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Opinión de Alejandro Figueroa: Nuestra nueva realidad ante la pandemia

Lee aquí la columna del abogado estadista.

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Omicron es la última variante en llegar a los Estados Unidos y, a estas alturas, todos conocemos la rutina al pie de la letra: use una mascarilla, evite los espacios abarrotados, observe el distanciamiento social recomendado, quédese en casa si ha estado expuesto al virus, se siente enfermo o el resultado de su prueba de cernimiento es positivo.

Ordenar tales medidas tenía sentido al principio de la pandemia. En algunos casos, aún podría tenerlo. Pero las Ordenes Ejecutivas, recomendaciones del Coalición Cintífica y el CDC no pueden durar para siempre.  Si algo queda claro es que ya en esta etapa la mayoría de la gente está en cierto sentido fatigada de mantener la rutina de medidas cautelares y cuanto más se prolonga la pandemia más difícil es hacer cumplir las restricciones, sin importar la evidencia que indique que estas políticas mantendrán a todos a salvo.

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Esas prácticas tienen que convertirse en normas, prácticas generalmente aceptadas que ponemos en vigor individualmente sin que el gobierno tenga que hacerlas cumplir y sin que los expertos necesiten recordarnos constantemente su importancia. Una cosa es que el gobierno imponga las vacunas, y otra es obligar a las personas a adoptar permanentemente nuevas prácticas de comportamiento, como mantenerse a dos metros de los demás.

Es posible que las políticas de salud pública más efectivas no sean las dictadas por el CDC; más bien, podrían ser las normas que establecemos y nos comprometemos a seguir en nuestras familias, lugares de trabajo y comunidades. Aunque las declaraciones de los expertos en salud pública y los políticos pueden informar nuestras decisiones, las decisiones que tomamos sobre si utilizamos o no una mascarilla en el cine o en un concierto son, en última instancia, nuestras.

Como sociedad, hemos visto que unos a otros nos supervisamos y aseguramos el cumplimiento con mucho más éxito que cualquier organismo político, y deberíamos apoyarnos en nuestro deseo innato de mantenernos seguros a nosotros mismos y a las personas que amamos. La presencia de una nueva variante potencialmente más peligrosa sirve como recordatorio de que los afectados por la pandemia no son solo los no vacunados o inmunodeprimidos: cada uno de nosotros asume algún grado de riesgo y responsabilidad.

En la mayor parte de la nación, los cierres (“lockdowns”) que fueron impuestos al principio de la pandemia no van a volver, sin importar cuán grave pueda llegar a ser el virus. Hasta qué punto hemos internalizado las pautas de salud pública y las hayamos convertido en parte de nuestras propias rutinas individuales, determinará el curso del virus tanto como cualquier nuevo mandato u orden sea del gobierno o de cualquier otro organismo.

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