No hace falta leer la obra maestra de Miguel de Cervantes para disfrutar de “Quichotte”, la versión moderna de El Quijote que escribió Salman Rushdie, publicada por Random House. Probablemente pille cientos de alusiones y comentarios divertidos si lo hace, pero Rushdie produjo un libro totalmente original, perfectamente comprensible incluso si jamás oyó hablar del caballero errante español que se pelea con molinos de viento.
Si conviene tener una mente abierta. Rushdie hace gala de lo que él describe como su “realismo mágico”. Hay mastodontes en Nueva Jersey, un grillo que habla (“puedes decirme Jimmy”) y una competencia fuerte para Oprah Winfrey.
Es difícil resumir la trama en pocas palabras, pero básicamente hay dos historias paralelas: Los esfuerzos de Quichotte por tener una vida feliz con Miss Salma R. –la conductora de un programa televisivo de origen indio– y la del hombre que escribe su historia, con el nombre de Sam DuChamp, autor de novelas de espías de poca repercusión hasta que produce Quichotte. Los dos relatos se entrecruzan de forma muy divertida, a veces con los mismos personajes, hasta que se mezclan totalmente en un final interesante, tal vez no muy realista.
A lo largo del libro Rushdie ofrece las críticas sociales típicas de sus obras. Quichotte es un anciano de 70 años con “poderes mentales que se diluyen”, que sufre trastornos psicológicos causados por las horas que se pasaba frente al televisor. Vive en el presente, o en la era “donde todo puede suceder”, según la definición de Rushdie. Una era en la que “ya no es posible pronosticar el clima, las perspectivas de una guerra o el resultado de las elecciones”. Miss Salma R. está adicta a los analgésicos y Quichotte era un vendedor de productos farmacéuticos antes de embarcarse en su nueva aventura.
Rushdie le da a Quichotte su propio Sancho, surgido de un sueño mientras observaba una lluvia de meteoros perseidas caer cerca de la Torre de los Diablos en Wyoming. En la novela de Cervantes, Sancho es un pragmático que contrasta con el idealismo de su padre. Cuando Quichotte aprovecha las lecciones del programa televisivo “The Bachelorette” (La Soltera) para tratar de conquistar a Salma R. (“nunca se hizo nada grande, muchacho, sin fe”), Sancho responde: “Si lo único que tiene es fe, vas a salir perdiendo ante un tipo buenmozo, que sabe manejarse”.
El libro está lleno de alusiones como esa a la cultura popular. Tal vez se burla un poco de la obsesión de los estadounidenses con las celebridades, pero no hay duda de que Rushdie ha estado pendiente de esa tendencia. En un monólogo interior, Sancho dice que “hay millones de canales y nada que los una. Pura basura, aunque también cosas muy buenas. Y todo coexiste en el mismo nivel de realidad, proyectando el mismo aire de autoridad. ¿Cómo hace una persona joven para distinguir entre ellos? Cada programa de cada canal te dice lo mismo: Basado en una historia real… La historia real es que ya no hay historias reales”.
Afortunadamente para nosotros, hay gente que cuenta historias y Rushdie es uno de los primeros de esa lista. Si no ha leído nada de él hasta ahora, es un buen momento para comenzar a hacerlo. Es un fabulista divertido, que revela muchas cosas acerca del mundo en que vivimos.