La humanidad se enfrenta al mismo tiempo y en todas las latitudes a una amenaza mortal, sin instrumentos para combatirla de forma efectiva. El virus ataca a poderosos y a pobres, a estrellas de cine y a la vecina de al lado. Pero es una imagen muy despegada de la realidad eso de que estamos todos en el mismo bote. Como suele ocurrir en los momentos de crisis, el COVID 19 ha acentuado la brecha entre los que más tienen y los que carecen de lo básico: hay gente en yate de lujo y hay quienes a duras penas se mantienen a flote. Y quienes ya se hundieron. Esas diferencias existían antes del virus y persistirán cuando se levante la cuarentena, pero hoy (como cuando se hablaba de que el Huracán María “destapó la pobreza”) están a plena vista: los dos mil despedidos de la industria turística, trabajadores de hospitales cesanteados en medio de una emergencia de salud, y muchas, muchas otras familias que esta semana no tienen con que ir al supermercado, no importa si la tablilla del carro es par o impar.
Hay quien pide que se silencien los señalamientos, que en ésta tenemos que estar unidos- o sea, callados no importa qué, a pesar de los grandes paralelismos con lo que vivimos tras María. Creo que no debemos confundirnos. Son tiempos de llevar mascarillas, pero no mordazas, y no sólo por la denuncia a lo que pase en el momento. Después de los terremotos, surgió el llamado a reforzar edificios, a proteger del desastre posible a las niñas y niños en las escuelas de columna corta. El COVID nos apunta a las muchas cosas en nuestra vida como sociedad que hay que reforzar, y a las muchas que son sencillamente irreparables y tienen que ser demolidas. No es justo, ni digno, ni sostenible, un sistema de salud basado en el lucro de unos pocos. Ni la falta de protecciones laborales. Ni la incapacidad de tomar como país decisiones que son, literalmente, de vida o muerte. Tenemos que cuidarnos, ejercitar la solidaridad, prepararnos en la medida de lo posible para lo que viene, pero también trabajar para que en la próxima tormenta tengamos refugio seguro para todos.