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Opinión: Mrs. Cofina

Lea la columna de opinión de Rafael Lenín López

Lucas, el hijo de una amiga fotoperiodista, le preguntaba ayer a su mamá mientras escuchaba en el carro mi programa radial de la mañana, si yo iba a entrevistar a Cofina. Esto, ante tanta referencia que hacía sobre el concepto, mientras entrevistaba al gobernador y a varios jefes de agencias en la transmisión que hacíamos desde La Fortaleza.

El niño mostraba más interés en el tema que el puertorriqueño adulto promedio. Y, lamentablemente, el adulto puertorriqueño promedio no sabe tan siquiera que rayos está pasando desde ayer en la Corte federal de San Juan o el detalle de lo que ha estado pasando con la quiebra de Puerto Rico desde que Washington aprobó Promesa. Mientras cubría ayer la vista que presidía la jueza Laura Taylor Swain, encargada de todo el proceso judicial de la quiebra de Puerto Rico al amparo de Promesa, sentía preocupación ante lo enajenado que estaba el país sobre lo que estaba ocurriendo en el interior de la corte de la calle Chardón. Veía una discusión, por más compleja en lo legal y financiero, digna para que se transmitiera al país, con total transparecia, para educar y concienciar a la gente sobre el momento que estamos viviendo. En la sala se estaba jugando el futuro del dinero de Puerto Rico, en este caso, sobre cómo se distribuiría cada centavo que pagaremos de ahora en adelante, en cada transacción comercial, por virtud del IVU. Afortunadamente, varios ciudadanos (aún con los intereses no expresos que tenían algunos) comparecieron y asumieron los turnos que separó Swain para el “público general”.   Uno de los más destacados testimonios (el disclaimer anterior no aplica a este caso) fue el de la maestra retirada de Cayey, Eulalia Centeno. Ella le explicó a la jueza cómo le sería imposible sobrevivir si encarece el costo de vida, bajan su pensión y no se le viabilizan ingresos adicionales. Su retiro, única entrada en el hogar donde viven sus tres hijos, asciende a $1,700.00.  Su testimonio, al parecer caló poco, pues se le ordenó terminar al cabo de los cinco minutos concedidos, sin reconocer que la mitad del tiempo lo había consumido la traductora de la corte. La jueza también expresó conocimiento de las protestas que acontecían a las afueras de su sala sin mostrar mayor simpatía.  Todo parecía ser una discusión entre pares. Toda la sesión de ayer lucía como una de esas típicas discusiones de juntas corporativas poderosas en las que se dirimen pequeñas diferencias de números, pero donde hay concordancia sobre la decisión fatal que ya se ha tomado y que le anunciarán a los de abajo. La decisión de Swain se anunciará hoy con toda probabilidad y sea a favor de la Junta. Las presentes generaciones y las próximas cuatro se preguntarán, cuando vengan las consecuencias, ¿qué pasó?, ¿cuándo pasó esto? No me refiero a las bondades o defectos del acuerdo bajo discusión, sino a la necesidad que tenemos todos de educarnos sobre todos estos procesos para que podamos participar más e influenciarlos como ocurriría en cualquier otra sociedad. Por ahí viene la vista del 30 de enero en la que se discutirá la constitucionalidad de una porción de la deuda. Esa será otra discusión importante. Es imperativo que Hamilton, las SanSe o las tantas cosas positivas que están pasando nos distraigan tanto. Porque si eso pasa, al cabo de los 40 años de vigencia del acuerdo que se aprobaría hoy, Mrs. Cofina será otro personaje de nuestra mitología callejera y solo los adultos con conciencia (los niños de hoy como Lucas o mi Rafa) entenderán lo que siempre fue importante.

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