Ya lo veía venir. Como era de esperarse, los ciudadanos han asumido posiciones diversas en torno a la manifestación convocada contra el Gobierno la pasada semana: que si la manifestación era necesaria, que si no, que si fue igual al verano del 19, que si se quedó corta, que si reflejaba la opinión del país, que si la de solo un sector, que si un un-dos-tres-cuatro-cinco-seis.
En medio de esa ecuación casi matemática, como siempre, queda atrapado el trabajo de la prensa y, en concreto, el de los periodistas. Ese trabajo, muchas veces, es evaluado por integrantes de los grupos de interés como “insuficiente”. Claro que siempre se puede hacer más y mejor trabajo. El problema es que, en esta ocasión —como en otras de similares características—, eso que los grupos de interés definen como “buen periodismo” muchas veces viene amarrado a cuánto ese trabajo refleja de manera positiva sus propios intereses.
Tome usted como ejemplo las manifestaciones del jueves. El trabajo de los periodistas asignados a la cobertura del evento era tener a todas las voces que se insertaron en la controversia. Todas. Reconocer el hecho como de alto valor periodístico, reseñarlo y presentar datos e imágenes de ese hecho para beneficio del público.
Pero para diversos protagonistas de la discusión, los periodistas no hicieron su trabajo. Y aquí viene lo interesante. Integrantes de ambos sectores criticaron el trabajo de los periodistas, pero sus criticas resultaron ser mutuamente excluyentes.
Para voces dentro del Gobierno, los periodistas tenían una “agenda”. Procuraban afectar la imagen de la oficialidad y buscaban “incitar a la violencia”. Para esas voces, la prensa es un “instrumento de la izquierda”: “socialista”, “comunista” o cualquier otro “ista”de esos que, para muchos, suenan a desgobierno. Incluso, más de uno justificó las agresiones al fotoperiodista Luis Ojeda y al amigo Kefrén Velázquez levantando el argumento de que “la prensa” se lo buscó” por “invitar” a la manifestación. “Bueno que les pase”, soltó más de uno, particularmente en redes sociales.
En el otro extremo, los simpatizantes de la manifestación. Y, dentro de ese grupo, aquellos para quienes los periodistas dieron “un foro innecesario” a las voces del Gobierno. Para esos, la “agenda de la prensa” promueve “la derecha”, “el poder económico” y busca “perpetuar al Gobierno”. Esas voces también justifican las agresiones a colegas. Como aquellos, piensan que “se lo buscaron”. Pero donde los primeros vieron una agenda a favor de los manifestantes, los segundos ven un deseo de “hacerle el juego” a la oficialidad. Tan distintos y tan iguales en sus críticas. ¿Se habrán dado cuenta?
El problema es que los argumentos de unos y otros parten de expectativas equivocadas sobre el trabajo periodístico.
Ambos sectores piden “buen periodismo”, pero en realidad quieren otra cosa. No señor, no. No quieren “buen periodismo”. El periodismo que reclaman o idealizan no es otra cosa que un instrumento para arrimar la brasa a su sardina personal y eso, a fin de cuentas, no es otra cosa sino propaganda.
Tenga usted algo muy claro: sus maletas son suyas. En lugar de buscar quién se las cargue, cárguelas usted mismo.