Desde 80 Grados
Uno de los momentos que suele menospreciarse con mucha frecuencia en el movimiento independentista y socialista es la hora de evaluar un “logro”. A fuerza de tantos cantazos a lo largo de su historia, el movimiento ha desarrollado un reflejo automático de carácter negativo cuando tiene que ponderar alguna victoria parcial, algún avance. Entre algunos episodios emblemáticos, recordemos: cuando el Partido Independentista Puertorriqueño alcanzó 80,000 votos en 1976, que sumados a los del Partido Socialista Puertorriqueño acercaba al movimiento a 100,000 votos; la formación y el desarrollo del Movimiento Obrero Unido (MOU) que llegó a reunir los principales sindicatos del país y a generar un movimiento radical de clase de gran envergadura; un Madison Square Garden en 1974 lleno a capacidad en apoyo a la independencia de Puerto Rico, acto multitudinario que clausuró Juan Mari Brás y en el que participó Angela Davis, Jane Fonda y una nutrida representación de toda la izquierda norteamericana, o, digamos, cuando el Partido Socialista Puertorriqueño por poco elige a Carlos Gallisá y Mari Brás a la Legislatura. En todos estos casos, al logro le siguió una crisis.
En muchos otros se pondera el “logro” pero no se reconoce su impacto a largo plazo. Al filo de ciertos pesimismos, convendría reivindicar algunos de los avances más recientes en las últimas dos décadas: las luchas por Vieques, el Gasoducto y las cenizas en Peñuelas evidencian triunfos importantes fuera del área metropolitana. Las huelgas estudiantiles de 2010 y 2017 que sembraron la semilla del activismo en miles de jóvenes que salieron a votar el 3 de noviembre. La excarcelación de Oscar López Rivera, las nutridas y combativas movilizaciones feministas de los últimos años, los proyectos agroecológicos y de autogestión en muchas comunidades, las diversas luchas por los derechos humanos cada vez más frecuentes y sostenidas. Y, finalmente, los sucesos del Verano del 19, cuyo impacto resonó en Estados Unidos y en todo el mundo. Toda esa experiencia acumulada se revela de otro modo en noviembre del 2020: aparece con más claridad una oposición electoral al régimen colonial y neoliberal vigente.
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A veces, frente a los “logros”, además de ignorarlos o rebajarlos, se toman decisiones intrépidas o demasiado arriesgadas. Yo mismo ayudé a convertir una victoria en derrota cuando era líder estudiantil en el Colegio Universitario de Humacao en 1975. Se confunde el arrojo con un voluntarismo incontrolable que termina por llevar al movimiento a un callejón sin salida. Y no hablo solo de episodios espectaculares como son las huelgas. Los más conocedores de las prácticas del PSP o el PIP deben echar de menos las “escuelas de cuadros” para la formación de dirigentes –un trabajo bastante anónimo–, que se abandonaron a pesar de los extraordinarios logros que siempre reportaron. En lugar de la formación se prefirió la “acción”, como si fueran actividades incompatibles o excluyentes.
Frente a esa tradición en contra, es preciso reflexionar sobre los avances significativos de las izquierdas en Puerto Rico en este periodo electoral del 2020. Propongo una mirada optimista a partir de las cifras electorales y no de los meros deseos. Soy uno de los que siente que los avances se han infravalorado. Quizá esto se deba a que los resultados fueron para muchos un tanto inesperados. En cualquier caso, la gran pregunta es: ¿cómo reconocer el nuevo mapa de las izquierdas a partir del 2020, cómo se reconfigura ahora la oposición al régimen colonial y neoliberal?
A continuación me refiero específicamente a aquellas fuerzas que se sitúan en oposición al neoliberalismo y el colonialismo en Puerto Rico sin perder de perspectiva que allí también se cuecen algunas diferencias importantes. En otras palabras, no hablo de una sola comunidad, sino de “comunidades” –en plural– que integran un movimiento muy diverso y que podrían identificarse como de izquierdas en el sentido arriba indicado. Conviene aclarar que asumo los votos por candidatos independentistas y socialistas, y los favorables al MVC y el PIP, y una parte del respaldo al independiente Vargas Vidot, como votos afines en su mayoría a la transformación del país en alguna medida, sea por una ruta gradual o descolonizadora, socialmente de avanzada, y no como un “gesto” meramente de protesta.
