Para muchos, el segundo juicio político de Donald J. Trump es algo como la secuela de una mala película, una secuela que nadie esperaba ni quiere. Inclusive en el Congreso, muchos han expresado cansancio y escepticismo sobre el proceso del juicio en la medida que entienden que solo sirve para alimentar la insaciable necesidad de atención del expresidente y la incansable necesidad de los medios de aumentar sus ratings y obtener clics.
Pero cualquier impulso hacia pasar la página en cuanto al ataque al Capitolio de los Estados Unidos avivado y dirigido por Trump, en aras de que no se siga hablando del expresidente seguramente se extinguió este pasado martes en la mente de todo ser racional. Sin embargo, no fueron los argumentos legales sobre la constitucionalidad del juicio los que presentaron el caso más sólido para continuar con esta saga, y no fueron las lecciones de historia.
Lo que cristalizó de que trata este juicio fue el video presentado al inicio de los procedimientos.
Allí estaba nuevamente, ese infame día de enero, revivido en las pantallas de la cámara del Senado de los Estados Unidos y en las pantallas de televisión y de los celulares de todo el país. El presidente Trump instó a sus seguidores a marchar hacia el Capitolio, advirtiéndoles: “Si no luchan como si fuera el fin del mundo, ya no tendrán un país”.
A juzgar por la reacción en las redes sociales y por los comentarios en programas de análisis de noticias, se coincide en que el video dio vida al asalto al Capitolio tan vívidamente como el día en que ocurrió, tal vez más. Las imágenes fueron sorprendentes no solo porque nos recordaron que sí, eso realmente sucedió. En los Estados Unidos de América. Hace solo un par de semanas. Sino que también sorprendió porque nos recordó cuán fácilmente quedamos distraídos por los interminables ciclos de noticias, olvidando en muy poco tiempo lo terrible y peligroso que fue ese día.
Simple y sencillamente tenemos períodos de atención cortos, incluso para lo que es terrible. Diariamente consumimos noticias sobre sucesos lamentables que reemplazan las que hemos consumido en días previos y de paso las eliminan de nuestras mentes y conversaciones. Es mucho más fácil pasar a discutir sobre cosas, como los anuncios del Super Bowl, el reinicio de las clases o temas relacionados al covid-19.
El video nos devolvió a la realidad, a la urgencia. Nos dejó claro de que trata el juicio y porque debe los congresistas tienen el deber de proceder hasta las últimas consecuencias.
Y es que en este segundo juicio está en juego el futuro, no el pasado. No es la secuela de una historia que terminó. Es el momento culminante de esta extraña saga estadounidense, en la que un presidente alentó un asalto al Capitolio con miras a mantenerse en el poder. La presidencia de Trump no terminará por completo hasta que su comportamiento y sus consecuencias se tengan plenamente en cuenta en el registro oficial del gobierno, hasta que cada senador se vea obligado a tomar una posición.
Y recordemos: este juicio no se trata esencialmente de Donald Trump. Se trata de nosotros, quiénes somos y quiénes queremos ser. No se trata principalmente de castigarlo. Se trata de protegernos a nosotros mismos, nuestras leyes, nuestro país.