en este escenario, el Gobierno, como institución, resulta malherido. Sucede que, en el saldo, han sido más las puertas que han quedado abiertas que los caminos realmente cerrados. Cada una de esas puertas ha dejado en su interior importantes preguntas sin contestar. Y todas ellas colocan a más de una dependencia de gobierno en medio de un lodazal de intrigas que, si fuera cierto, dejaría en evidencia lo más asqueroso de nuestro partidismo. Veamos el récord.
Desde el comienzo de la saga FEI-Vázquez, la secretaria había denunciado que la acusación en su contra era parte de una componenda concertada por la directora del panel del FEI, Nydia Cotto Vives y la directora de la Oficina de Ética Gubernamental, Zulma Rosario. Según la versión de Vázquez, los señalamientos del FEI en su contra y la investigación que sigue en curso en Ética son “una patraña” producto de un “secretillo” entre Cotto y Rosario. De paso, dejó entrever que la pesquisa en su contra tiene la intención de frenar la investigación que Justicia, presuntamente, ha iniciado sobre posibles empleados fantasmas en el Senado. “Yo le quiero decir a ella que las investigaciones que tiene el Departamento de Justicia van a continuar, por si lo que quieren es, de alguna manera, afectar la credibilidad de Justicia”, dijo en días recientes en aparente referencia a una de las funcionarias que ha señalado en sus acusaciones. Si la acusación de Vázquez resultara cierta, ello supondría que nuestras instituciones encargadas de velar por la Justicia son poco más que una charada. Entidades a la disposición del revanchismo y las agendas personales. Si la acusación no fuera cierta, Vázquez habría contribuido no solo a manchar su propia incumbencia, sino que —de paso— le habría propinado un golpe letal a las instituciones en cuestión.
Para contextualizar las denuncias de Vázquez, resulta preciso hacer un análisis de tiempo y espacio. Rosario y Cotto, las señaladas por Vázquez, han descrito su relación como de “familia”. De hecho, Rosario empleó al hermano de la directora del FEI, Juan R. Cotto Vives, como director auxiliar de Investigaciones y Procesamiento Administrativo de la Oficina de Ética. Es importante recordar, además, que en 2016 el Departamento de Justicia refirió a la propia Cotto Vives a Ética Gubernamental con una querella que sigue sin atenderse desde entonces. Según voces en el interior del PNP, Cotto Vives guarda una relación cercana con el presidente senatorial, que antecede a su confirmación al FEI. Tampoco son un secreto las tensiones entre el líder senatorial y la secretaria de Justicia. Los datos anteriores abonan a echar gasolina a las denuncias de Vázquez y hacen preciso que se produzcan respuestas.
¿Se prestan el FEI y Ética para falsear casos, acusar a funcionarios e intentar encubrir denuncias de empleados fantasmas? ¿Por qué no se ha resuelto la querella contra Cotto Vives ante Ética? ¿Violó Vázquez disposiciones de la Ley de Ética? ¿Están las denuncias de Vázquez ancladas en hechos o son solo un intento de desviar la atención sobre los señalamientos en su contra? Mientras las respuestas se producen, nos quedamos con las dudas, con la sospecha y la desconfianza. Lo peor que podría pasarle a nuestro aparato de Justicia.