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Opinión de Alejandro Figueroa: La celebración de la colonia

El abogado estadista ilustra la actitud de personas en el gobierno con la escena de Titanic donde la orquesta tocaba violines mientras el barco se hundía.

Aquellos que aborrecemos el estatus colonial que mantiene a Puerto Rico en una relación indigna con los Estados Unidos hemos advertido por décadas que tarde o temprano el sistema colapsaría y que el pueblo sufriría las consecuencias. Lamentablemente ese momento llegó y es evidente que la colonia no aguanta más. Lo peor de todo es que el colapso del ELA ha llegado en momentos que las personas que ocupan las posiciones de poder en el Gobierno de Puerto Rico carecen de la capacidad para reconocer que ya no pare más y en cambio nos recuerdan la famosa escena de la película Titanic donde la orquesta continuaba tocando violines, mientras el barco se hundía, como si nada estuviera pasando.

Por muchos años se nos ha tratado de adoctrinar en cuanto a las “virtudes” del ELA y cómo el sistema en el que vivimos es “lo mejor de dos mundos”. Con el tiempo, las bolas de humos, los espejismos y las falacias han quedado al descubierto. De hecho, en escasos meses Puerto Rico, al no contar con el poder que brinda la representación de dos Senadores y unos cuatro Representantes en el Congreso se enfrenta posiblemente a que el Plan de Salud del Gobierno se quede sin dinero para la cubierta médica de sobre 1.4 millones de personas que residen en la isla. Lo que es peor, en vez de utilizar los recursos del Estado para atender estos asuntos en la capital federal, el liderato legislativo del PPD utiliza el dinero de los constituyentes para contratar cabilderos que se dedican exclusivamente a desprestigiar a Puerto Rico como estrategia para retrasar la estadidad.

Ha quedado evidenciado que el modelo económico del ELA dependía principalmente de los beneficios contributivos que el Congreso le otorgaba a ciertas empresas americanas que operaban desde la Isla. Una vez el gobierno federal decidió poner fin a ese tipo de incentivos, dada la relación colonial entre PR y Estados Unidos, el Gobierno de Puerto Rico no contó con mollero alguno para detener dicha determinación. Como toda colonia, estuvimos a la merced de la determinación unilateral de la metrópolis.

Desde entonces, la falta de herramientas para desarrollar incentivos económicos que compitan con otras jurisdicciones han provocado que nos quedemos atrás y vemos países que antes mirábamos por encima del hombro, como Republica Dominicana, pasándose por el lado y desarrollándose.

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