El ejercicio electoral que acabamos de presenciar ha dejado resultados confusos. Una suerte de esquizofrenia electoral de la que, sin embargo, es posible llegar a múltiples líneas de análisis. El balance de ganadores y perdedores me parece que ha dejado un par de cosas claras.
La primera, que el elector boricua está en una suerte de transición. Está cansado de que le tomen el pelo y procura cambiar esos rostros que tienen el potencial de aspirar a cargos electivos. Pero aunque busca cambiar esos rostros, no estoy muy seguro que busque cambios drásticos, como muchos argumentan. Por lo menos no el votante primario de los principales partidos políticos. Y esa es la segunda lección de esta primaria. Le guste a usted o no -lo crea o no- Puerto Rico no cuenta con un electorado progresista, dispuesto a hacer grandes apuestas por ideas de avanzada para atender los grandes problemas que nos aquejan.
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Por lo contrario, nuestro electorado es conservador. Y usted dirá que me equivoco porque “Tata Charbonier se colgó”. Estoy convencido que el caso de Charbonier no es el mejor de los ejemplos. Charbonier, desde mi punto de vista, “se colgó” porque recibió el “beso de la muerte” de las autoridades federales poco antes de la primaria. De lo contrario, como en otras ciclos electorales, la abogada -y sus posturas- habrían sido validadas con el favor de miles de votantes.
Solo repase el perfil de los candidatos que lograron el voto de los electores primaristas y descubrirá que digo la verdad.
Comenzando por las papeletas a la gobernación. Tanto Pedro Pierluisi como Charlie Delgado Altieri son candidatos con posturas que pueden ser definidas como conservadoras. Eso puede ser bueno o malo (depende de a quién le pregunte) pero “es”. Si repasa los resultados de otras papeletas importantes no podrá hacer otra cosa que reconfirmar cuán conservador es el elector que participa en primarias.
Comience por la papeleta al Senado por acumulación en el PNP. La lista era encabezada por William Villafañe. Conservador. La segunda persona con más votos acumulados es Keren Riquelme, cantante de música cristiana y pastora asociada de una iglesia en Hatillo. A ella le siguen Gregorio Matías, Thomas Rivera Schatz e Itzamar Peña, todos ellos conservadores. En esa misma papeleta pero en el bando del Partido Popular encontramos un panorama similar, al menos en algunos de los primeros puestos. José Luis Dalmau y Brenda López de Arrarás también podrían ser descritos como conservadores, aunque otras figuras como Ada Alvarez y Luis Vega Ramos han exhibido posturas más liberales en lo que respecta a los derechos humanos y civiles.
Si continuamos analizando las papeletas en el lado de la Cámara por acumulación el panorama es similar. Por ello es poco probable que una Legislatura con mayoría absoluta roja o azul produzca proyectos de avanzada en materia de derechos civiles o propuestas radicales para combatir muchos de nuestros principales problemas.
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Ese resultado electoral primarista deja claro que esas nociones que en ocasiones se levantan desde la opinión pública muchas veces parten de premisas correctas. ¿Es realmente cierto que los principales partidos políticos buscan renovar su oferta? Yo diría que no. Si bien persiguieron renovar los rostros que se presentarán en sus papeletas de cara a los comicios de noviembre, sus propuestas no parecen ir encaminadas a enormes cambios con respecto a lo que ya hemos visto desde la Legislatura.
Eso probablemente responde a que el llamado “corazón del rollo” de los partidos principales está copmpuesto por personas que superan los 60 años de edad y que, en definitiva, en muchos casos por un asunto estrictamente generacional, exhiben posturas conservadoras y buscan que también las exhiban quienes le representen desde puestos electivos.
Otro asunto que también me parece evidente del resultado electoral es que eso de que Ricardo Rosselló es una figura “proscrita” en el escenario político local no corresponde con la realidad. Es un secreto a voces que Rosselló y sus seguidores impulsaron la canidatura de William Villafañe para el Senado y enfilaron sus cañones en contra de Wanda Vázquez en el proceso primarista. Un esfuerzo que también fue dirigido contra el antes todopoderoso presidente del Senado Thomas Rivera Schatz. Ese esfuerzo -silencioso pero efectivo- logró hacerle el daño suficiente a Rivera Schatz como para que no lograr una victoria con el lustre de antaño. También se argumenta que logró dar la fuerza suficiente a Villafañe como para elevarlo a la cima de los votos en el Senado.
De paso, para más de uno en el PNP Rosselló se apuntó una victoria indirecta con aquel famoso mensaje en redes sociales en el que, de manera casi “encriptada” pero lo suficientemente clara para el “buen entendedor” acusó a Wanda Vázquez de torpedear la continuidad de los proyectos heredados y, de paso, solicitar a los novoprogreisstas escoger una persona que pudiera gobernar efectivamente al país.
Esas son las realidades que nos hereda el proceso primarista. Por ello, la elección de noviembre será el escenario final para dilucidar cuán cierta es aquella noción que más de uno repite en la que se parte de la premisa de que los ciudadanos quieren romper de manera definitiva con posturas tradicionales. Aquella que augura una especie de gran revolución de las ideas. Una suerte de renacimiento criollo. Esos mismos partidos, quizá con mayor espacio en las papeletas a la Cámara de Representantes, también presentarán a los electores voces más alejadas de esa línea conservadora de la que antes hablábamos. Lo mismo sucede con candidatos independientes y nuevos movimientos políticos.
Será en noviembre, al calor del voto general y expuestos todos al fuego de votantes de todas las edades y trasfondos, que quedará establecido si aquello del cambio inevitable, la renovación de las ideas y la ruptura con el “establishment” es cierto o solo un buen libreto de ciencia ficción para nada anclado con los intereses de los electores. En tres meses tendremos las respuestas.