Este domingo, cuando creíamos haberlo visto todo, descubrimos que -una vez más- hemos vuelto a equivocarnos. Ese día, mientras reportaba el minuto a minuto de la esperada jornada primarista, no pude evitar sentir coraje. Antes, un apretón en el pecho que me asaltó poco después de haber aceptado que para aquello que atestiguábamos no había salida airosa. El día terminaría de la misma forma que comenzó: en desastre.
Inicialmente me negaba a aceptar que nuestro sistema electoral había colapsado. Después asumí el golpe como vino. Contundente y sin compasión. Nuestro modelo electoral, antes una de las “joyas” de esa corona corroída que aún exhibimos con extraño orgullo no rindió como en sus mejores momentos. Así que nos quedaba vivir del recuerdo. ¿Cómo habíamos tocado un nuevo fondo? ¿Qué había pasado con aquella inteligencia histórica que era usada como referencia mundial a la hora de hablar de andamiajes electorales exitosos? ¿Habíamos olvidado así, de ayer para hoy, todo ese conocimiento acumulado después de décadas de procesos exitosos? Luego de pensármelo un rato supe que nada de aquello debía sorprenderme. Porque, después de todo, la destrucción de cada una de nuestras instituciones ha sido continua y la hemos visto frente a nuestras narices con una indiferencia pasmosa. Sino, pregúntese, ¿aquí qué funciona?
¿El Departamento de Salud? No me lo parece. El desgaste histórico, el partidismo, el despido progresivo de empleados y la congelación de plazas nos han dejado solo un “carapacho” de aquello que una vez fue. El resultado está a la vista. Por más buenas (o malas) intenciones, la agencia no logra cumplir con las metas establecidas para los retos que se le presentan. Si no me cree, pase lista. A seis meses de la emergencia con el COVID-19 no ha podido articular una respuesta que sea capaz de anclarse en esa ciencia que allí debería ser la ley. Hoy, al igual que al principio de la pandemia, tenemos déficit de pruebas moleculares. Y aunque el discurso público dice que no tenemos pruebas moleculares “porque nadie en el mundo las tiene” un reciente artículo del Centro de Periodismo Investigativo en el que se evalúa el uso de pruebas en Latinoamérica, revela la verdad. Que Puerto Rico pertenece a un reducido grupo de países (junto a Perú y Venezuela) en donde se ha apostado a las pruebas rápidas en lugar de las moleculares. El resto del hemisferio ha comprado y utilizado las pruebas moleculares para diagnosticar. Mientras, ese mismo Departamento -a pesar de esfuerzos genuinos- no ha podido levantar un programa efectivo de rastreo de casos.
¿Funciona Educación? Tampoco. No lo ha hecho bien bajo circunstancias “típicas” y mucho menos ahora en esa emergencia permanente que nos ahoga desde hace años. La agencia ha preferido pagar multas diarias impuestas por el Tribunal en lugar de cumplir con los estudiantes de educación especial. No ha podido atemperar su currículo a los tiempos con políticas públicas contundentes que combatan nociones machistas y racistas desde el proceso educativo. Además,ha eliminado cursos de historia y bellas artes,y falla en conseguir que los alumnos pasen con buenos números las pruebas de aprovechamiento. Sobre la educación “online” ni hablar.
¿Funciona el Departamento del Trabajo? Iniciar una discusión sobre ese asunto es un microcuento con un final predecible.
¿Recreación y Deportes? Una pregunta que contestaré con otra. ¿Existe? Pregúntese y contéstese lo mismo sobre Familia, el CRIM, el sistema contributivo, Corrección y ’rehabilitación’, Policía, Manejo de Emergencias y la sombrilla sin sentido en la que se ha convertido seguridad pública. La misma criatura legal que no ha ahorrado ni un solo centavo al país pero le ha añadido una nueva capa de burocracia.
¿Funciona ATM? Pregunte a los hermanos de las islas municipio. ¿Y la AMA? ¿Y WIPR? ¿Y Emergencias Médicas? Ahora piense en el desempeño de la Junta de Calidad Ambiental y Recursos Naturales? ¿Qué tal Acueductos o Energía Eléctrica?
Es momento de aceptar que el Gobierno ha tocado fondo después de un proceso añejado durante años de indiferencia y turnos al mando que no han producido reformas profundas. Por eso, en esta coyuntura electoral nos toca a todos cuestionar y cuestionarnos. ¿Qué e slo que buscamos en aquellos y aquellas a las que pretendemos brindarles nuestro voto? La simpatía y la afiliación partidista no deben ser razones suficientes. Toca exigir propuestas específicas para reformar este aparato anquilosado que se supone que nos dirija. Reformarlo antes de que su ineficiencia nos arrastre al abismo irremediablemente.