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Realidades sociales

Los temblores acontecidos a principios de año, con efectos terribles en la zona sur, ponen de manifiesto una vez más las diversas realidades de nuestra isla

Los temblores acontecidos a principios de año, con efectos terribles en la zona sur, ponen de manifiesto una vez más las diversas realidades de nuestra isla, el gran sentido de solidaridad de nuestra gente, los graves problemas de desigualdad social y el eterno problema de falta de planificación y organización gubernamental.

Desde el momento que comenzaron los temblores, diversas comunidades en varios municipios del sur se pusieron de pie y organizaron cocinas colectivas, áreas para acampar, canalizar ayudas, todo al margen de las obligaciones del Gobierno, en un contundente gesto de solidaridad entre familiares y vecinos.

Mucho ya se ha hablado de los problemas en la construcción de miles de viviendas que no cumplen con los códigos de construcción, permisos, diseño y supervisión adecuada. Pero lo cierto es que muchas familias en Puerto Rico han construido frente a una realidad de injusticia económica que no les dio otra alternativa. Es un problema complejo de desigualdad social y, como me señalara recientemente una arquitecta: “Volvemos al tema de cómo democratizar el acceso al diseño y la construcción”. Toda esta situación se une a la terrible ansiedad —e incluso dolor— hacia lo inesperado, lo no predecible.

Las actuaciones del Gobierno, particularmente en la AEE y el Departamento de Educación, ya no sorprenden. La ausencia de transparencia y mentiras en su obligación de brindar información pública, además de irresponsables, son una afrenta a las miles de personas que viven angustiosamente esta situación. Se valida una vez más la histórica denuncia de los trabajadores sobre la falta de mantenimiento y modernización del sistema eléctrico, y se añade el problema histórico de mala planificación de dicho sistema y los planes maquiavélicos para privatizarlo.

Por años, el exrepresentante Víctor García San Inocencio estuvo planteando la urgente necesidad de estudiar y tomar acción con relación al tema de las escuelas públicas y los terremotos. Tomé el batón con el tema y se aprobó legislación de mi autoría para investigar el asunto, pero fue engavetada. Hoy, una vez más, la niñez y la educación pública no solo recibieron el golpe del temblor, sino que continúan recibiendo los “cantazos” de la dejadez y la irresponsabilidad gubernamental.

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