Carmen Yulín Cruz es una figura política de esas que no pasa desapercibida. Provoca reacciones viscerales. Grandes afectos y repudios extremos saltan a la mesa cuando se aborda el tema de su figura. Por ello, no ha de sorprender la ola de reacciones que el anuncio de su candidatura ha provocado.
Primero, porque para muchos se trató de una gran sorpresa. Tanto que ni populares ni novoprogresistas parecían preparados para la típica ronda de reacciones que se produce en el ciclo noticioso después de este tipo de anuncio. Incluso, entrevistas previamente coordinadas con líderes azules y rojos sobre Cruz Soto y sus aspiraciones se cancelaron a último minuto tras saberse que la alcaldesa tiene su mira puesta en Fortaleza y no en la capital federal.
La alcaldesa no es una candidata típica. Y su alcance tampoco lo es. Solo eso puede explicar el nivel de expectativa y el tono de las reacciones provocadas por su anuncio de campaña. Por lo anterior, sin temor a equivocarme, me parece que Cruz y sus aspiraciones han tenido la capacidad, pocas veces vista, de mover no solo a sus correligionarios, sino a la oposición.
Si la alcaldesa será capaz de convertirse en la segunda mujer en llegar a Fortaleza, es algo que dependerá de múltiples factores.
El primero de ellos, su propio partido. Está por verse si el discurso de Cruz Soto y su intención de forzar una definición de estatus alejada de la ambivalencia del ELA tradicional tendrá la capacidad de contagiar a los electores del partido rojo.
Si Cruz fuera capaz de lo anterior, el juego cambiará de cancha. Y en esa —aún más amplia—, se adjudicará cuál es la lectura mayoritaria de los ciudadanos sobre la alcaldesa. El asunto es que, aunque es indudable el arraigo de Cruz en la opinión pública estadounidense, e indiscutible el alcance de su figura en la discusión pública de ese país a la hora de hablar sobre Puerto Rico, está por verse si la imagen que la adorna fuera de la isla corresponde con la percepción de los electores locales. Y, aun entre estos, seguramente será necesario deslindar la opinión de los electores de toda la isla, de la de aquellos que son residentes de San Juan. En la isla, la figura de la alcaldesa se ha debatido entre grandes contrastes. Una aguerrida defensora de los derechos de las minorías y promotora de alianzas; una defensora del país ante la indiferencia de Washington, a los ojos de muchos. Una oficial implacable, indolente con sus empleados, a lo ojos de otros. Así que todos sus sombreros entrarán en juego a la hora de ser adjudicados por los electores, llegado el momento.
Pero si una cosa parece irremediablemente cierta es que la capacidad de Cruz de polarizar a los votantes de su propio partido a la hora de discutir el tema del ELA y su futuro hará inevitable que el partido de Muñoz viva un antes y un después de Cruz. Si bien es cierto que la alta cúpula de la Pava se aleja de la idea de la Libre Asociación y se alinea con un ELA que no precisa grandes cambios, la insistencia de la alcaldesa capitalina sobre el tema del estatus obligará a poner sobre la mesa como plato fuerte el tema de nuestra relación política con los Estados Unidos. Con Cruz no hay escapatoria. Sea cual sea el saldo de la inevitable confrontación interna que vivirá la Pava, el saldo impactará no solo a ese partido, sino la totalidad del tono de la futura contienda electoral. Y eso, indudablemente, será culpa de Yulín.