El momentum de vanagloriarse de las exclusivas en los medios de comunicación está desapareciendo por la inmediatez de las redes sociales que le madrugan la historia. Es peligroso para el medio de comunicación que trabaja con responsabilidad que, de repente, se entere de la filtración de la información a modo de rumor o chisme sin corroborar. Cada día leemos y vemos menos exclusivas.
Metro dio cátedra esta semana de cómo se trabaja una exclusiva con cautela y contrastación de datos al revelar la dupleta de renuncias en el gabinete del gobernador. Las renuncias gubernamentales de Julia Keleher, en Educación, y Héctor Pesquera, en Seguridad, no deberían sorprender, pero en este caso, las figuras principales se han mantenido en el ojo público y parecen no tener la simpatía del pueblo, por lo cual, la difusión de dimisiones resultaría en reacciones abrumadoras. Fallar en la pérdida de esa historia exclusiva también resultaría desolador para el medio de comunicación. Probar que se puede lograr, sin que importen las horas que se tarde en investigar, si la información es cierta y evitando las filtraciones, es cuestión de fidelidad y compromiso.
Nunca un medio de comunicación debe adueñarse de la palabra exclusiva para identificar y etiquetar una historia que no es suya. Ello lo vemos constantemente y constituye una falta ética. Casi siempre es en la televisión que observamos esa falla, y cuando se comete, golpea la importancia periodística que se otorga a la historia trabajada. La competencia por sostener audiencias ocasiona ese impulso periodístico por identificar deslealmente como exclusiva lo que no es, con tal de impresionar. Hay que destacar a los periodistas con intachable servicio al país que otorgaron el crédito correspondiente al trabajo realizado, pues utilizaron como fuente primaria la información publicada por el periódico Metro. Para que una nota periodística pueda identificarse con el término de exclusiva, el medio de comunicación debe acertar y probar con fuentes de información que los datos son ciertos. El control de los datos manejados debe mantenerlos una sola persona en consulta constante con el editor, o en el caso de los medios electrónicos, con el productor, pues de esa manera se evitan filtraciones innecesarias. Probar y publicar exclusivas denota calidad en la investigación trabajada e impacto en la audiencia. El medio de comunicación por su parte gana más credibilidad con la audiencia. Ese valor añadido es realmente la meta de todo negocio de comunicación: respeto y credibilidad en la publicación de contenidos certeros. Ello se logra cuando la mesa editorial identifica correctamente el foco de la noticia para otorgarle el destaque necesario y la influencia en las redes sociales.
Si además de tener la exclusiva, la noticia se convierte en viral o el producto informativo más leído y compartido, entonces hemos logrado, como se dice en deportes, una dupleta ganadora. Para un periodista es sumamente satisfactorio lograr una exclusiva por la valoración profesional que otorga el hecho. La exclusiva es una herramienta que los medios de comunicación deben utilizar sabiamente. Funciona cuando el componente periodístico trabaja con cautela el plan de comunicación contrastando fuentes creíbles, dejando a un lado la improvisación y pensando siempre en el respeto a la audiencia. Si se quiere trabajar una exclusiva, se debe demostrar rigurosidad. La información a publicar con intención de exclusiva no debe contener errores, pues conlleva pleitos y crítica innecesaria. Pero sí está abierta a ocasionar opinión pública. La exclusiva es un periodismo de frente, que analiza con profundidad los datos, que no divulga premisas, que sigue pistas y las comprueba y que, finalmente, descubre la verdad. Ahora esa nota exclusiva se convierte en punta de lanza de los demás con reportajes de seguimiento y afila los colmillos de otros para tratar de lograr el destaque profesional. Que no se les olviden las noticias de seguimiento, pues allí encontrarán las causas de las renuncias.