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Juventud y supervivencia

Según datos del Censo, la reducción en natalidad en Puerto Rico ha llevado el número total de nacimientos de 42,079 en 2011 a 24,322 en 2018.

Según datos del Censo, la reducción en natalidad en Puerto Rico ha llevado el número total de nacimientos de 42,079 en 2011 a 24,322 en 2018. Según el Departamento de Educación, la matrícula del sistema público se redujo de 512,674 en el año escolar 2010-11 a 294,535 en el actual año escolar 2019-20. Por otro lado, la población boricua en Estados Unidos aumentó en más de 200,000 en solo un año, llevando el total a 5.8 millones en 2018. Esta realidad es una emergencia poblacional que requiere un reenfoque de diversas políticas públicas para atraer y retener gente joven en nuestro país, y asegurar la supervivencia de nuestra sociedad.

Este riesgo que se cierne sobre la viabilidad de nuestra nación es tan urgente como el cambio climático. Los efectos de la reducción en natalidad se sentirán por décadas y en distintos sectores. Menos gente en edad productiva y reproductiva implicará un decrecimiento económico y una reducción poblacional exponencial a futuro. Sin esta población crítica, no habrá cómo cumplir con los planes fiscales de la Junta, el pago de la deuda, el pago de las pensiones ni con la provisión de servicios básicos para adultos mayores y otros grupos.

Para revertir esta tendencia, tenemos que volver a prometerle al joven oportunidades en su país. Hace falta un nuevo acuerdo entre las generaciones, que reconozca la necesidad de un equilibrio poblacional adecuado. Requerirá de sacrificios para asegurarnos de que la juventud y las nuevas familias puedan hacerse de un futuro aquí.

El próximo Gobierno deberá evaluar toda decisión a partir de esta prioridad. ¿Aumentar impuestos? No, si promovería mayor emigración. ¿Aumentos en el costo del agua y la luz? No, si implicaría hacerle más caro a una familia el poder tener una vida digna en su país.

También hacen falta iniciativas para abaratar el costo de la educación, para que nuestras ciudades —particularmente San Juan— sean espacios más atractivos para familias y adultos mayores, y para que Puerto Rico no deje atrás y en abandono a sus jóvenes.

Porque no es que los jóvenes se han ido de su país, sino que su país los ha dejado solos. Por ellos y por el país llegó la hora del cambio.

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