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Opinión de Aracelys Otero: Cuando el gobierno dice una cosa y hace otra

Lea la columna de opinión de la relacionista profesional

Los profesionales de las relaciones públicas somos los responsables de desarrollar mensajes para los clientes. Siempre nos preocupamos de que éstos sean claros, concisos y fáciles de entender. También, delineamos estrategias para que el mensaje llegue a nuestros públicos de interés. Siempre debemos elaborar una estrategia que vaya más allá del mensaje. Esta incluye acciones contundentes sobre el mismo.  ¿Qué significa esto? Que el mensaje y las acciones que se llevan a cabo tienen que ser cónsonas. Mas aún, cuando el mensaje proviene de un alto funcionario gubernamental.

¿Qué pasa cuando el gobierno dice una cosa y hace otra?, veamos.  En Puerto Rico, desde mediados de marzo, el país enfrenta una pandemia provocada por el coronavirus.  La gobernadora impartió directrices, a través de varias órdenes ejecutivas, en las cuales ordenó mantener una estricta cuarentena y limitó los encuentros entre los ciudadanos. Según pasó el tiempo y conforme el gobierno entendió la propagación del virus mermó, se flexibilizaron las medidas de aislamiento.  A pesar de esto en cada aparición pública y en cada mensaje ofrecido la gobernadora urgía a los ciudadanos a mantener distanciamiento de al menos seis pies, el uso de mascarillas y el limitar la cantidad de personas en diferentes espacios.

El país completo dió cátedra de cómo acogió las recomendaciones y directrices de la primera mandataria del país. Así fue como familiares de personas fallecidas se vieron imposibilitados de despedirse de sus seres queridos de la manera que tradicionalmente se hace.  También, miles estuvieron imposibilitados de celebrar actividades familiares, actividades multitudinarias y hasta graduaciones.  Miles de jóvenes vieron tronchados sus deseos de vivir ese momento tan importante como lo es la graduación.

Mientras esto ocurría entre la ciudadanía, la gobernadora participaba de actividades como la inauguración del comité del partido en el cual milita, de actividades multitudinarias como la ocurrida en Canóvanas. Peor aún, celebró graduaciones, la reinauguración de una Estación de Bomberos, y encuentros propios de la campaña política, sin distanciamiento y, en ocasiones, sin mascarillas.  Esto en contra de su mensaje principal de distanciamiento y prevención.

Somos los relacionistas quienes tenemos la responsabilidad de evitar lo descrito.  Tenemos que velar que el portavoz actúe conforme el mensaje que ofrece. Es imposible ganar la confianza de nuestros públicos si nuestras acciones van en contra de los mensajes que ofrecemos. Cuando se dice algo y se hace otra cosa el espectador se siente engañado, siente que le mienten y desconfía de cuán genuino es el mensaje que se le ofrece. Lo que pone en entredicho la credibilidad del portavoz.

Para evitar esto, tenemos que orientar a nuestros clientes sobre la importancia de que sus acciones reflejen el mensaje que ofrecen.  Esto les ayudará a ganar la confianza de los públicos y a demostrar cuán íntegros son.  Tanto el portavoz como su entorno deben ser un reflejo de lo que se dice.  Para lograrlo debemos mantener un diálogo constante con el cliente y recordarle que ante cualquier escenario lo más importante es tener credibilidad.

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