En este sentido, convendría pensar las elecciones del 2020 como pensamos el Verano del 2019, no solo como una experiencia de “protesta”, sino también como una experiencia de “propuesta” donde el rol protagónico lo tienen ciudadanos y ciudadanas con un nuevo sentido de lo político. Fuera de líneas políticas tradicionales, se compartía una meta común: la renuncia de Ricardo Rosselló y la primacía de una moral pública básica: cero violencia contra la mujer y cero discrimen por género. Se hacía también una advertencia al autoritarismo y al blanquitismo del liderato político en general. Es difícil nombrar lo ocurrido, en parte porque no hay conceptos políticos del todo adecuados, pero en parte también porque el lenguaje popular (el performance) se impuso de una manera inédita, desde el perreo combativo frente a la Catedral hasta el discurso de Manuel Natal frente al Capitolio, justo cuando empezaba la jornada del Verano de 2019, en el que describió a la mayoría de los legisladores como una “partida de cabrones”. Esa tarde, convocada por las agrupaciones feministas tan protagónicas en ese momento, tuvo un punto culminante en la voz de Danny Rivera. Una canción transformada en himno por el movimiento independentista y socialista desde hace muchos años conmovió a la muchedumbre:
Yo quiero un pueblo,
que ría y que cante,
yo quiero un pueblo que baile en las calles…
yo quiero
un pueblo que ame.
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En resumen, nadie nos quita lo vivido en el 2019… ni el 2020.
La convergencia por el “cambio social” se presenta en estas elecciones como un abanico muy amplio, desde opciones parciales –como podría considerarse el voto por candidaturas– hasta decisiones más calibradas –digamos, el voto íntegro por el PIP o el MVC. Las cifras acumuladas por los candidatos de estos dos partidos identificados con la “descolonización” y la lucha contra el “neoliberalismo” son muy altas. Asistimos, en el fondo, a un cambio de mentalidades, a una transformación del sentido común que imagino como un mosaico vivo donde una de las regiones puede estar representada por el feminismo radical que convocó el Verano del 2019, otra por Bad Bunny, René Pérez y Ricky Martin; la siguiente por Lúgaro, Natal y el MVC, hasta un Partido Independentista que tiene en Dalmau el rostro de una renovación convincente.
Ese cambio cultural no llega del cielo. De seguro están implicados en ese desplazamiento por el cambio todos los esfuerzos, muchos anónimos, en cada uno de los frentes de la vida nacional, sea en asociaciones o sindicatos, proyectos comunitarios o económicos, encuentros temáticos o reclamos históricos como los que se libran por la mujer o en la educación, los derechos humanos, los asuntos ambientales o laborales. Esa elasticidad es la que nos permite hablar de una nueva oposición al régimen colonial y neoliberal vigente.
Tomo prestada una cita de Hannah Arent para los comentarios que siguen:
Comprender quiere decir…
…mirar la realidad cara a cara y
hacerle frente de forma desprejuiciada y atenta,
sea cual sea su apariencia.
—Hannah Arendt (recuperado por Oscar Dávila del Valle)
Veamos:
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En el 2020 se eligieron tres candidatos al Senado con este perfil de izquierda, dos por el MVC y uno por el PIP. María de Lourdes Santiago obtuvo 132,208 votos en un contexto donde había, al mismo tiempo, mayor variedad y convocatorias parecidas a las de ella. Recibió 2,000 votos más que Dalmau en 2016. La candidatura del PIP al Senado lleva acumulando cifras parecidas en las últimas cuatro elecciones. Esa continuidad histórica me hace pensar que en su abrumadora mayoría son independentistas. Ana Irma, conocida independentista, feminista, portavoz histórica de la comunidad LGBTQ+, obtuvo 67,139; Bernabe, independentista, socialista y exlíder sindical, obtuvo 62,926. Al Senado se puede seleccionar dos candidatos por acumulación a la vez, así que pasemos a sumar el voto por Ana Irma para acercarnos a una cifra más real. El resultado de los votos por María de Lourdes y Ana Irma suma 199,347. Una variable por considerar que aumentaría considerablemente este estimado es el voto por Chaco Vargas Vidot, que asciende a 67,151. Entre ellos debe haber una buena cantidad de votos simpatizantes del cambio social y la independencia. Si sumáramos sólo una tercera de los votos por Vargas Vidot al total del “voto alternativo” independentista-socialista-simpatizante en el Senado, entonces lo acumulado se elevaría a 221,506.
