“En Puerto Rico los prietos no son negros”, decía en algún lugar Cosculluela, el exponente de música urbana. Y lo decía así, como tratando de explicarnos a todos una verdad que se nos había mantenido oculta. Añadía, como en una especie de consuelo a la negritud local (porque, bendito, eso de ser negro es algo que “no merecemos”) que “los de aquí” no vinieron de África. Acto seguido, trata de convencer a los puertorriqueños de no patrocinar o participar de manifestaciones antirracistas porque “esa porquería” (¿la muerte de George Floyd? ¿El racismo? ¿El discrimen? ) es un problema El Coscu no está solo
“En Puerto Rico los prietos no son negros”, decía en algún lugar Cosculluela, el exponente de música urbana. Y lo decía así, como tratando de explicarnos a todos una verdad que se nos había mantenido oculta. Añadía, como en una especie de consuelo a la negritud local (porque, bendito, eso de ser negro es algo que “no merecemos”) que “los de aquí” no vinieron de África. Acto seguido, trata de convencer a los puertorriqueños de no patrocinar o participar de manifestaciones antirracistas porque “esa porquería” (¿la muerte de George Floyd? ¿El racismo? ¿El discrimen? ) es un problema que tienen ellos allá. Pero allá ellos. Que se maten ellos por allá”, concluyó con el piquete propio de quien cree que se la está comiendo.
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Tras lo dicho llovió la indignación. Muchos le acusaron de racista. De desinformado y poco educado. Pero el asunto es que esos comentarios no representan un hecho aislado. Lo dicho por Cosulluela no es la excepción sino la norma. Lo he escuchado o leído muchas veces. Y tras la muerte de Floyd, aun más. Comentarios como ese, con las diferencias en forma y tono, llueven en cada foro en las redes sociales donde se discute el tema de la muerte de Floyd, el problema del racismo en Estados Unidos y cómo ese problema existe en la isla. Por eso lo dicho por Cosculluela no me sorprende. En definitiva, si de algo sirve, es para validar los argumentos de quienes hemos denunciado que el racismo en Puerto Rico es una realidad innegable pero igualmente invisibilizada. Ahora, mientras escribo estas líneas, le echo un ojo a mi página de Facebook y allí me topo con comentarios como el de Juan Contreras. “Es que cada raza o grupo étnico cultiva lo que siembra”, me escribe. O “Luzma Green” quien cuestiona por qué se discute el tema del racismo local y me exhorta a cambiar de tema. “Es triste como usan la tragedia de un ser humano para beneficio personal”, para luego añadir: “En PR hay horribles sucesos a diario. Hay muchísimos problemas sociales con los que nos hemos acostumbrado a vivir. ¿Por qué no ser portavoz de uno de ellos?’, me cuestiona desde una premisa que descarta el racismo como uno de esos problemas.
Al Coscu también lo veo reflejado en los comentarios de los miles para quienes es gracioso o aceptable perpetuar expresiones racistas. Como la frase “pelo malo” que usaba una maestra como ejemplo en una clase de español. Sobre esto, vuelvo a navegar en los foros de Facebook y me topo con comentarios como el de “Blanca O. Rivera” que reaccionó diciendo “Hay problemas mayores. Lo importante es que domine la lectura”. O “Sheila Maysonet” quien exhortó a los denunciantes a “dejar la changuería”. O “María Escobar” que, sobre el mismo tema, cuestionó “Dejen el drama. Esta sensibilidad me tiene mala”. O tal vez en el de Janice Miranda. “No entiendo dónde en esa oración existe prejuicio racista. La maestra solo estaba practicando lo ensenado con el fonema”. Porque, por lo visto, lo verdaderamente importante en esa frase es el fonema.
Al Coscu también lo veo en quienes se muestran sorprendidos de que exista algo que ha sido bautizado desde la sociología como el “White Privilege”. Eso que suena fuerte pero, en definitiva, es lo que es. Lo que no es, es un término racista sino todo lo contrario. Un término que explica cómo una persona negra ha tenido que vivir experiencias que personas de piel blanca no. Como soportar insultos o “chistes” sobre su apariencia y tono de piel. Como ser seguido o vigilado en una tienda por presumir que es un ladrón. O detenido por la policía innecesariamente porque ser negro es “verse sospechoso”. O como ocurre en los Estados Unidos, la necesidad que tienen los padres negros de explicar a sus hijos técnicas acerca de cómo no ser asesinados por agentes de la policía. Asesinados como de manera abusiva como Floyd. O Breonna Taylor, Ahmaaud Arbery, Trayvon Martin, Eric Garner, Sandra Bland y otros tantos.
