La opinión del presidente Joe Biden sobre la suspensión de un mes de la velocista estadounidense Sha’Carri Richardson por consumo de marihuana fue muy similar a la de ella y, en mi opinión, correcta en su totalidad. Tal y como explicó Biden al ser abordado sobre el tema “Las reglas son reglas y todos saben cuáles son las reglas”. Ahora bien, si esa debería seguir siendo la regla es un tema diferente que definitivamente hay que abordar.
Pero a medida que el colapso de la prohibición de la marihuana continúa a buen ritmo en los Estados Unidos, el problema de enfrenta Sha’Carri es inevitable. Ahora que el 44% de los estadounidenses viven en estados dan un trato al cannabis similar al que hasta ahora se le había dado al alcohol, la distinción persistente entre estos dos “intoxicantes” tiene menos sentido que nunca.
Richardson, quien dio positivo por un metabolito inactivo del THC durante los US Olympic Trials el 19 de junio, dijo que usó cannabis en Oregón, donde los votantes aprobaron la legalización en el 2014, después de enterarse de la muerte de su madre biológica. Si hubiera reaccionado tomando una copa o dos, esa decisión no habría tenido impacto alguno en su carrera atlética.
Pero según el Código Mundial Antidopaje de 2021, que aplica la Agencia Antidopaje de los Estados Unidos (USADA), el THC se considera un “substance of abuse”, así designado porque “se abusa de esta con frecuencia en la sociedad fuera del contexto del deporte”. Aunque obviamente se podría decir lo mismo del alcohol, este no se considera una “substance of abuse”.
Contrario a lo que se podría asumir, la infracción de Richardson no tuvo nada que ver con el “dopaje” como se suele entender, ya que la USADA admite que su consumo de cannabis “no estaba relacionado con el rendimiento deportivo”. El resultado positivo de su prueba tampoco indica que estuvo bajo la influencia de cannabis durante la competencia, ya que el metabolito del THC citado por la USADA puede detectarse en la orina de un consumidor de cannabis durante días o semanas después de la última dosis.
No obstante, el consumo de cannabis de Richardson tuvo graves consecuencias. Anuló su primer puesto en las pruebas de 100 metros, haciéndola inelegible para ese evento en los Juegos Olímpicos de este verano, donde tendría una buena oportunidad de ganar una medalla de oro.
La USADA dijo que la suspensión de Richardson se redujo de tres meses a uno porque su uso de cannabis ocurrió fuera de la competencia y no estaba relacionado con el rendimiento deportivo, y porque completó con éxito un programa de asesoramiento sobre su uso de cannabis. La idea de que Richardson necesitaba asesoramiento debido a su respuesta perfectamente comprensible a la muerte de su madre, como si esa decisión la revelara como una drogadicta incipiente, es irracional, ilógica e insultante.
Otras organizaciones atléticas han reconocido que las reglas arbitrarias como las de la USADA ya no pueden justificarse (si es que alguna vez pudieran). En 2019, la Liga Nacional de Hockey y la Major League Baseball dejaron de realizar pruebas de cannabis a los jugadores.
Las empresas también se están adaptando a la nueva realidad del cannabis ampliamente legal. El mes pasado, Amazon, el segundo empleador privado más grande de la nación, anunció que ya no haría pruebas de cannabis a los solicitantes de empleo y, en cambio, trataría el consumo de cannabis de la misma manera que el consumo de alcohol.
Revocar la prohibición federal de la marihuana simplificaría enormemente decisiones como estas. Pero dado que Biden se opone a ese cambio y los legisladores demócratas que favorecen la legalización no están haciendo un esfuerzo serio para atraer el apoyo republicano, parece poco probable que esto suceda pronto.