El gobernador Ricardo Rosselló pasa su peor momento, luego de haber tenido que enfrentar la mayor catástrofe de la isla en casi 100 años con el huracán María. Tres semanas intensas con otro huracán azotando implacablemente y de forma estacionaria a su administración, esta vez con escándalos de corrupción. El arresto de Julia Keleher y Angie Ávila son un duro golpe para su administración, aunque estas hayan salido de sus puestos hace unos meses.
Dramático y frustrante escuchar que, a los pocos meses de iniciar la administración, ya estaban dando tumbe, según la acusación.
Yo creo incapaz al gobernador Rosselló de conspirar para que se comentan actos corruptos. Incluso, la propia fiscal Rosa Emilia Rodríguez dijo que el gobernador no tiene que ver y que no es blanco de investigación. Sin embargo, la isla siente cierto déjà vu de la década del noventa con su padre, el doctor Pedro Rosselló. El exgobernador salió limpio, aún cuando Guillermo Gil Bonar desde la fiscalía federal y Sila María Calderon con su improductivo Blue Ribbon Comitee echaron todas las fuerzas del Estado contra él.
Aunque a Pedro Rosselló nunca se le encontró algo, y a pesar de que bajo su mandato la isla fue transformada, el apellido quedó manchado por 40 convicciones de corrupción. La bala le pasó cerca con el caso de Yamil Kourí, Angie Rivera y otros allegados suyos, pero nunca le encontraron algo. Ante la aparente rabieta por no poder encontrar quién conectara a Pedro Rosselló con algún acto corrupto, Gil Bonar no se quedó de brazos cruzados y se disparó la expresión “La corrupción tiene nombre y apellido, y se llama Partido Nuevo Progresista”.
El “pecado” de Pedro Rosselló fue menospreciar, minimizar y cuestionar los señalamientos de corrupción que se discutían diariamente. “Tráeme la prueba…”, “Frankly, my dear, I don’t give a damn”. En otras palabras, le importaba poco lo que estaba ocurriendo y, menos, lo que se decía. Todas esas cosas hicieron que su apellido fuera asociado, en gran parte, con o sin razón, con la palabra corrupción.
Cuando Ricardo Rosselló comenzó a hacer saber que aspiraría a la gobernación, una de las cosas que pensé fue que, probablemente, parte de su intención era reivindicar el apellido con una historia distinta en ese tema de la corrupción. Sin embargo, desde temprano en la campaña hubo indicios de que algo no olía bien. Me refiero a las altas sumas de dinero recaudados en efectivo para la campaña. NotiUno 630 reportó eso con una investigación. Luego, la periodista Limarys Suárez reseñó un fundraising en el que se levantó cientos de miles de dólares en efectivo, que antes de la actividad habían alquilado un -cuarto en el hotel de esta para contabilizar el dinero y que habían llevado máquinas de las que usan en los bancos para contar efectivo.
Para las campañas políticas se necesita mucho dinero, y el pasado ha demostrado que con esos fines se empeña la palabra de que, a cambio de donaciones, cuando se gane, se devolverá ese dinero multiplicado con creces en contratos Yo no sé si este caso que apenas inicia llevará a eso, a cabilderos que levantaron fuertes sumas para luego ubicar personas clave en el Gobierno que respondan a sus intereses para pagar los favores, y de paso, coger billete de empresarios a cambio de acceso.
En la década de los noventa, los escándalos de la primera administración Rosselló fue al final del segundo cuatrienio; en esta ocasión, en los primeros dos años y medio. Muy triste y muy fuerte a la vez.
Esto luce ser la punta del iceberg, y el gobernador Rosselló tiene que limpiarse al que sea ahora, llámese como se llame y haya hecho lo que haya hecho por ayudarlo. Este pueblo no aguanta más escándalos, y cuantas más cosas trasciendan, una expresión de que la corrupción no se tolera o que perturba, logra lo mismo que logra el que trata de apagar un fuego de grandes proporciones con una manguera de ferretería. Confío en que el gobernador tome mayor acción preventiva, más que decir que no tolera o en pedir una renuncia cuando se ve venir una investigación federal.