Nadie puede negar que el músico Willie Colón hizo aportaciones significativas a la música popular, al ser uno de los exponentes más relevantes del movimiento salsero que irrumpió a mediados de 1960. Tanto es así que todavía, para la grey salsera, su nombre evoca ritmo, aunque su trabajo creativo haya venido a menos en las últimas décadas.
Pero hasta ahí. Más allá de su labor como instrumentista y productor, y sus atropelladas pretensiones de cantante, Willie Colón no ha logrado ninguna aportación significativa. Por el contrario, en los últimos años ha recurrido a la controversia para llamar la atención, reconociendo que se ha convertido en una figura vana sometida al refugio del ostracismo.
Con el objetivo superar el confinamiento del olvido, el músico, boricua de segunda generación, ha dado pasos fastidiosos e inconsistentes en la política, como hacer presencia en la ceremonia inaugural de Bill Clinton, en 1993, para usarlo como trampolín para aspirar a una silla en la asamblea de Nueva York por el Partido Demócrata, lo que no logró.
En el 2002, sorprendió al lanzarse de lleno a favorecer la candidatura del multimillonario y conservador Michael Bloomberg para alcalde de la “Gran Manzana”, de quien luego se convirtió en asesor en 2004.
En la arena política de Puerto Rico, el también denominado “El Malo” por los salseros y melómanos, apoyó la candidatura de Alejandro García Padilla en las elecciones de 2012. Al mismo tiempo, de cara a los comicios de Estados Unidos, endosó al empresario republicano Mitt Romney contra Barack Obama.
No hay nada infernal en ser un tránsfuga político fracasado, colmado de contradicciones y amante del poder. Nada reprochable en sus zigzagueos e inconsistencias, mucho menos en sus silencios cuando se hace necesario defender causas que labran la ruta hacia la conformación de sociedades más justas y equitativas.
Mas hay algo en lo que es pertinente trazar una raya: cuando se habla sin conocimiento, cuando la opinión se adereza de la burla insolente, cuando se trata con desprecio la lucha social genuina y legítima de un pueblo. Y Willie Colón, usted ha hecho todo eso.
Ha cometido un grave error. En un mensaje publicado en sus redes sociales el pasado sábado, 27 de julio, usted, ahora advenedizo “analista” del proceso político puertorriqueño, insultó a nuestro país y ahí se equivocó.
Primero, nos dijo que “los manifestantes secuestraron la opinión pública”, pero parece que se le olvidó, o desconoce, que el secuestro de la opinión pública es de quienes controlan, a fuerza de billetes, espacios en los medios de comunicación corporativos. Esto no es un asunto novel, y las experiencias sobran, no solo en Puerto Rico, sino en el mundo. Pero si quiere un ejemplo claro de quién secuestra la opinión pública en nuestro país, debe recurrir a revisar el chat que relata las conversaciones del gobernador y sus 11 amigos, en el que trascienden sus maniobras para, precisamente, manipular la opinión pública a favor de su gestión gubernamental.
“Las manifestaciones se atizaron con mentiras”, señaló. ¿De qué mentiras habla, señor Colón? Le recordamos, por si no lo sabe, que las comunicaciones del chat que desataron la furia del país, por herir la fibra de nuestra moral, y en las que hubo, entre otras cosas, expresiones clasistas, homofóbicas, misóginas y machistas, fueron validadas por el propio Rosselló al aceptarlas como propias. Los reclamos del pueblo no se sustentaron en mentiras, sino en hechos.
Sobre el señalamiento de que nadie se “atrevió a sacar una bandera americana por miedo a ser agredido”. solo hay que decir que la valía del pueblo puertorriqueño, en esta como en otras ocasiones, se ha abrazado a la bandera puertorriqueña como símbolo de resistencia y unidad nacional, aunque eso no impide que en una lucha que también reclama libertad y democracia todas las banderas y formas de expresión sean bienvenidas.
Por último, afirma que “un gobernador corrupto a la larga nos cuesta menos que un pueblo enardecido en el falso testimonio”. Aquí está su mayor equivocación, dejando claro que poco o nada conoce de procesos democráticos.
Sepa bien que en una democracia la soberanía radica en el pueblo. La democracia no puede ser vista ni entendida solo en atadura a un proceso electoral que se realiza cada cuatro años. Votar o no votar no restringe el proceso democrático, y eso es parte de lo que ha quedado evidenciado en esta jornada de lucha social que aún no ha terminado en nuestro país. Un pueblo en la calle siempre es más fuerte.
Se ha equivocado con el pueblo de Puerto Rico, señor Colón. Y sepa bien que la única “ola de estupidez” que pulula en el ambiente se desprende de las expresiones despreciables que vertió contra una ciudadanía digna, que ha logrado valiente y pacíficamente lo que muchas sociedades añoran.