Soy consciente de que lo que voy a escribir puede causar alguna controversia; que haya quien, en un estado emocional de extremo fanatismo, pueda malinterpretar, intencionalmente, por alguna agenda, o sencillamente porque su fanatismo cree una muralla y no le permita siquiera aceptar que puede haber visiones distintas a la suya.
Dentro de la tragedia del vil crimen de la joven Alexa, hay mucha hipocresía de todas partes: de algunos en el sector liberal y de otros en el sector conservador.
En primera instancia, condeno con todas las fuerzas de mi alma el asesinato de esta joven llamada Alexa, de quien hoy conocemos algo y que por la crueldad, lo vicioso y abusivo que fue su asesinato, hemos entablado alguna conexión emocional. Igualmente, condeno la muerte de la joven estudiante de comunicaciones Aleysha Díaz Vélez y Roberto Antonio Valera el pasado fin de semana en Peñuelas. Eran seres humanos que prácticamente comenzaban a vivir sus vidas de adultos.
Aún dentro de la rabia que me provocan estas muertes, trato de analizar desapasionadamente la discusión que se ha generado alrededor de la muerte de Alexa, específicamente la razón por la que la mataron. Esta muerte desató nuevamente el debate de si esto es otro crimen de odio, específicamente por un asunto sexual, ya que era transgénero. ¿Qué es un crimen de odio? A grandes rasgos, es un crimen o delito cometido contra una persona por raza, género, creencias religiosas, u orientación sexual.
Antes del asesinato de Alexa, circuló en las redes sociales una foto tomada en un fast food de Toa Baja, donde un policía dialogaba con ella luego de una presunta queja de que había entrado en el baño de damas y que había intentado ver con un espejo por debajo de una puerta a una mujer. Quien publicó la foto explicaba un poco lo que supuestamente había ocurrido, no obstante, utilizando la palabra de “infeliz” contra Alexa.
Dijo que cuando Alexa presuntamente hizo uso del espejo para mirar por debajo de la puerta, adentro del baño estaban su compañera y su hija. Que ambas estaban aterradas en una esquina siendo testigos, y que la mujer que supuestamente estaba siendo observada con el espejo le pedía a su compañera que no la dejara sola. El denunciante hizo un llamado a que no dejaran ir a sus hijos solos a los baños en lugares públicos, por lo que su denuncia e invitación se hizo viral. Medio país compartió el post.
Luego del vil e innecesario asesinato, ese medio país comenzó a borrar el post. Y estoy seguro de que miles de esos son parte de los que condenan que se hubiese publicado en un principio y que se hubiese hecho viral. Ahí tiene la primera hipocresía.
De otra parte, se condenó que se pasara juicio sobre Alexa sin conocerla, sin saber de ella, sin saber qué pasaba por su mente, y se reprochó al que pasó juicio sobre ella sin haberla visto en su vida.
No obstante, al momento de escribir esta columna, no se sabe quién fue el asesino, dónde está, quiénes lo criaron, cómo lo criaron, pero ya pasamos juicio y adjudicamos el motivo que tuvo para cometer tan injustificado crimen. Ahí la segunda hipocresía. Para Alexa es inaceptable que se llegue a conclusiones sin saber de ella, pero al mismo tiempo, es aceptable que evaluemos sicológicamente al asesino sin saber tan siquiera quién es, mucho menos sin tampoco tener, al igual que con Alexa, un estudio sicológico.
Yo no descarto que este vil crimen pudiera haber estado matizado por la maldita homofobia y que sí pueda constituir un crimen de odio, pero creo que, responsablemente, debemos esperar a tener a un asesino identificado y que, luego de la investigación, podamos determinar si lo fue o no lo fue.
En mi opinión, una persona que le quite la vida a otro ser humano, como algo general, no está bien de la mente; debe estar enfermo. El que lo haga de forma viciosa más todavía. Pero de ahí a decir “el motivo fue X o Y” son otros 20.
No hay duda, desde mi punto de vista, de que la animosidad que expresó quien publicó inicialmente comenzó la calentura contra Alexa. ¿Que lo hizo porque es homofóbico? No lo sé, pero de lo que leí, su preocupación no es que fuera homosexual, transgénero, etc. Creo que si hubiese sido una persona desajustada, hombre con toda probabilidad, la hubiese denunciado igual. Y que conste, no conozco al denunciante. Se trata solo de una impresión.
Culmino indicando que, contrario a lo que indica el Dr. César Vázquez, en Puerto Rico sí hay crímenes de odio. Cuando se delinque contra una persona por sus preferencias sexuales es tan crimen como cuando se delinque contra un ciudadano por su creencia religiosa. Tan deleznable es discriminar contra un ser humano por su preferencia religiosa como por su preferencia sexual. Si es crimen de odio, lo es y punto. No obstante, mi único planteamiento es que antes de adjudicar la mente del asesino, sin tan siquiera saber quién es, no repitamos lo que se hizo con Alexa, a quien se le adjudicó sin conocerla. Mis oraciones para su eterno descanso, así como el de Aleysha, Roberto Antonio y otras víctimas del crimen. ¡Que se les haga justicia!