El asunto es uno de esos asuntos que todos sabemos. Es uno de nuestros grandes problemas, pero fallamos en entender su gravedad hasta que sus efectos nos tocan de cerca. Hablo de la escasez de policías que no ha hecho otra cosa sino convertirse en una de esas bolas de nieve que solo gana tamaño con el paso del tiempo. Con el asunto venimos familiarizándonos más de un cuatrienio. Pero a veces luce que –como colectivo- no ocupa una posición prioritaria. Solo lo hace cuando nos impacta de manera directa, o cuando sus efectos logran salir del anonimato y convertirse en eje de discusión pública. Esta semana arranca con al menos dos muestras de la evidente escasez de agentes. La primera, el accidente de tránsito ocurrido en la carretera 874 en Canóvanas el pasado sábado. Allí murió un hombre cuyo carro cayó al agua al Río Grande de Loíza. Según testigos –y como posteriormente admitiría la propia Policía- el accidente fue reportado mediante llamada de emergencia al 9-1-1 a eso de las 3:30pm. Sin embargo, los agentes de la policía llegaron una hora más tarde. Antes fueron dos ciudadanos los que se lanzaron al agua y lograron sacar al hombre, aún con signos vitales, para morir pocos minutos después. Se mantuvo sumergido en el agua por cerca de 45 minutos. La verdad es poco probable que una persona en esas circunstancias pudiera sobrevivir más allá de cinco minutos dentro de un cuerpo de agua. Sin embargo, el que pasara una hora desde que se reportó la llamada hasta que los agentes llegaron al lugar ayudó a colocar el dedo sobre la llaga. La unidad de buzos de la policía no estaba actividad a la hora de los hechos porque simplemente los agentes que forman parte de ella (ocho) o ya habían cumplido con su turno o estaban en su día libre. Sería inhumano o irreal pretender que todos los agentes trabajen todos los días, a todas horas en todos los turnos. Pero según el jefe de la división lo ideal es que el equipo está compuesto por lo menos 12 de estos agentes especializados. Quienes finalmente acudieron a la escena llegaron cuando pudieron. Algunos de los agentes salieron de puntos tan lejanos a Canóvanas como Las Piedras. Imposible pretender inmediatez.
Otro caso llegó a nuestra atención tan cerca como el lunes. Ese día, una familia de Orocovis reportó que su hogar había sido baleado. Y lo fue. Al llegar al lugar vimos como los impactos de bala eran evidentes en los dos vehículos estacionados frente a la casa, las paredes, las puertas y las ventanas. Pero aunque la familia llamó a la policía a cerca de las 3:00am los agentes llegaron a la escena una hora más tarde. Si el escenario en Orocovis es como en el resto de los municipios del país, seguramente hay poco más de un par de agentes por turno que hacen lo que pueden. Al mediodía del lunes los agentes de la Unidad de Homicidios de la Policía todavía no llegaban para mirar la escena, recopilar información y hacer entrevistas. La familia sospechaba de un responsable y dio el nombre a las autoridades, pero ningún arresto o citación se había producido.
Y así, ponga a andar sus neuronas y recordará múltiples incidentes que nos recuerdan que los policías escasean de manera peligrosa. Ya sabemos cuál es el problema. Su compensación es baja, no tienen retiro digno y, para colmo de males, no hacemos nada para corregirlo. Para la Junta de Control Fiscal el asunto no parece ni hacerle cosquillas. Mientras algunas de sus figuras ocupan escoltas múltiples hasta para acudir a conciertos, el ciudadano promedio no puede contar ni siquiera con la posibilidad de que sus querellas sean atendidas con prontitud. En la escala de prioridades primero van el pago de cerca de $400 millones en gastos y la identificación de dinero para el pago de deuda que garantizar las condiciones para que al menos, dentro de un escenario de extrema estrechez, recortes e incertidumbre, podamos garantizar con los hechos lo que con la palabra nos encanta cacarear. “Este es un país de ley y orden”. Ahora, por favor, hágame una de vaqueros.