Las conductas sociales que se imponen basadas en nuestro sexo se conocen como el género. El género incluye construcciones socioculturales que han sido impuestas. Que solo las niñas puedan jugar con muñecas -porque serán madres y cuidadoras- parte de la premisa errónea de que los niños no deberán también participar del acto natural de apego y cuidado con su hijo o hija, con sus familiares y amistades, y por tanto, mediante el juego con muñecas aprender que también participarán en igualdad del cuidado y la crianza.
Estas tareas socialmente necesarias no deben ser impuestas por género. Sin embargo, esa imposición sociocultural a las mujeres, nos pone en desventaja -social y económica- porque tenemos que asumir labores no remuneradas aun cuando son socialmente necesarias: cuidar a las personas mayores, a la niñez, asumir tareas de limpieza y de preparar alimentos, entre otras. Son muchos los ejemplos. Las mujeres no podían ejercer el derecho al voto bajo argumentos falsos y discriminatorios: nuestros cerebros eran inferiores a los de los hombres, descuidaríamos las tareas del hogar, la política es cosa de hombres o que las mujeres no querían votar. La sociedad le ha impuesto unas características a las mujeres y otras a los hombres, exclusivamente por su sexo.
Pero no es cierto que las mujeres y los hombres deban incurrir en ciertas conductas únicamente por su sexo. Cuál profesión escoger, qué tipo de ropa vestir, si debe casarse, si debe parir o adoptar, si el pelo debe ser largo o corto, no debe determinarse por nuestro sexo. Por eso luchamos por la equidad de género. Para lograrlo debemos reflexionar, debatir, pensar si en efecto una persona, independiente de su sexo, tiene las mismas oportunidades que otra -los hombres en este caso- si decide ser pelotera, científica, senadora, celadora o bombera. Sólo analizando las desventajas sociales y económicas de los distintos géneros podremos identificar cuáles conductas sociales y culturales están basadas en prejuicios. Quienes quieren mantener a las mujeres y a los hombres en roles de género basados únicamente en el sexo y no en nuestra humanidad, amenazan nuestros derechos y nuestras libertades como seres humanos. Pero tengan la certeza de que -como dice la histórica consigna antifascista- no pasarán.