El Coscu está en todos quienes subestiman el problema racial y cuestionan el “desperdicio de energías” en la discusión de un asunto que, piensan, es un problema imaginario. Lo dicho por Coscu y, en definitiva por todos ellos, solo reconfirma cuanto camino falta por recorrer. Pero como todo camino largo, lo importantes es comenzar la marcha. Comencemos.que tienen ellos allá. Pero allá ellos. Que se maten ellos por allá”, concluyó con el piquete propio de quien cree que se la está comiendo.
Tras lo dicho llovió la indignación. Muchos le acusaron de racista. De desinformado y poco educado. Pero el asunto es que esos comentarios no representan un hecho aislado. Lo dicho por Cosulluela no es la excepción sino la norma. Lo he escuchado o leído muchas veces. Y tras la muerte de Floyd, aun más. Comentarios como ese, con las diferencias en forma y tono, llueven en cada foro en las redes sociales donde se discute el tema de la muerte de Floyd, el problema del racismo en Estados Unidos y cómo ese problema existe en la isla. Por eso lo dicho por Cosculluela no me sorprende. En definitiva, si de algo sirve, es para validar los argumentos de quienes hemos denunciado que el racismo en Puerto Rico es una realidad innegable pero igualmente invisibilizada. Ahora, mientras escribo estas líneas, le echo un ojo a mi página de Facebook y allí me topo con comentarios como el de Juan Contreras. “Es que cada raza o grupo étnico cultiva lo que siembra”, me escribe. O “Luzma Green” quien cuestiona por qué se discute el tema del racismo local y me exhorta a cambiar de tema. “Es triste como usan la tragedia de un ser humano para beneficio personal”, para luego añadir: “En PR hay horribles sucesos a diario. Hay muchísimos problemas sociales con los que nos hemos acostumbrado a vivir. ¿Por qué no ser portavoz de uno de ellos?’, me cuestiona desde una premisa que descarta el racismo como uno de esos problemas.
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Al Coscu también lo veo reflejado en los comentarios de los miles para quienes es gracioso o aceptable perpetuar expresiones racistas. Como la frase “pelo malo” que usaba una maestra como ejemplo en una clase de español. Sobre esto, vuelvo a navegar en los foros de Facebook y me topo con comentarios como el de “Blanca O. Rivera” que reaccionó diciendo “Hay problemas mayores. Lo importante es que domine la lectura”. O “Sheila Maysonet” quien exhortó a los denunciantes a “dejar la changuería”. O “María Escobar” que, sobre el mismo tema, cuestionó “Dejen el drama. Esta sensibilidad me tiene mala”. O tal vez en el de Janice Miranda. “No entiendo dónde en esa oración existe prejuicio racista. La maestra solo estaba practicando lo ensenado con el fonema”. Porque, por lo visto, lo verdaderamente importante en esa frase es el fonema.
Al Coscu también lo veo en quienes se muestran sorprendidos de que exista algo que ha sido bautizado desde la sociología como el “White Privilege”. Eso que suena fuerte pero, en definitiva, es lo que es. Lo que no es, es un término racista sino todo lo contrario. Un término que explica cómo una persona negra ha tenido que vivir experiencias que personas de piel blanca no. Como soportar insultos o “chistes” sobre su apariencia y tono de piel. Como ser seguido o vigilado en una tienda por presumir que es un ladrón. O detenido por la policía innecesariamente porque ser negro es “verse sospechoso”. O como ocurre en los Estados Unidos, la necesidad que tienen los padres negros de explicar a sus hijos técnicas acerca de cómo no ser asesinados por agentes de la policía. Asesinados como de manera abusiva como Floyd. O Breonna Taylor, Ahmaaud Arbery, Trayvon Martin, Eric Garner, Sandra Bland y otros tantos.
El Coscu está en todos quienes subestiman el problema racial y cuestionan el “desperdicio de energías” en la discusión de un asunto que, piensan, es un problema imaginario. Lo dicho por Coscu y, en definitiva por todos ellos, solo reconfirma cuanto camino falta por recorrer. Pero como todo camino largo, lo importantes es comenzar la marcha. Comencemos.