El pasado martes, una comisión del Congreso de los EE. UU. llevó a cabo una vista pública para discutir enmiendas a la Ley Promesa. Algunos de los cambios propuestos son el financiamiento de la Junta de Control Fiscal, establecer servicios esenciales, redefinir el crecimiento económico, eliminar posiciones, crear nuevos puestos y, la auditoría de la deuda, que no ha habido la voluntad para realizarla ni fijar responsabilidades.
Esta vista impulsada por congresistas demócratas quiere proyectar a los representantes del partido del burro como paladines prestos a salvar al pueblo de Puerto Rico. Pero, en contubernio con los republicanos, son los autores responsables de la aprobación de Promesa y, por consiguiente, de la imposición de la Junta.
Si a ello sumamos que, ante la realidad de un Senado republicano las enmiendas a Promesa no pasarán de primera base, reconfirma la total ausencia de seriedad y compromiso con la que siempre nos han tratado.
A dicha vista fueron en patética peregrinación funcionarios de la JCF y de los partidos coloniales, algunos a defender a la Junta, otros a proponer enmiendas cosméticas y aparentar oposición a la Junta o a su imposición; que denunciaron la invasión, pero no repudian al invasor.
La Ley Promesa y su Junta de Control Fiscal no son otra cosa que una consecuencia más del colonialismo que nos arropa, que nos castiga en tanta acciones en contra del país y las que están en agenda, como la reducción a las pensiones de nuestras trabajadoras y trabajadores públicos.
Llevamos más de un siglo encarcelados dentro del colonialismo, la Junta —por más terrible y antidemocrática— solo es el más reciente carcelero.
La inmensa mayoría de las propuestas planteadas en la vista van dirigidas a maquillar la cruda realidad del encarcelamiento de nuestro pueblo. La única forma de acabar con la cárcel del colonialismo es a través de un verdadero proceso de descolonización enfrentando al Congreso y al Gobierno de los EE. UU. Lo demás es tratar de redecorar la jaula, pintar barrotes, cambiar el colchón de la cama y sustituir al carcelero por uno más simpático.