No todo lo que accedemos en las redes sociales o en internet merece nuestro tiempo y atención. En estos momentos, hay que aprender a discernir cuál es una publicación falsa o cierta. También hay que distinguir cuál autor o escritor merece ser leído o escuchado. Es difícil si uno no tiene las herramientas educativas o, simplemente, por desconocimiento no puede identificar. Cada vez que se comparte (share) una publicación falsa o se le da tiempo a un impostor, estamos contribuyendo al desconocimiento y a la falsedad.
Resulta que esta semana se alborotaron las redes sociales y los medios de comunicación cuando un llamado predicador alertó falsamente sobre la escasez de productos. La herida abierta que nos dejó el huracán María sangró nuevamente, y en un abrir y cerrar de ojos, medio mundo salió despavorido a vaciar las tiendas. Más o menos lo mismo que ocurrió cuando en un acto de monkey see monkey do desapareció el papel higiénico. La desconfianza de a quién escuchar y a quién leer exacerbó también la reacción no lógica que desató, a su vez, la consecuencia del miedo. Si hay algo que al ser humano lo afecta, en su entorno y desempeño, es el miedo, y ya que, de por sí, lo sentimos con el anuncio y cobertura de la pandemia por coronavirus, imagínese el daño colectivo que ocasionó el mensaje desacertado del individuo.
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Fíjese en la importancia de seguir fuentes confiables. Los periodistas acostumbrados a consultar fuentes lo hacen todo el tiempo, pues no se puede publicar si no se ha corroborado la información. Es importante que aquella persona que divulga información falsa se le confronte con la verdad, pues, de esa manera, contribuimos. No es insultar; al contrario, con nuestro verbo periodístico instruimos. Si se ha cometido la indiscreción de publicar una información falsa, hay que corregir inmediatamente y pedir excusas.
En el caso antes mencionado, la inmediatez ocasionó el caos, pues cientos de personas compartieron información falsa y le creyeron al individuo. Los videos de las personas en filas interminables en los supermercados y farmacias se convierten en espectáculo mediático.
Si usted desea estar bien informado y contribuir como periodista ciudadano, puede seguir, por ejemplo, a la Organización Mundial de la Salud, al Colegio de Médicos y Cirujanos de Puerto Rico, a Inminente Pandemia,… en fin, fuentes de información con datos verdaderos a los que periodistas hacen referencia constantemente. Recuerde lo siguiente: todos los reportajes periodísticos sobre temas de salud tienen que mencionar la fuente informativa. Es decir quién dijo qué: un médico con especialidad en el tema a tratar, una organización o entidad con credenciales o una investigación probada e incluida en una publicación (journal) de medicina. La desinformación responde a una intencionalidad. Verifique quién lo está diciendo y cuáles son sus credenciales. El oportunismo en nuestra sociedad, cuando se desatan crisis, aumenta vertiginosamente.
Seamos más inteligentes que el fotuto. Recientemente, News Guard, que se dedica a calificar la credibilidad de portales, concluyó que la información falsa sobre el coronavirus está superando la información fiable. Un resultado aterrador, pues es más el error que se publica en las redes que la verdad. Como resultado el mensaje provoca confusión e incertidumbre en la audiencia. Todavía no hay respuestas completas al virus, ya que es novel. Por ello, es importante recurrir a fuentes confiables, de manera que usted pueda educar a sus seres queridos.