La democracia en los Estados Unidos corre peligro. La próxima insurrección no vendrá de las multitudes que se avalanchan a la fuerza y entran al Capitolio como el 6 de enero del 2021, sino de aquellos que trabajan hoy día en los cuerpos legislativos estatales. El derecho al voto y la integridad electoral están bajo ataque en varios estados donde las legislaturas republicanas promulgaron el año pasado un número sin precedentes de leyes que pretenden suprimir la votación y socavar las elecciones. Más leyes de este tipo están en proceso de aprobación este año.
Ante este escenario, la esperanza de que nuestras instituciones democráticas se mantengan intactas está centrada en que el Congreso apruebe el Freedome to Vote Act y el John Lewis Voting Rights Advancement Act. Juntos, estos importantes proyectos de ley pretenden servir de muro contra la erosión de la confianza en las elecciones y garantía de que la democracia estadounidense no desaparezca de la tierra.
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El John Lewis Voting Rights Advancement Act restauraría y fortalecería una disposición de la Ley de Derechos Electorales de 1965 que requería que los estados con un historial de discriminación racial en las votaciones consulten con el Departamento de Justicia de EE. UU. o un tribunal federal previo a la aprobación de cambios en los procedimientos electorales. Y muchas de las disposiciones del Freedom to Vote Act (votación anticipada, voto por correo, registro automático de votantes y redistribución independiente de distritos) se han utilizado con éxito en California y otros estados para fortalecer la participación de los votantes. Más importante aún, establecería estándares sobre el acceso básico de los votantes y detendría los esfuerzos en los estados para trastocar el proceso electoral.
Desgraciadamente, aprobar esta legislación ahora parece una hazaña imposible. Aunque los republicanos del Congreso han apoyado el derecho al voto en el pasado, han dejado claro que en estos momentos no interesan ni tan siquiera considerar la legislación. Simple y sencillamente, o no ven la amenaza de la avalancha de restricciones a nivel estatal, o no les importa.
Recae entonces en los demócratas la responsabilidad de actuar en defensa de la democracia. La Cámara ha hecho su parte al aprobar proyectos de ley en cuanto a estos asuntos. Pero el esfuerzo se ha estancado en el Senado, donde los demócratas tienen el control solo a través del voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris toda vez cuenten con el 100% de los votos de los senadores del Partido Demócrata.
Más aún, hay que tener en cuenta que si bien los demócratas del Senado tienen los votos para aprobar estos proyectos de ley esenciales, no tienen los suficientes para convocar una votación. Es absurdo, pero la regla de “filibuster” del Senado requiere 60 votos para que el proceso legislativo siga adelante. El líder de la mayoría en el Senado, Charles Schumer, había dicho que consideraría suspender el “filibuster” el lunes si los republicanos continúan bloqueando una votación sobre la legislación del derecho al voto.
Cualquier republicano que rompa filas con su partido para apoyar la aprobación de protecciones electorales probablemente pasará a los libros de historia como un héroe estadounidense. En estos momentos, nos vendría bien algo de heroísmo político. Hay mucho más en juego que las próximas elecciones. Durante el 2021, se propusieron sobre 100 proyectos de ley en docenas de estados que permitirían a las legislaturas estatales politizar, criminalizar o interferir en las elecciones.
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El esfuerzo por aprobar leyes para suprimir el voto o subvertir las elecciones continúa. Estas son algunas de las nefastas ideas que se proponen: insertar personas alineadas con un partido político en el proceso de revisión de elecciones y facultar a las legislaturas estatales para anular los resultados de las elecciones presidenciales incluso después de la certificación de los funcionarios electorales. Se requiere poca imaginación para prever cómo se pueden usar estas nuevas leyes para frustrar los resultados que no le gustan al partido en el poder. Incluso si estas nuevas leyes no se usan de manera nefasta, reducirán aún más la confianza del público en las elecciones. Si la gente no confía en que las elecciones son justas y precisas se empieza a desgastar le democracia.
Mientras exista la posibilidad de salvar nuestra democracia recae en los hombros de los senadores demócratas y del presidente Biden hacer todo lo que esté a su alcance.