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Hágale caso a Miss San Sebastián

La repetición es peligrosa. A veces, aunque se tenga razón, pasa como con los sermones diarios de los padres. Por más razón que tengan sus consejos y advertencias, los hijos e hijas nos ignoran, a veces en rechazo a la fastidiosa “cantaleta”.

Sin embargo, suele ser el caso que la vida nos hace golpear con la pared y solo entonces reconocemos que la cantaleta —molestosa, repetitiva, redundante— no era otra cosa que la verdad monda y lironda. Ese ha sido el caso de nuestro grave problema con la violencia de género.

El mes de junio nos ha alcanzado con, al menos, 8 casos confirmados de muertes por violencia contra la mujer. Un asunto que, por su trascendencia, se convirtió incluso en tema de una de las preguntas finales del certamen de Miss Puerto Rico. Resulta claro que este tipo de concurso ha estado bajo fuego por señalamientos sobre la alegada cosificación de la mujer y la valoración de nociones estéticas mainstream frente a otras cualidades. Sin embargo, la verdad sea dicha: por lo menos en el libreto, puesta en escena y valores de producción, los organizadores buscaron ampliar el discurso de “lo bello” si se compara con propuestas anteriores. Y allí, en ese ánimo, la violencia de género fue el centro de una de las preguntas.

“¿Cuáles crees que sean los factores para la alta incidencia de e violencia contra la mujer y qué podemos hacer como sociedad para mejorar esta situación?”, soltó el animador del concurso, Jaime Mayol. Y las respuestas comenzaron a desfilar. ¿El antídoto propuesto por las jóvenes? Muy parecido a lo que por años ha sido la respuesta de los Gobiernos. Iguales dosis de valores, “paz”, “bien” o, incluso, de “llevar la palabra”. También de solidaridad y “ayuda” a las víctimas “silenciosas” de ese mal social. Nada malo con ello pero —como ha pasado con las respuestas de los Gobiernos— resultan ser soluciones “bonitas”, pero que no van a sacudir el palo de la violencia de género. Pero entonces llegó el turno de San Sebastián: Estefanía Soto. Y su respuesta dio en el clavo. Tanto como las propuestas presentadas durante años organizaciones sin fines de lucro, sociólogos o estudiosos del tema que, a pesar de identificar el problema de pies a cabeza, han sido ampliamente ignorados por la oficialidad.

“Creo que vivimos en una sociedad donde se ha naturalizado un comportamiento basado en las dinámicas de género y, por ende, ha resultado, lamentablemente, en una situación desfavorable para la mujer”, dijo la joven después de una breve pausa. Y continuó: “Y, definitivamente, creo que debe ser la educación la herramienta más poderosa con la que podemos contar, para entonces comenzar a romper esas dinámicas sociales, esos aprendizajes naturalizados y, de una manera, crear un impacto y un cambio, que es lo que necesitamos”, concluyó. Las palabras de la joven no podían ser más acertadas. Después de todo, hasta la Organización de las Naciones Unidas lo deja claro: la educación, concretamente aquella que se da desde la equidad, es el mejor antídoto contra la violencia de género. Esa joven de 26 años lo tiene muy claro. Si tan solo nuestro Gobierno también lo tuviera. Si no quiere hacerle caso a estudiosos, sociólogos y expertos en conducta humana, hágale caso a Miss San Sebastián.

Restituyan de inmediato la educación sobre la equidad. No solo en las 11 escuelas “coeducativas” legisladas por la senadora Zoé Laboy, sino en todos los planteles escolares del país. No hacerlo es el equivalente a ver un paciente moribundo e ignorar el tratamiento que podría curarlo. Basta de rodeos.

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