Cada vez que sale en la prensa una imagen de los refugiados en los campamentos en el sur de la isla debido a la saga de sismos, pienso que, en realidad, son sobrevivientes de la política inmisericorde que habita aquí.
Las imágenes fotoperiodísticas destacan rostros que reflejan el sufrimiento y la incertidumbre. ¿Ha visto alguien e algún damnificado que ría a carcajadas por la felicidad que siente de perder su hogar, que con tanto sacrificio construyó?
Nadie está feliz, señora alcaldesa. Lo que están es agradecidos por tener vida. Para poder entender su actitud ante los golpes que da la vida se debe entender que en la zona sur y oeste del país se percibe la vida muy diferente a la capital, y ello podría percibirse como felicidad. Nuestra gente hoy afectada es humilde, respetuosa y trabajadora. No son ricos, pero tuvieron un techo construido contando cada centavo. Cuando miraban su casa antes del terremoto, sentían felicidad por haber logrado un techo con su esfuerzo para cobijar a su familia. Algunos tienen extensiones de terreno heredadas; otros, a préstamos, donde la felicidad brota cuando se recogen frutos y pueden vender sus cosechas.
Son felices cuando la brisa les da en el rostro lleno de surcos por el castigo del sol, aun con la preocupación de no tener los incentivos que una vez el Gobierno les prometió. Son felices cuando sus hijos aprenden el valor del dinero a base del sudor. Visten ropa cómoda, modesta, sin aspavientos. Todos se ayudan y conocen.
Son felices cuando pasan los ,meses y disfrutan de tranquilidad, pues apenas hay criminalidad en la zona, y si ocurriera, saben muy bien quién fue. Los que salen a pescar tienen una cena suculenta, y eso es felicidad al alimentar al prójimo y los suyos.
Si la señora alcaldesa se refería a ese panorama antes de los terremotos, le doy la razón, pero es obvio que no fue así. Quizá cuando ella visitó los campamentos, entendió que los techos eran de una fina tela, que son a prueba de lluvia, que el fangal es bueno para la piel, que la picada de insectos es mental y que la humildad de los afectados se percibe como felicidad. La verborragia política desacertada ocurre cuando hay problemas de comunicación y cuando la estrategia de comunicación falló en todas sus etapas. Fíjese que el periodista hace la pregunta, pero cuando el entrevistado no sabe cómo contestar o no tiene las ideas organizadas y correctas, comete la sarta de errores imperdonables.
Vamos a dejar a un lado que es tiempo de elecciones. Partamos de la empatía que todo ser humano debe tener hacia el prójimo. Parece ser que los damnificados aceptan con beneplácito el entretenimiento que les ofrecen en los lugares designados. ¿No será que en la zona apenas los municipios ofrecen actividades de cultura y entretenimiento en condiciones normales?
Cabe señalar que la mayoría de las participaciones que involucran entretenimiento han sido un acto de desprendimiento privado. No creo que a todos los damnificados les “encante” la comida militar, picante y salada. Tampoco pienso que sustituya los manjares que dan las cosechas y la pesca de sus alrededores.
Por favor, señora alcaldesa, son personas agradecidas que jamás desperdiciarán un plato. Me parece que la alcaldesa contestó automáticamente y no pensó bien su respuesta. Los Gobiernos automáticos se convierten en sistemas antidemocráticos, con errores, desaciertos, sin equilibrio y con profunda torpeza. En su conjunto ese sistema permitido por décadas, ¿podrá seguir prevaleciendo? Quienes tienen una visión individualista en la política no entienden la razón de servir. El poder tiene límites y la verborragia también.