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La ética en las instituciones públicas

La aspiración social de obtener un servicio público eficiente y un buen gobierno no podría ponerse en tela de juicio. Lea la opinión de Alejandro Figueroa

El servicio público no es una tarea sencilla. Servir al pueblo y no servirse del pueblo es un compromiso intrínseco de querer hacer las cosas bien respetando los valores y la ley bajo cualquier circunstancia. Por ello, para hablar de la ética en las instituciones públicas es indispensable reconocer la responsabilidad que está dirigida al bien común y a lograr un buen gobierno.

La política juega un papel fundamental en todos los ámbitos de nuestro entorno. La aspiración social de obtener un servicio público eficiente y un buen gobierno no podría ponerse en tela de juicio. El gobernante se ocupa y se impacienta para que todo vaya bien, en orden, en paz, con estabilidad. Si existe voluntad política todo es posible, siempre que se pretenda obtener el bienestar social, pero no podemos poner a un lado los principios y valores fundamentales bajo la premisa de que el fin justifica los medios.

La política no es un juego que se resuelve en ganar, si para ello se renuncia a la conciencia ética. Sin principios, la política acaba siendo un conjunto indeterminado de actos tendientes a justificar los fines que se persiguen independientemente de cómo se logran. En efecto, los valores son el motor del servicio público para servir al público.

Lo que identificamos como buen gobierno es aquel conjunto de acciones correctas y acertadas llevadas a cabo por las autoridades que dirigen, controlan y administran las instituciones del Estado para resolver una problemática concreta de la comunidad, guiándose por principios como los son la participación, legalidad, transparencia, responsabilidad, consenso, equidad, eficacia, eficiencia y sensibilidad.

En momentos en que el debate público gira de manera casi exclusiva en torno a la ética en la gestión publica, se presenta una oportunidad única para que el gobernador Rosselló demuestre que los valores y los principios son parte integral de la gestión pública de todos los componentes de su administración.  Ante el embate de las múltiples investigaciones que han revelado las autoridades federales, Rosselló puede crecerse demostrando con la acción que la corrupción no tiene cabida alguna en su administración. Su proceder en cuanto estos asuntos sin lugar a dudas será determinante en cuanto a la capacidad de el aparato gubernamental de ejecutar de manera efectiva la agenda de reconstrucción que está pendiente y de que dicha agenda no quede tronchada por la elección del 2020.

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