Mientras escribo esta columna todo Puerto Rico espera por la decisión del Tribunal Supremo en cuanto a la validez de los votos emitidos el domingo 9 de agosto, la contabilización y publicación de los resultados, y la determinación de como habrá de concluir el proceso de votación. En medio de la discusión de los posibles escenarios no podemos perder de perspectiva de que trata la primaria que aún está por culminar. El compañero Giovanni Boschetti capturó la esencia de lo que está en juego en este evento electoral para todos los novoprogresistas en su columna “La lucha por el alma del PNP” publicada un par de días antes de la fecha en que comenzaría la votación.
Explicaba Giovanni que “la base del Partido Nuevo Progresista se apresta a decidir su futuro político, no solo por los próximos cuatro años, sino tal vez por una generación completa. Fuerte aseveración, pero por primera vez los electores del PNP tienen en sus manos decidir si quieren mantener el caudillismo o si por el contrario quieren limpiar la casa y demostrarle al pueblo de Puerto Rico que, a diferencia del PPD, la corrupción no es tolerable y no se va a meter debajo de la alfombra.
Aunque el “marquee race” del domingo será evidentemente la carrera por la gobernación, habrán importantes primarias para senadores, representantes y alcaldes que muy bien podrían definir si el PNP va a estar a la defensiva durante la campaña entre agosto y noviembre, viéndose en la embarazosa situación de tener que estar pidiendo renuncias de candidatos por enfrentar acusaciones criminales o si, por el contrario, van con una papeleta limpia. De igual manera, los PNPs tienen que decidir si quieren candidatos que representan el fundamentalismo religioso, que cada día es un sector más pequeño de la población, que utiliza los cargos públicos para propagar sus odios y sus prejuicios hacia ciertos grupos.
Si nos dejamos llevar por la historia, al PNP le gustan los líderes fuertes e intransigentes. Carlos Romero Barceló (1973-1993) y Pedro Rosselló González (1993-2009), los dos mejores ejemplos. Estos dos exgobernadores controlaron los destinos del PNP por un espacio de treinta y seis de los cincuenta y tres años de su existencia. Los líderes que se han considerado débiles, por ser más pragmáticos y menos fogosos, como Luis A. Ferré, Baltasar Corrada del Río, Carlos Pesquera, Leo Díaz y Luis Fortuño, han durado menos tiempo. Eso nos lleva a preguntarnos si el próximo domingo, los electores del PNP, quieren una candidata a la gobernación que representa los peores estilos del caudillismo (sin ninguna de las virtudes), como lo es la gobernadora Wanda Vázquez, o si prefieren a una persona que ha dedicado toda su vida a la lucha por la igualdad, con un estilo sereno, respetuoso y de búsqueda de soluciones, como lo es el ex comisionado residente Pedro Pierluisi. Tienen que decidir también si van a escoger una persona que, para llegar al poder y venderse como la gobernante más apolítica, expresó que la estadidad no era importante o si van a escoger una persona que presentó un proyecto ante el Congreso para, de una vez y por todas, acabar con la colonia puertorriqueña y que ha sido un estadista probo. Es una encrucijada porque, de una vez y por todas, la base del PNP tendrá que decidir si quiere ser un partido estadista o un partido que meramente administra la colonia”.
En espera de la determinación del Tribunal Supremo y pendiente de que culmine el proceso de votación me hago eco de las palabras de Giovanni cuando afirma que “el PNP se juega su vida, pero sobre todo su alma este próximo domingo”. Siendo un hecho incontrovertible que Pedro Pierluisi y todos aquellos candidatos que lo apoyaron llevan una amplia delantera en los comicios, confío que tal y como han hecho aquellos electores del PNP que tuvieron la oportunidad de expresarse el domingo pasado, por el bien del partido y del movimiento estadista los electores voten con la razón apoyando a aquellos candidatos que nos permitirán rescatar al PNP y poner a Puerto Rico en las manos más capacitadas.