Candidatos del “cambio” con un perfil independentista
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Sólo se puede votar por un candidato a representante por acumulación. Denis Márquez obtuvo 122,973 y Mariana Nogales 85,227. El “voto alternativo” suma aquí 208,200. Por su parte, José Bernardo Márquez, candidato estadista del MVC, obtuvo 65,682, y entre esos es muy probable que haya muchos independentistas por el efecto acumulativo del voto íntegro. Todo este «voto alternativo» suma 273,882. Aunque se requiere algo más de escrutinio, pues no necesariamente todos los votos por Denis y Mariana responden a las mismas razones (puede pensarse, por ejemplo, que Mariana arrastró un apoyo feminista a diferencia de otros), y es difícil identificar los que votaron por Bernardo, sostengo que es plausible pensar que entre ellos hay alrededor de 220,000 independentistas y/o gente que se identifica por la descolonización y el cambio social, tal y como se refleja en el voto al Senado por los candidatos del PIP y el MVC junto a la porción correspondiente a Vargas Vidot.
Candidatos por el “cambio” con un perfil independentista
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Los votos por Lúgaro, que obtuvo 176 mil, no dejan lugar a dudas que están inscritos en el amplio abanico descrito arriba. La candidata del MVC se proyectó comprometida con el cambio social y repetidamente se ha identificado como independentista. Se acompañó además de candidatos identificados claramente con la independencia, como es el caso Ana Irma, en primer lugar, y algunos con el socialismo como es el caso de Bernabe y Mariana. Si bien su compañera de papeleta era “estadista”, el balance electoral favorable al PNP descarta un voto sólido de estadistas por el MVC. Cuántos de esos votos se identifican con la descolonización desde una perspectiva independentista no lo sabemos con exactitud pero consideramos plausible estimar, dadas estas circunstancias, que por lo menos 2/3 partes de esos 176 mil votos por Lúgaro provienen de ese sector, visto desde una perspectiva muy amplia: la base original de independentistas y activistas que formó el MVC en primera instancia, los no afiliados, los ex-abstenidos, la gente que abandonó el “voto útil” por el PPD y la sangre nueva de muchos jóvenes curtidos en las luchas universitarias y sociales del país.
El voto íntegro del PIP se triplicó y ascendió a 70,000, al tiempo que Dalmau se acerca a los 170,000. Si tomamos en consideración las campañas de miedo y toda la mitología negativa fabricada alrededor de los independentistas debería considerarse que la mayoría de esos votos son independentistas o simpatizantes, pero muy difícilmente estadistas o colonialistas complacidos con la situación actual o ajenos a buscar un cambio social. Es probable, además, que se haya superado en buena medida el déficit de atención que provocaba el PIP en elecciones pasadas. Cabe subrayar, por un lado, la proyección más juvenil, lúdica y energética de Dalmau, su candidato a Gobernador; y por el otro, el profundo calado que tuvo el llamado a fortalecer un “instrumento independentista”, lo que sacó de su indecisión electoral a decenas de miles de posibles abstenidos o que históricamente se desviaban al PPD bajo la forma del “voto útil”.
Así, pues, es plausible estimar, considerando también el voto legislativo y sus variables, que hay 120 a 140 mil independentistas- socialistas-o-simpatizantes que votaron por Dalmau, y de 120 a 140 mil independentistas-socialistas o simpatizantes que votaron por Lúgaro y el MVC. Todo lo cual nos lleva a estimar un respaldo electoral de alrededor de 240,000 personas por una o alguna de las variantes de la lucha independentista, la descolonización y el cambio social.
