En días recientes hemos sido testigos y, en cierto sentido víctimas inocentes, de los efectos que tienen las huelgas, protestas y otros tipos de manifestaciones en nuestras vidas. Por un lado vimos como el gremio de trabajadores Frente Amplio de Camioneros de Puerto Rico realizó un paro de labores luego de que la Junta de Supervisión Fiscal informara que no daría paso al reglamento del Negociado de Transporte en el que se aprobaron incrementos a las tarifas que rigen el acarreo en la isla. Por otro, vemos como en los principales muelles de la capital se da el tranque de operaciones de desembarque de la carga por una disputa entre la unión de trabajadores International Longshoremen’s Association y la empresa Luis Ayala Colón, por un conflicto sobre los términos y condiciones del convenio colectivo.
Todos y cada uno de estos conflictos y los consecuentes tranques, paros y protestas nos impactan como ciudadanos aún si no estamos directamente involucrados. En el caso del paro de los camioneros vimos como se detuvo la entrega de combustible y empezó a escasear en las estaciones de gasolina a nivel de toda la isla. En el caso del paro en los muelles, vemos como empiezan escasear desde los bienes de primera necesidad como la materia prima para la empresas de manufactura que operan en la isla.
Sí, existe la libre protesta, todos tenemos derecho a la libre protesta pues somos una jurisdicción en la que funciona el Estado de Derecho, la democracia, las libertades y siempre habrá grupos de choque, sindicatos y asociaciones que hagan la contraparte de los gobiernos, siempre. En Puerto Rico y el resto de la Nación Americana no somos ajenos a estas situaciones. Todos los días presenciamos en los medios protestas que ocasionalmente realizan bloqueos de calle y complica el tráfico vehicular o la entrada a algún edificio.
Por décadas, hemos visto como en la Universidad de Puerto Rico se han organizado protestas de choque, protestas que cierran calles o se toman las instalaciones de la universidad, ahora los grupos de choque cierran sin previo aviso las principales avenidas, paralizan el libre comercio y complican a muchos todo con la excusa de querer exigir sus derechos.
Ante esta realidad, debemos reflexionar: ¿Dónde terminan mis derechos y comienzan los de mi prójimo? ¿Acaso realizando una protesta en la que se complica a los otros es una forma correcta de exigir los derechos? ¿Socavando los derechos de los otros?
Es una discusión muy compleja, pero los sindicatos y todas las organizaciones que pretenden exigir sus derechos deben entender que los derechos se exigen por vías pacíficas, hay formas por normas y de convivencia en las cuales se puede exigir el cumplimiento de derechos, eso sí, los derechos van paralelamente con los deberes y parte de los deberes es el respeto al prójimo. Hasta tanto no se tome en consideración ese respeto que se le debe al prójimo será poco si alguno el que recibirán los que protestan de parte de la ciudadanía en general y por ende se verán obligados a abogar por sus causas de manera individual sin contar con la fuerza del colectivo.