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Opinión de Emilio Pantojas: De julio 2019 a noviembre 2020

El profesor Emilio Pantojas escribe sobre la nueva ley electoral de Puerto Rico y a quien le conviene para las próximas elecciones

La nueva ley electoral y las maniobras en la Comisión Estatal de Elecciones están diseñadas para dar el triunfo al PNP. Si ganan con truco, habrá protestas como en julio 2019. Aquí podría terminar esta columna.

Estas dos oraciones resumen el estado de cosas en la política puertorriqueña a menos de dos meses de las elecciones generales. No hay que ser politólogo, ni sociólogo, ni vidente para ver con claridad la intención detrás de la confusión y el caos que reina en la CEE.

El diseño es transparente para quienes conozcan la historia y el proceso político de Puerto Rico. Un referéndum estadidad sí o no, una nueva ley electoral a meses de los comicios, y un pelele incompetente designado para presidir y administrar un proceso complejo. No hay que creer en teorías de conspiración para descifrar la lógica detrás de este esquema.

El referéndum “estadidad sí o no” es, como en 2012, una carnada para atraer el voto estadista. Desde las elecciones del 2000 el patrón de voto PNP ha sido claro: cuando hay disgusto con el incumbente, decenas de miles de estadistas se abstienen de votar. Esto pasó en las elecciones de 2000 y 2012, dando victorias al PPD. Curiosamente, el referéndum de 2012 no obtuvo el resultado deseado, Luis Fortuño obtuvo sobre 149 mil votos menos que en 2008. Además, sin sanción del Congreso el resultado del referéndum no alterará el curso de (in)acción sobre el estatus en Washington.

La nueva ley electoral, que no es una reforma, abre la puerta para que votantes que ya no residen en Puerto Rico, pero están inscritos, puedan votar en las elecciones de la Isla. Si bien esto es ilegal, los mecanismos para detectarlos son débiles. Cabe señalar que esto sustituye la conocida práctica de pagar pasajes a votantes para venir a votar a la Isla. Curiosamente, el ingenio truculento puede resultar más costo eficiente y efectivo.

Finalmente, la concentración del poder en la CEE en el comisionado electoral del partido que obtenga más votos íntegros en la papeleta estatal, y no el del gobernador/a electo/a, es un claro intento de mantener el control del proceso electoral en manos del PNP. El PNP es la maquinaria política mejor organizada del país, montada sobre esquemas de patronazgo corrupto como los de empleados fantasmas y contratos fatulos, que han salido a la luz pública en los últimos meses.

La designación de un pelele incompetente como presidente de la CEE se pensó como un golpe maestro. Crear confusión y desasosiego en las primarias sería una manera de desestimular la participación electoral en los comicios de noviembre. El PNP entiende que, como en 2016, ellos pueden ganar con una mayoría plural. Ningún partido logrará el 50% del voto en 2020, pero los estrategas del PNP entienden que ellos son la “minoría” más numerosa. La desilusión, la apatía y la abstención de los electores descontentos causada por el caos beneficia al PNP.

Pero el tiro les salió por la culata. El pelele incompetente avivó el descontento y creó una crisis cuasi constitucional. Al principio el PNP arrastró los pies continuando con su estrategia, pero la protesta generalizada los obligó a negociar y buscar una solución de consenso. Los ciudadanos descontentos se inscriben para votar, los convocantes de julio de 2019 afirman su rechazo a la partidocracia y el proceso de realineamiento que se evidenció en 2016 se profundizará.

“Las revoluciones ocurren cuando la vida cotidiana se hace intolerable”. Esta afirmación—atribuida al sociólogo francés Henry Lefevre—describe muy bien las razones para las insurrecciones pacíficas de 2019 en Puerto Rico, Chile y Hong Kong, así como las del movimiento “Black lives matter” en Estados Unidos. El siglo veintiuno no es un siglo de revoluciones, pero sí de insurgencia pacífica por derechos humanos democráticos.

En Puerto Rico, el deterioro de las condiciones de la vida cotidiana iniciado con la recesión de 2006 llegó a su punto de ebullición en julio de 2019. Este cuatrienio ha develado el descaro y la insensibilidad de la clase política puertorriqueña desembocando en una profunda e irreparable crisis de legitimidad. Nadie confía en las instituciones del país. El PNP, el PPD, el gobierno y los medios corporativos han tratado de minimizar, si no enterrar, la importancia de lo sucedido en 2019 y restaurar el estatus quo ante.

Pero este es un nuevo Puerto Rico. En medio del caos continúa madurando el descontento. El caos de la CEE, paradójicamente, ha resultado en el esclarecimiento de la perversidad de la kakistocracia bipartita. Existe una conciencia generalizada de que el partido de gobierno intenta “robarse las elecciones”. Si esto ocurriera, si el partido responsable por el deterioro sin precedentes de la vida cotidiana del país perpetra ese acto antidemocrático, no nos extrañe que la gente vuelva a las calles en noviembre 2020.

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