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Finalmente, para estimar de manera más exacta la convergencia descrita anteriormente, hace falta considerar el “total de abstenidos” y el total de la gente que hizo uso del “voto útil” por el PPD. En todo caso, aunque el PPD atraiga varios miles de electores de izquierdas, en las elecciones del 2020 esto se desinfló significativamente.
A esta consideración habría que añadir cómo operó en el ánimo del electorado el llamado a votar contra el bipartidismo, “cualquier cosa menos PNP y PPD”. Dada la identificación tan fuerte de esos dos partidos con la condición colonial de Puerto Rico, un voto contra el bipartidismo puede considerarse un voto contra la colonia. Este razonamiento puede haber auxiliado también otro tipo de “voto útil”, es decir, muchos penepés que aprovecharon la oportunidad para desligarse de su partido y dejarle saber que la corrupción y el oportunismo tienen un límite.
Conclusión
No se pueden menospreciar los avances de la lucha por la descolonización y el cambio social. Un recorrido por los resultados de estas elecciones revela un respaldo al “cambio” que podría estimarse en alrededor de 240,000 personas o más.
Los resultados del 2020 son muy peculiares porque el “voto alternativo” se hace más evidente. En las elecciones pasadas muchos quedaban sumergidos en el PPD, ignorados en la abstención, algo visibles en los dos candidatos históricos del PIP y Vargas Vidot a la Legislatura y, finalmente, una minúscula representación de los socialistas. Todo esto quedó atrás. El MVC se presenta como una tercera fuerza electoral con un futuro prometedor y dos líderes jóvenes de estatura nacional –Lúgaro y Natal– dispuestos al drama político desde coordenadas no tradicionales. Elige cuatro legisladores de manera indisputable, a lo que debe sumarse la brecha histórica que se abre en San Juan. El PIP, por su parte, sale fortalecido y con bríos que no conocía desde hace muchos años, a lo que se suma un liderato con gran reconocimiento público en Denis Márquez, María de Lourdes Santiago y Juan Dalmau. Para el 2021 en adelante, esta galería de líderes, todos con la oportunidad de una gran proyección nacional y de combinar sus energías y proyectos particulares con más éxito que nunca desde la Legislatura, se completa con Eva Prados (¡éxito en el recuento!), Mariana, Bernabe, Ana Irma, Bernardo Márquez y Vargas Vidot.
Los resultados electorales del 2020, en resumen, reconfiguran el mapa de las izquierdas: además de los dos legisladores electos por el PIP, cuatro de los cinco candidatos electos por MVC se identifican como independentistas y activistas del cambio social, a los que habría que sumar al independiente Chaco Vargas Vidot. La elección de Bernardo Márquez, que se declara estadista pero apoya la “agenda urgente” de cambio social que propone MVC, sugiere posibles cambios en el llamado ‘obsoleto paradigma del status’, en la medida que abre la puerta a nuevas convergencias entre estadistas e independentistas (si no es que Márquez salta a la independencia antes). La elección de Rodríguez Veve y de Burgos Muñiz a la Cámara, por un partido muy conservador, de inspiración religiosa y moralista, se suma a la diversidad que se gana también en el 2020.
El bipartidismo no está derrotado, al parecer, dada la fuerza que exhibe el PNP capaz de elegir a un líder en desgracia en su propio partido, de expediente corrupto y una trayectoria servil a la Junta de Control Fiscal. La fuerza más prometedora, en cambio, se encuentra en las izquierdas y una población descontenta que se movilizó energizada por el MVC y el PIP, entre ellos, muchos jóvenes herederos de las experiencias huelgarias universitarias recientes, sectores diversos de una población adulta muy plural en perspectivas ideológicas, afiliados o no afiliados pero curtidos en múltiples luchas sociales y políticas que pasan por el feminismo, la defensa del ambiente, los proyectos de autogestión y otras formas de solidaridad y acción, todos los cuales se han ido definiendo, desde el verano de 2019, por un cambio político de mayor envergadura. Lo que estaría en juego para el futuro no son los resultados electorales de cada cual, sino la convergencia y el cambio de mentalidades que permite aspirar a una verdadera transformación del país en un contexto de lucha global contra el capitalismo neoliberal y el colonialismo, y que ese camino sea viable.