El mes comenzó el 1 de octubre con el asesinato de una empresaria a plena luz del día, en pleno tapón. No habían pasado dos semanas cuando, a menos de 1,000 metros de donde ejecutaron a la empresaria, matan a dos individuos cerca de las 10 de la mañana. Un enmascarado con arma larga le vacía el cargador a las víctimas, mientras ciudadanos pasaban por allí o miraban con asombro. Treinta y seis horas más tarde ocurre la masacre en el residencial Ernesto Ramos Antonini, antes de las 7 de la noche. La masacre con mayor víctimas en lo que va de año. Todo quedó grabado y fue masivamente distribuido por las redes sociales.
Esto trae al debate barrios temas. El primero que se plantea es si en Puerto Rico se puede vivir con estas situaciones. Mi pregunta es ¿porque no?. Claro que hay razón para plantear que uno puede convertirse en una víctima inocente del crimen. Ahora, la frecuencia y lo dramático de estos eventos, ¿son exclusivos de Puerto Rico?. Tenemos muchas partes del mundo a donde irnos, pero el “natural” es los Estados Unidos.
Fue precisamente en Estados Unidos donde se abrió fuego contra los asistentes de un concierto en Las Vegas. Cerca de 12,000 balas, más de 50 muertos y sobre 800 heridos. ¿Recuerdan la masacre de la escuela elemental Sandy Hook? Veinte niños muertos y 6 adultos inocentes. En un cine en Colorado 12 ciudadanos que asistieron a ver una película fueron masacrados por un desajustado mental. En San Bernardino (California) hubo un tiroteo en el 2015 que dejó el saldo de 14 muertos y cerca de 20 heridos. Eran las 11 de la mañana y el lugar fue una oficina de salud del gobierno. Tiroteos en aeropuertos, centros comerciales, bases militares, etc. Si usted se cuestiona si en la isla se puede vivir con estas tragedias, pues imagine allá. Fíjese los lugares que les mencioné: un cine, una oficina de gobierno, una escuela elemental, un concierto, etc., y casi el 100% víctimas inocentes.
Otro debate que abrió estos últimos incidentes es el de si se debe descriminalizar las drogas. Nos guste o no, la guerra contra las drogas es una batalla como la que hubo en los Estados Unidos contra el alcohol. Mafia, masacres, muertes, heridos fue lo que trajo la criminalización del alcohol. En 1919 el entonces congresista, y religioso, Andrew Volstead promovió con éxito la prohibición de la fabricación, transporte y/o venta del alcohol. Entendía ese sector conservador que las bebidas embriagantes no iban con los valores y la moral de los norteamericanos. Al entrar en vigor la prohibición se destruyeron millones de litros de alcohol, se clausuraron destilerías y se impuso cárcel a los que violaban la ley. De ahí surgieron las tabernas clandestinas, lo que hoy son los puntos de drogas. Al ser prohibido, se comenzó a traficar y las disputas por el control de la venta de alcohol entre hampones llevó a un sangriento escenario en lugares como Chicago. Hoy hasta pastores y sacerdotes se dan su palito, su vino, la cervecita y no son inmorales ni faltos de valores.
Para mí, en un análisis frío, la guerra contra las drogas la perdimos y nunca la ganaremos. Es una lucha desigual. Los narcos tienen recursos ilimitados y la policía haciendo de tripas corazones con el presupuesto, ellos violan leyes y los agentes tienen que respetarlas, ellos no tienen control y la policía tienen que tener cuidado por todo para no violar derechos, entre otras cosas. ¿Se ganó la batalla contra el alcohol? No. Terminaron legalizándolo y ahí se acabó la guerra, la ola de sangre por ese mal. Si usted es de los que dice que no se puede claudicar a la batalla contra las drogas, pues se le respeta su fantasía de que se ganará algún día.
Finalmente, también se pone sobre la mesa el debate de qué se tiene que hacer. Sí, el problema de la desigualdad puede ser uno de los principales y hay que comenzar a atenderlo, pero el fruto de ese esfuerzo, si se enfoca como debe ser, va a tardar años. ¿Tener más policías? En este momento no hay presupuesto y conseguir más tarda meses.
Lo que se puede hacer a corto plazo es muy poco. Mover las fichas que se tienen, con los recursos que se tienen. Sin duda tener los biombos encendidos no va a resolver el problema, pero el asunto de los biombos no es otro que ayudar a prevenir. Tener a la policía escondida o desapercibida para agarrar al delincuente, o al violador de la ley es absurdo. La primera responsabilidad de la policía es prevenir el crimen con patrullaje constante, evitar que entren a su casa, no esconderse para moverse cuando el ladrón esté en su cuarto con su familia amordazada y apuntándole a la cabeza.
Tome el ejemplo de la policía en la autopista. Si hace notar su presencia con patrullaje constante y biombos encendidos, los conductores bajan velocidad, lo que puede ayudar a prevenir un accidente. Pero si la opción es esconderse y apagar biombos los conductores manejarán a exceso de velocidad con la sensación de que no hay vigilancia. Eso aumenta la probabilidad de que ocurra un accidente y alguien pueda perder la vida. Entonces, ¿debe estar la policía haciendo notar su presencia para prevenir o escondido para sacarle dinero en multas?
Cuando en un negocio ponen un aviso de “Cámaras de Seguridad” o “Cuidado, perro bravo” no es para agarrar al pillo dentro de la propiedad, es para prevenir que entre. Más elemental no le puedo poner el ejemplo. Cierto, la orden de los biombos encendidos no resolverá el problema, pero puede ayudar a prevenir en algo. De hecho, a todos los que me han hablado al respecto les he preguntado lo mismo: ¿Que se puede hacer a corto plazo para ayudar a reducir o prevenir? La respuesta es la misma: ninguna. Decir que atendiendo la desigualdad se reduce el problema en los próximos meses es como contestar “Paz mundial” en un concurso de belleza. Sí, ese problema hay que atenderlo ya, pero no va a resolver a corto ni mediano plazo y hay urgencia.