La controversia que ha generado el estreno de Joker, la nueva propuesta de Warner Bros. que llega hoy a las salas de Puerto Rico, ha despertado el interés de aquellos que no tenían intención de conocer el origen del notorio archirrival de Batman.
Desde supuestas amenazas en redes sociales que alertaron al FBI, la Policía anunciando rondas preventivas por los alrededores de muchos teatros en la nación y hasta algunos exhibidores revisando sus códigos de seguridad para evitar alguna potencial tragedia, han motivado que el estudio reaccione publicando un comunicado de prensa en el que asegura no glorificar la violencia con esta cinta y hasta cancelando las entrevistas en la alfombra roja durante el estreno de la cinta en Hollywood.
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La cinta tuvo una apoteósica aprobación con una ovación de varios minutos para el director (Todd Phillips) y su protagonista (Joaquin Phoenix), durante su debut en el Festival de Cine de Venecia.
Joker presenta la historia de Arthur Fleck (Phoenix), un aspirante a comediante que durante el día trabaja como payaso mientras que, en las noches, además de cuidar de su madre enferma (Frances Conroy), se dedica a afinar en una maltratada libreta, que contiene algunos chistes y deprimentes comentarios, su rutina de comedia que algún día sueña con presentar ante un público, específicamente en el programa nocturno conducido por Murray Franklin, interpretado acertadamente por Robert DeNiro, en clara alusión a su participación en el clásico de Martin Scorsese, The King of Comedy.
Arthur es un desajustado mental que nunca ha logrado conectar socialmente con otros, y mucho menos con el sexo opuesto, por lo que el único contacto físico que tiene con su entorno inmediato son los golpes físicos y emocionales que recibe de aquellos a su alrededor. Así nos convierte en testigos silentes de cómo se acrecienta su inestabilidad sicológica sumergiéndose en un abismo del que no vemos una salida positiva.
Algunos de los momentos más incomodos del filme incluyen la risa incontrolable y desquiciada de la figura titular, que se presenta como un trastorno emocional, resultado de un posible problema neurológico. Precisamente, esta es una de cualidades que hacen del personaje central el foco de atención, que provocará reacciones polarizantes, gracias también a las ambiguas motivaciones del director (Phillips), que no deja del todo claro —en esta cinta que presenta una fuerte crítica social— su postura sobre la violencia.
Las comparaciones con el anárquico Joker de Heath Ledger (The Dark Knight) no faltarán, porque, aun compartiendo escena con su acérrimo enemigo, no te da espacio para simpatizar con sus motivaciones. Sin embargo, gracias a que este pausado drama permite acompañarlo por su triste y desconcertante travesía, podemos sentir lastima y hasta empatía por un enfermo mental, algo que nos obligará a repensar si esta correcto simpatizar con su causa.
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Es durante el violento último acto de la cinta que, además de algunas sorpresas, enfrentamos la potencial peligrosidad de la puesta en escena de esta historia, en la que cualquier persona que pueda tener algún asunto emocional sin atender podría sentir una nociva conexión con el personaje.
A diferencia de otras cintas del subgénero, en las que se crean los villanos por algún accidente, aquí vemos como, lamentablemente, la inestabilidad de una ciudad en decadencia, el profundo menosprecio hacia las clases desventajas, el abuso hacia los subestimados, que se pasean sin alma por las calles cargadas de pobreza, la violencia y la indiferencia de una Ciudad Gótica son algunos de los factores que empujan al abismo de la demencia al personaje titular y lo convierten en el famoso villano.
Una Ciudad Gótica que adopta un aspecto lúgubre en esta propuesta y que toma prestada de cintas como Taxi Driver, también de Scorsese, su estética “retro”, adornando favorablemente la historia.
En resumen, desde The Dark Knight no habíamos presenciado una audaz propuesta que alterara los cánones de las adaptaciones de cómics, siendo comparada quizás, en menor escala, por Logan y Watchmen.
La cinta brilla no solo por la actuación del enigmático y controversial Phoenix, que da rienda suelta a su locura con su acercamiento al personaje, que logra presentar en cada escena algo nuevo, perturbador e inquietante sobre uno de los villanos más emblemáticos de la cultura popular, ofreciendo una imponente clase de actuación (su mejor hasta ahora), y que podrían ser motivo de estudio sobre las enfermedades mentales, sino que también es una arriesgada entrega que repensará la forma en que se hace cine inspirado en cómics.
Se trata de una experiencia visceral que no todos podrán asimilar con una sola visita al cine, y que contiene subtextos sobre la sociedad actual y la condición humana, acentuados con una poderosa partitura musical.