Todos aquellos que se desconectan luego de una película, y olvidan algunos detalles importantes como este servidor, siéntanse tranquilos porque en los primeros minutos de esta cinta se explica la ausencia de Ant-Man en la que posiblemente sea la cinta más taquillera del año, The Avengers: Infinity War.
Luego de los devastadores eventos acaecidos en el último acto de Infinity War, Marvel, apuesta inteligentemente a limpiar el paladar, presentando una propuesta liviana que cumple con todas las expectativas de diversión que el fanático promedio de este tipo de cine veraniego espera.
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Scott Lang (Paul Rudd) regresa esta vez acompañado de Hope van Dyne (Evangeline Lilly). Lang se encuentra con las manos llenas, al verse precisado a enfrentar dos villanos, uno que como de costumbre cuenta con motivaciones recicladas, y otra, la misteriosa Ghost (Hannah John-Kamen) –que sorpresivamente tiene una interesante historia que nos permite conectar con el personaje– y tener que lidiar con sus responsabilidades como padre soltero de una precoz niña, a quien debe proteger de este atípico entorno y además enfrentar las consecuencias de sus actos en Captain America: Civil War, que afectan directamente su misión en esta aventura.
Y para complicar su existencia, Hope (Lilly) , personaje que arrastra la carga emocional del filme, lo necesita para que la ayude a descifrar el destino de su madre Janet (Michelle Pfeiffer), junto a su padre, Hank Pym (Michael Douglas) quien regresa como el científico responsable por el vestuario que permite a nuestros personajes principales desafiar la física creciendo y disminuyendo en espacio, el atractivo visual que hace de este superhéroe uno divertido y diferente.
Por momentos se siente como un capítulo de una serie de los ochenta como Charlie’s Angels, The A-Team y Six Million Dollar Man (El Hombre Nuclear), y cuenta con el entusiasta tono de la reciente Spiderman: Homecoming. Ant-Man, no pretende presentar un estudio de caracteres que a veces limita al espectador del entretenimiento escapista, sino que ofrece al espectador dos horas de diversión de principio a fin, en este caso con un soberbio despliegue de efectos visuales que encajan perfectamente con un guión que apunta a una secuela única e independiente.
El filme desafía un poco la lógica, al punto que si nos dedicamos a entender la explicación científica que sostiene lo que estamos presenciando en pantalla, nos perderemos.
De otro lado, se destaca Michael Peña, quien regresa como Luis, pieza clave en el equipo de excriminales de Ant-Man, y quien tiene una de las escenas más graciosas del filme.
Mientras nos preparamos para el desenlace de The Avengers —donde sin duda estos insectos picarán junto al creciente grupo de superhéroes— tanto chicos como grandes podrán divertirse con esta aventura que cuenta con mucho humor y corazón.