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Opinión de Julio Rivera Saniel: A recoger los pedazos; futuros alternos

"Ahora lejos de sentarnos sobre nuestro conformismo, creo que toca exigir remedios. Futuros alternos"

Blur classroom education background empty school class lecture room interior view with no teacher nor student (noipornpan/Getty Images/iStockphoto)

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Es doloroso admitirlo, pero es preciso reconocer que nuestras instituciones han colapsado y ahora nos queda recoger los pedazos. Me negaba a reconocerlo y -siempre en ánimo optimista- he procurado buscar instancias que me devuelvan la confianza en la oficialidad.

Pero ese ejercicio se ha vuelto doloroso porque -al pasar lista- la eficiencia es la excepción y no la norma. Vivimos apestillados con una dejadez que apesta a conformismo.

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Esta realidad ya ha venido dando señales de aviso. Como todo colapso, el de nuestro Gobierno se ha dado tras años de ineficiencia y desdén. Un dejar de hacer que ya nos pasa factura. Sobre esto he insistido en escribir por las pasadas semanas aun corriéndome el riesgo de sonar repetitivo. Nuestro Gobierno -su estructura- es hoy un despojo de lo que antes fue, incluso con sus faltas históricas.

Ahora lejos de sentarnos sobre nuestro conformismo, creo que toca exigir remedios. Futuros alternos.

Sentido de urgencia para comenzar a reconstruirlo todo. Porque todo debe estar sujeto a ser rearmado.

¿O cree usted que alguna agencia queda en pie? ¿Educación? Lo dudo mucho. Más allá de la situación de excepción en la que nos encontramos por la mala racha traída por la pandemia y los terremotos, nuestro sistema educativo hace mucho que dejó de ser eficiente. Sí. Existen escuelas “excepcionales”. De esas que todos quisiéramos para nuestros hijos e hijas.

Pero la excepción no puede ser la zapata del futuro de miles de niños y niñas. El currículo es obsoleto, la infraestructura deja mucho que desear y la estructura administrativa -aún contaminada con la maldita politiquería y sus bandos que viven en la eterna lucha por el control – tiene de estructura solo su nombre. ¿Cuándo lo repensamos? ¿Cómo lo hacemos?

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¿Ha comenzado el Departamento de Educación a diseñar un plan para remediar los enormes rezagos que la crisis actual dejará sobre los alumnos del Sistema Público? Porque los habrá. Aunque Educación intenta vender la idea de que todo está bajo control, no hay educador que se precie que no admita que los procesos educativos a los que se han visto expuestos nuestros niños durante los pasados meses dejarán enormes lagunas de aprendizaje. ¿Quién ha ideado con mínimo sentido de urgencia un plan para combatir esos rezagos y evitar a futuro una generación de analfabetas funcionales? ¿A alguien le importa lo suficiente como para ordenar la confección de un plan con urgencia? ¿O es que el país ha decidido tirar a miles de niños y sus futuros a pérdida?

Tome usted el componente de Desarrollo Económico. ¿Cuándo fue la última vez que usted vio un “plan de país”? ¿Cuál es la guía que establece las metas que debemos trazar para los próximos 20 años? Me parece -quizá me equivoque-que el último de esos esfuerzos fue el plan Puerto Rico 2025, para allá para comienzos de la década del 2000.

Se trató de una iniciativa con una inversión millonaria que aglutinó a expertos en un escenario multisectorial para intentar darle rumbo definido a los esfuerzos de desarrollo de nuestra economía, sin que estuvieran condicionados a los vaivenes electorales. A cinco años de esa fecha que entonces parecía lejana, aquel esfuerzo terminó en la basura. El partidismo lo boicoteó, como ya viene siendo costumbre.

¿Cuál es nuestro plan de desarrollo económico a futuro? Ninguno. Hoy nos golpea una situación de excepción, el Covid, pero a pesar de los pronósticos de que el 30% por ciento de las empresas locales no sobrevivirá esta prueba, causa rabia ver la lentitud con la que nuestras instituciones reaccionan para intentar dar forma a futuros alternos.

¿Alguien ha redactado un nuevo plan de desarrollo económico para que el despertar tras la burbuja del covid no nos tome por sorpresa?
¿Cuáles son los nuevos problemas y cuáles las nuevas oportunidades?

Iguales escenarios saltan a la vista cuando miramos a agencias como la Policía (que hace lo que puede sin agentes o recursos), Trabajo
(que gracias a la pandemia descubrimos que tiene un sistema de procesamiento de datos propio de la Edad Media), la Comisión Estatal de Elecciones (que se colgó en garantizar un proceso decente de primarias y que a una semana del cierre de la inscripción de votantes aún batalla con problemas para la impresión de tarjetas electorales y ausencia de materiales) o corporaciones como las autoridades de Energía Eléctrica o Acueductos y Alcantarillado que viven hoy las consecuencia de más de una década de abandono y falta de mantenimiento.

ASES, que administra el Plan de Salud del Gobierno opera con $400 millones de déficit desde finales de la década de 1990; Transporte Marítimo no logra poder administrar las lanchas a las islas municipio, DACO no tiene recursos ni humanos ni tecnológicos. Tampoco el Instituto de Cultura. Recursos Naturales y Calidad Ambiental no paran de ser cuestionadas -administración tras administración – sobre su falta de capacidad para hacer cumplir las leyes y reglamentos vigentes.

Un desastre tras otro. Un desplome casi absoluto que nos deja un Gobierno de excepciones. Un constante “vivir del recuerdo” de tiempos mejores que hoy, abiertamente, sirve de muy poco. ¿Seguimos aguantando?

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