Durante la década de los 90 la oferta cinematográfica hollywoodense con personajes femeninos fuertes no superaba la veintena de películas, siendo Thelma & Louise (1991) el estandarte del empoderamiento femenino en el cine de la época.
Algunas propuestas como First Wives Club (1996), Mulan (1998), Sister Act (1992), Buffy The Vampire Slayer (1997), y hasta Spice World (1997) fueron películas que marcaron la época en cuanto a la representación del género se refiere.
Cuando estrenó el tráiler de The Craft: Legacy, la nueva versión que debuta esta semana en las plataformas de streaming y que en realidad es una secuela de la película del 1996, fueron muchas las críticas de los fanáticos que la consideran un clásico de culto.
Esta secuela que presenta la historia de un grupo de adolescentes aspirantes a brujas, que comienzan a utilizar para beneficio del grupo sus recién adquiridos poderes, funciona como un hibrido entre reposición y secuela, a causa de un elemento particular que le dará una nueva dimensión a la historia, preservando la premisa original. La primera cinta que contaba con las actuaciones de Robin Tunney, Fairuza Balk, Neve Campbell y Rachel True como el cuarteto de brujas, se caracterizó por su atmosfera misteriosa que acomodaba perfectamente dentro del género del terror y enfrentaba a sus protagonistas en una cuasi lucha de poder donde cada cual hacía uso de sus poderes con un peligroso fin personal, resultando en una propuesta más tenebrosa que la recién estrenada.
La nueva versión presenta una moderna representación del feminismo juvenil en función de un objetivo común, enfrentar problemas provocados por la masculinidad tóxica, el patriarcado, la falta de inclusión o diversidad, el bullying, entre otros, utilizando sus poderes apoyados en su fuerte amistad. Para aquellos en búsqueda del entretenimiento escapista que presentó la original, este giro dramático pudiera representar una falla que le resta al suspenso y terror de la primera parte. Sin embargo, está nueva visión que preserva la magia de la original, pudiera significar un gran acierto, para los que reciban esta puesta como un drama más cercano a nuestros tiempos.
La cinta comienza estableciendo este punto cuando un accidente que sufre en un salón de clases la protagonista recién llegada al pueblo (Cailee Spaeny), impulsa la conexión con el resto de las chicas (Gideon Adlon, Lovie Simone, Zoey Luna), quienes estaban en búsqueda de esa pieza que las convertiría en un poderoso grupo de brujas.
La narrativa adopta un giro más personal e íntimo, tomándose su tiempo para presentarnos un grupo de chicas buscando su espacio en un entorno, que pretende excluir a todos aquellos que no representan la “norma”.
El elenco principal hace muy buen trabajo convenciendo con una gran química entre todas, gracias a la excelente construcción de los personajes que permite que cada cual se distinga como parte de un grupo de brujas marginadas, como es el caso de Lourdes (Luna), una chica trans latina, cuyo conflicto no está atado a su identidad, o el caso de Tabby (Simone), que enfrenta el racismo, pero no la define.
El guión nunca las victimiza, ni estereotipa con estas temáticas, enfocando los conflictos en otros temas, registrando como una de las grandes fortalezas del filme. La guionista y directora Zoe Lister-Jones (Band Aid) quien ha demostrado talento para proyectar de forma real las relaciones interpersonales, logra aterrizar la relación de estas chicas examinando los temas que aquejan a muchos adolescentes en la actualidad, desde el lente del entretenimiento con elementos góticos, pero con una contundente y auténtica representación de la mujer joven en la pantalla grande.
En resumen, el filme logra mejorar algunas de las fallas que tuvo el filme original, con una propuesta más seria, entretenida y refrescante, pero el deleite de esta propuesta dependerá de cuanto quiera el espectador aferrarse a la nostalgia y no permitirle espacio a esta nueva historia anclada en un diverso mundo moderno, con menos terror visual y mayor drama juvenil real.