José Ortíz se fue. O se va este próximo 5 de agosto. Y ese hecho ha supuesto para muchos un enorme gozo. Algo así como la certeza de que con su salida, mágicamente, tendremos una corporación con todas las de la ley o, cuando menos, un detente en las interrupciones inexplicables en el servicio eléctrico. Cuidado. Ese perro de los despidos -o renuncias- en medio de crisis para acallar la opinón pública nos ha mordido antes. Y siempre, siempre con los mismos resultados. En lugar de suponer el fin de la historia de nuestras calamidades, digamos que esos cambios se convierten en un “punto y seguido”. Si no, mire el caso del Departamento del Trabajo. El país había colocado a la exsecretaria de esa agencia, Briseida Torres, al punto del linchamiento por los problemas en la repartición de la ayuda de desempleo por COVID. Los ciudadanos centraron su ira en al figura de la funcionaria, así que cuando se fue -también después de una crisis de opinión pública- muchos juraban que acabrían los tormentos. Pero las filas en el departamento continuaron.
También la falta de agilidad en la otorgación de las ayudas. Porque allí, como en el resto de las agencias, en pocas ocasiones la fiebre está en la sábana. Y esa máxima aplica inequívocamente a Energía Eléctrica. Ortiz se marcha esta semana, pero dejará la Autoridad con la misma posibilidad de enfrentar nuevos apagones. Porque las interrupciones “inexplicables”en el servicio tienen como raíz un problema identificado pero desatendido: la falta de mantenimiento. Antes de marcharse, ORtiz admitió que la Autoridad tiene un grave problema de desganche, cosa que ya ha venido denunciando por annos el liderato de la Utier. Particularmente, el desganche ha sido un dolor de cabeza por una razón sencilla: De los 600 empleados de desganche que tenía la AEE en el pasado, hoy solo quedan 200 para hacer el trabajo en todo el país. La Corporación redujo el número a la espera de ahorros, pero acto seguido contrató una empresa privada para hacer la tarea. Evidentemente, si lo hizo no fue suficiente. Ante esa denuncia la Gobernadora ha soltado todos los huevos en la canasta del contrato con LUMA Energy. Aunque había garantizado al liderato sindical que estaría revisando los detalles del contrato tras las denuncias de que podría ser un mal negocio para el país, el lunes Vázquez dijo que Luma deberá asegurarse de proveer un desganche adecuado.
José Ortíz se marcha pero al irse no se resuelve el hecho de que nuestro sistema eléctrico no tiene ” redundancia”. Por ello, si un tramo de la red sale de servicio no existe un “plan b” para garantizar la continuidad de la energía a los abonados. José Ortíz se fue pero deja una autoridad que sigue dependiendo de los combustibles fósiles y que no ha sido capaz de impulsar mejores en la dirección de integrar fuentes alternas de energía. José Ortíz se marcha pero la AEE sigue insolvente y en medio de litigios con sus acreedores. Se va, pero la luz no baja, no bajará , lo que es peor, es que es posible que la tarifa que usted paga aumente. José Ortiz deja la silla luego de una incumbencia caracterizada por la falta de acceso a la Prensa y, con ello, al país. Un enquistamiento que redundó en la escasez de rendimiento de cuentas. LA Junta de Gobierno que permanece nunca exigió -que se sepa- predicar la transparencia con los hechos. En consecuencia, la Autoridad es para el público un gran misterio. Una suerte de rompecabezas al que le faltan piezas y que nunca logramos comprender del todo. Con ese saco que Ortiz deja en su mudanza, las esperanzas de una Autoridad robusta y preparada en el corto plzao para enfrentar lso retos de la temporada de huracanes son tan ancladas en la verdad como las teorías caducas del terrorismo que nos deja a oscuras.