Autos de alquiler. Chips electrónicos. Vivienda. Si parece que hay escasez de casi todo en estos días, es porque la hay. No hay una explicación obvia, como una guerra o una huelga, para la escasez de tantos bienes y servicios. Y lo que es aún más extraño que la cantidad y variedad de artículos de escasa oferta es la persistencia de esta escasez.
En marzo y abril de 2020, parecía natural atribuir las góndolas vacías a la pandemia y la frágil economía que esta generó: todos estaban asustados, nadie estaba trabajando. Pero ahora, más de 18 meses después de los “lockdowns”, es un poco extraño que tantos productos continúen agotados, sin que haya esperanza de mercancía nueva hasta 2022 en algunos casos.
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Las razones detrás del problema de suministros son innumerables y complejas, pero los dos factores principales más fáciles de identificar son la escasez de mano de obra y el cambio climático, ninguno de los cuales se atiende con soluciones simples para la crisis en curso.
Los desafíos laborales comenzaron cuando los trabajadores asalariados fueron despedidos en masa el año pasado, pero han persistido ya que muchos estadounidenses continúan reevaluando su vida profesional a niveles que no sospechábamos. Muchos cambiaron de carrera para ingresar a industrias completamente nuevas, mientras que otros se dieron cuenta cuando se enfrentaron a una emergencia de salud pública que su vida y trabajo valían mucho más de lo que se les pagaba, y se negaron rotundamente a trabajar por el salario al cual estaban acostumbrados. Si bien muchos legisladores esperan que el fin de la asistencia por desempleo pandémico haga que las personas vuelvan a la fuerza laboral, es más probable que este problema solo se resuelva realmente cuando más industrias reconsideren los beneficios que ofrecen a sus empleados y se ofrezcan salarios más altos.
Por otro lado, es importante no olvidar que la pandemia de COVID-19 se ha desarrollado en el contexto de muchos otros problemas no menos importantes, el principal de los cuales es la crisis climática. Los eventos climáticos impredecibles de proporciones extremas han continuado sacudiendo a los Estados Unidos y a docenas de otros países en los meses transcurridos desde que el COVID-19 tocó por primera vez a nuestras puertas. Tormentas de granizo, huracanes, sequías e incendios forestales afectan el transporte y complican la distribución de bienes y servicios claves. En particular, cuando los países no están preparados para responder a estos desastres naturales, segmentos enteros de una cadena de suministro pueden paralizarse durante días o semanas mientras se restablece la electricidad y se repara la infraestructura. Estos eventos climáticos se dan en medio en un ciclo de producción ya maltrecho, lo que hace que surjan nuevas escaseces continuamente.
Esto es una confluencia de factores que no parece tener un final claro a la vista, pero que los expertos esperan que se alivie a medida que los trabajadores buscan estabilidad financiera y los fabricantes aprenden a adaptarse a condiciones impredecibles. Como mínimo, saber esperar lo inesperado causará una sorpresa menos desagradable cuando la próxima gran escasez llegue al mercado.