El doctor Jorge Reyes estuvo a punto de abandonar la Escuela de Medicina mientras cursaba su segundo año en el Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR). El trabajo voluntario lo salvó de una decisión que hubiera impedido hoy día relatar esta historia.
“Me topé de pronto con un mundo que quería y quiere muchas veces simplemente sacar técnicos, graduar técnicos, y a veces como que cojea de la parte humana”, dijo el especialista en pediatría. Lejos de abandonar la carrera, Reyes junto a otros tres colegas decidieron buscar la manera de alimentar esa otra parte de su formación como médicos que no se encuentra en los libros ni laboratorios, tampoco en los grandes anfiteatros de las universidades.
Así nació el programa ‘Recinto pa’ la Calle’, que según explicó Reyes, utilizó como referencia la organización Iniciativa Comunitaria y hoy día es uno de sus colaboradores.
“Ahí conozco Iniciativa Comunitaria y me doy cuenta del valor que realmente tiene el voluntariado”, apuntó el pediatra. “Yo lo que estoy haciendo simplemente es poniendo mis conocimientos, mis habilidades y lo que sea que tengo, al servicio de los demás sin esperar algo a cambio”.
Ya desde el paso del huracán Irma, el doctor Reyes y el resto de los voluntarios de Iniciativa Comunitaria se habían puesto los guantes para atender distintas necesidades, pero el impacto del huracán María, que azotó a Puerto Rico el pasado 20 de septiembre, fue mayor a lo pronosticado.
“Cuando salimos y nos damos cuenta de la devastación que realmente era María, nos dimos a la tarea de tirarnos a la calle a identificar necesidad”, explicó Reyes, de 30 años. Fue así como llegó a Toa Baja junto a otro doctor, en principio para visitar refugios e identificar las necesidades de salud de los refugiados. Ya para entonces era evidente que las necesidades de la población trascendía esos espacios. Luego del paso de María, Puerto Rico enfrenta serios problemas de salud pública, aparte de los ya conocidos retos de infraestructura y servicios.
El jueves 28 de septiembre, el doctor Reyes y Héctor Ortiz, también voluntario, llegaron hasta el Centro Educativo de Servicios Integrados (CESI) Pablo “Pablito” Ortiz en Levittown, un espacio que se convertiría en una clínica, designado por el Municipio de Toa Baja en coordinación con Iniciativa Comunitaria.
Una mesa con un par de gasas y dos tanques de oxígeno vacíos, lo único que había en el lugar al llegar, fue creciendo hasta convertirse en lo que es hoy día la Clínica Bantiox, operada en su totalidad por seres humanos voluntarios cuyo fin principal es solo uno: servir.
Al llegar al lugar, ya había personas esperando para ser atendidas, relataron Reyes y Ortiz, pacientes que de alguna forma se enteraron de que allí se habilitaría una clínica. La atención médica comenzó en ese momento.
“Recuerdo que estábamos acá adentro y yo le digo al doctor, ‘¿qué vamos a hacer, una clínica? Eso es algo grande’, y nos miramos y nos dijimos, ¿será posible?”, dijo Ortiz, estudiante de la Escuela Graduada de Salud Pública del RCM. “Desde ese momento dijimos, ‘pues vamos a operar’”, añadió.
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Al día siguiente, la clínica abrió nuevamente. Las manos voluntarias se comenzaban a sumar. “Decidimos el viernes abrir como estábamos, no teníamos internet, nada, generamos documentos criollos, récord criollos, hojas de traslado criollas”, relató el administrador de 25 años.
“Ese viernes vimos como 50 pacientes o más y yo decía, ‘wow’, realmente esto va a ir en crescendo, porque la situación lo amerita, la magnitud de lo que fue el huracán lo amerita y hay mucha necesidad en la comunidad”, expresó Reyes, por su parte.
El doctor comenzó a mover manos amigas que pronto se movilizaron y empezaron a enviar donaciones, desde equipo médico, hasta medicamentos. Para el día sábado, la clínica comenzó a recibir cajas de suministro médico, provenientes de distintas fuentes. El Municipio de Toa Baja respondió de forma rápida con una primera entrega de suministros que llegó a Puerto Rico a través de Direct Relief, una organización sin fines de lucro en Estados Unidos.
La diáspora, explicó el director médico de la clínica, fue clave en el esfuerzo, así como organizaciones, colegas y hospitales dentro y fuera de la isla que han colaborado en el envío de suministros. El Municipio también proveyó el generador eléctrico que se utiliza para mantener la clínica con luz y aire acondicionado en las salas.
“Llegaron esas primeras cajas y yo creo que eso fue un punto bien importante para nosotros porque habíamos organizado la farmacia con lo que teníamos y nos dimos cuenta que había una respuesta de afuera a nuestro pedido y las necesidades del pueblo y que podíamos continuar”, manifestó Reyes. “Fue un momento como de revelación de que entonces esto podía continuar”.
Al momento de esta entrevista, la Clínica Bantiox cumplía su octavo día de operación continúa, con 535 pacientes atendidos, incluyendo unos 20 pacientes pediátricos.
Una vez llegan a la clínica, los pacientes son atendidos primero en una mesa de registro, se les completa un récord médico y luego pasan a la sala de espera exterior. Cuando llegan pacientes en ambulancia o con emergencias los pasan de inmediato a las salas de atención médica.
En el exterior, también, se encuentra ubicada una mesa con personal de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés), que atiende a las personas ciertas horas al día y las ayuda a completar sus solicitudes de ayuda federal. Cada persona toma un turno y es evaluada en tres áreas principales por un psicólogo, un trabajador social y un enfermero o enfermera en el área de “triage”, para determinar qué tipo de atención específica requiere el paciente.
“Sabemos que puede venir una persona con dolor de brazo, pero en realidad es que perdió su casa, el estrés de todo esto que causó el huracán y nosotros decidimos que se iba a trabajar de esa manera, esas tres áreas para que el paciente se fuera atendido completo”, explicó Ortiz.
La clínica cuenta con un área de adultos, área pediátrica, dos áreas de psicología, un área para contener enfermedades infecciosas y otra de terapia respiratoria. Los voluntarios no han faltado, aseguró el administrador, la voz se riega y la gente llega. “Gracias a eso es que esto funciona de la manera que funciona”, dijo. Según explicó Ortiz, Bantiox es una palabra en idioma q’eqchi de origen maya, que al traducirse a español, significa “gracias”, “y a todos ellos gracias”.
En el espacio también se habilitó un salón donde muchos de los voluntarios –entre los cuales también hay personas que lo perdieron su hogar– duermen en catres.
“Yo perdí mi trabajo, yo no tengo trabajo, la persona para la que yo trabajaba se fue para Estados Unidos y estoy aquí, estoy aquí y me siento bien, siento que algo estamos haciendo y yo invito a la gente que le guste eso y que quizás ha perdido algo, a que se de la oportunidad de ayudar a otros, yo creo que ahí es que uno se encuentra a uno mismo”, compartió Ortiz.
El trabajo ha sido fuerte, pero gratificante, reconoció Reyes. Muchas de las personas que han llegado hasta la clínica lo han perdido todo y Bantiox se ha convertido en un nuevo punto de partida, un comenzar desde cero, pero con nuevas esperanzas dentro de la difícil situación que atraviesa Puerto Rico.
“Verdaderamente para mi ser voluntario se resume en la palabra servir”, apuntó Reyes. “Sobretodo el voluntario tiene que saber amar, así que nosotros como voluntarios, lo que estamos haciendo es un proyecto de amor permanente y así es como nosotros vemos todo lo que hacemos”.