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Opinión de Julio Rivera Saniel: La tormenta perfecta

El periodista Julio Rivera Saniel utiliza su nueva columna para escribir sobre como la crisis afecta los diferentes servicios

Seguro que para muchos se trató de un caso más. Otro de esos asesinatos que tristemente han dejado de ser “noticia” ante los ojos de muchos porque se han convertido en la norma y no la excepción. Al cubrir este caso, sin embargo, descubríamos que había algo particular, no era un criminal típico. La víctima era una mujer de 75 años identificada como Nilda del Carmen Nuñez Lopez. El asesino, su propio hijo de 48 años identificado como Roberto Delgado Nuñez.

“Es un animal”, leía uno de los comentarios escritos en redes sociales en reacción a la noticia. Se equivocaban. Era paciente de salud mental.

Según los familiares, el hombre había sido diagnosticado con esquizofrenia y no recibía un tratamiento consistente. Ya antes había apuñalado a su madre que, entonces, vivió para contarlo. La mujer no quiso denunciarlo porque se trataba de su hijo y le sabía enfermo. En tiempo reciente, el hombre se había tatuado la estrella de David en el rostro y la pintó en diversos puntos de su casa. Según una tia, creía haber sido enviado por Dios a la Tierra y su madre “era el maligno”.

Como este caso, otros tantos han ocupado titulares y han pasado sin llamar la atención. Una nota policiaca más. Otro asesino más. Todos nos han estado enviando señales que nos hemos rehusado a reconocer y que gritan al unísono que la isla vive una profunda crisis de salud mental para la que no hay ni el interés del Estado ni los recursos para atenderlo en medio de esta década de recortes y austeridad promovida por la Junta Fiscal. Cualquier dinero se lo chupa la deuda con ese apetito voraz que amenaza con dejarnos solo un cucurucho de país. El lunes, el director de la Administración de Servicios de Salud y Contra la Adicción (ASSMSCA), Carlos Rodríguez Mateo, me enumeraba en Radio Isla datos que abonaban a esa bandera de alerta que nadie quiere ver. Después de todo, en Puerto Rico hemos llegado al punto de romantizar la resiliencia. De llegar al entendido general (tal vez por no tener otro remedio) que ser supervivientes es lo que estamos destinados a ser. PRimero, más de una década de recortes presupuestarios y despidos. Más tarde la devastación de los huracanes Irma y María. Y terremotos y pandemias. Y la recuperación que nunca llega; la crisis que se extiende y se convierte en la norma y no la excepción. Pero ese nuevo estado de normalidad trae consecuencias.

Según esa agencia, en 2017 después de María la Línea PAS reportó 118.684 llamadas, de las cuáles 33,804 fueron de personas que mostraron un comportamiento suicida. El asunto solo agravó.

En 2019, en plena pandemia, esa línea recibió 170 mil llamadas.Un anno después recibió 922 mil. Casi un millón de almas en atribulación y en clara búsqueda de ayuda. Ahora, en 2021, el escenario sigue siendo preocupante y supera lo ocurrido tras María. Según Rodríguez, en lo que va de anno PAS ha reportado 186 mil llamadas y aun falta un trimestre. El funcionario está convencido de que la isla vive una crisis de salud mental sin precedentes cercanos, a la que se suma lo que asegura ha sido un aumento en el consumo de alcohol y drogas. A eso, la falta de recursos. Los recortes presupuestarios (otra vez los recortes) han dejado un sistema de salud deficiente en lo que respecta a la Salud mental. Un proveedor privado con señalamientos de deficiencias crasas y enormes esperas aun en momentos de crisis, insuficiencia presupuestaria en el programa de Hogares y pocos recursos en nuestros tres hospitales psiquiátricos. La tormenta perfecta.

Supongo que, al igual que las crisis en seguridad y bienestar social toca que se nos repita la misma premisa: no hay dinero porque hay que pagar la deuda. Y aunque es cierto, me pregunto: ¿A qué costo?

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