Ese tic toc ya no suena y cuando se oye es bien bajito. Tampoco hay manecillas que ayuden. Si fuese de arena, ni siquiera virarlo querría.
Un Invicta, un Rolex, un simple y triste Casio noventoso, no importa. Esto es simple: no es que Bad Bunny ya no quiera un reloj, es que ya no lo necesita, y así su música, su carrera, su vida, su misma existencia, con to’ y coronavirus, lo demuestran.
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“¿Cómo me desconecto? Yo apago el celular”, dice cuando le preguntan cómo hace para bregar con tanto éxito y no perder la chaveta.
Celular equivale a calendario que equivale a reloj y esa ecuación no la necesita Bad Bunny ahora mismo. La hora, la fecha, el tiempo, qué más da. Ah, igual con los espacios. Puerto Rico. Miami. México. Los Ángeles. Madrid. Pues… Ya en esta etapa del juego, mejor que la cosa fluya, si con lo único que Bad Bunny realmente tiene que bregar es con Benito Antonio y viceversa. Olvídate del papparazi, del premio que hay que presentar a tal hora, de la sexta prueba de COVID-19 de este mes… el reto máximo radica dentro de uno mismo. ¿O no, Beno?
“Uno va por el mundo y uno dice: ‘coño, ¿valdrá la pena las cosas que uno hace por tratar de mejorar el mundo? Porque es que el mundo nunca va a ser el ideal que uno quiere. Sí, hay días que uno amanece más sensible que otros. Pero, pues, uno tiene que seguir, ¿verdad?”, dispara casual Benito Antonio Martínez Ocasio, el nene que era monaguillo en la parroquia Santísima Trinidad de Almirante, como si estuviese hablando con algún panita de la clase de español de misis Torres en la ‘Quiri’.
O sea, ya Bad Bunny opta por el taoísmo, el arte de fluir. Parece incluso que la vida misma lo jamaquea cada vez que él intenta hacer público un plan plasmado. Por ejemplo, hace nueve meses –quizá surfeando el vacilón existencialista del flow “me quiero retirar” que cada cierto tiempo impacta a los líderes en ventas del género urbano, cuál ola en Los Tubos– Bad Bunny rebasó esto que intentamos explicar de los conceptos de tiempo y espacio.
“Este disco está cabr*n, lo hice pa’ vosotros, ey
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Y en nueve mese’ vuelvo y saco otro
Pa’ retirarme tranquilo como Miguel Cotto
Aunque despué’ esté en mi casa solo y aburrí’o
Y aunque mis mejore’ tema’ aún no han salí’o
Pero hablando claro, gente, ya ni duermo
Y esto de la fama me tiene hasta enfermo
“Cuando escribí esa barra, especialmente en esa canción, que esa canción es de las más reales, como dice uno… porque uno siempre escribe pa’ complacer al público y darles algo, pero en esa canción todo fue del pecho y de la mente pa’ afuera… Cuando escribí esa barra, la sensación era de decirlo bien en serio, en ese momento, todavía no había llegado el COVID y yo me había encerrado un par de meses, la sensación era esa: ‘diablo, yo me quisiera retirar ya’”, aseguró en entrevista con Metro apenas tres días antes de lanzar el álbum que ahora mismo debe romper el internet: El Último Tour del Mundo.
“Precisamente, en ese momento había trabajado demasiado, demasiado y lo gracioso es que yo había sacado esos meses para vacaciones: ‘Ah, voy a sacar de enero a junio de 2020, me voy a coger un break, me voy a desaparecer’. Mierda eh’. Estaba en Miami, ensayando pa’l Super Bowl, terminando el disco –de que todos los días le metía una canción nueva. ¡Vamos por 15, no, por 16! Y terminó con 20. Pues, cuando digo esa barra, la digo con un sentimiento de que ‘acho, sí me voy a retirar’. Pero es que al final del día, pues no, sería también [pensar en]… ¿qué voy a hacer? Tengo 26 años, tengo muchas cosas por hacer. Yo lo que quiero es un descanso o un tiempo pa’ mí y experimentar otras cosas. Hay otras cosas que quiero trabajar, por ejemplo, en el mundo del cine. Es un área que me gustaría dedicarle tiempo pa’ aprender porque tampoco quiero hacer charrerías”, sonríe, como que ababacha’o, como si hubiese fallado otra jumpa frente a la nena que le gusta en la canchita al lado del parque de pelota de Almirante Sur, donde alguna vez fueron a jugar compatriotas suyos como Igor González o Pudge Rodríguez.
El Yin y el Yang
Como dijimos, ya ni el tiempo ni el espacio existe, pero para que conste, la fecha en la que sostenemos nuestra plática con Bad Bunny es el 24 de noviembre de 2020. El día antes, se reveló que Bad Bunny arrojó positivo al COVID-19, que por eso no estuvo en los American Music Awards el domingo 23, que ya habían pasado sus peores síntomas, pero aún botaba el golpe del contagio y otro poco más de etcéteras que quizá les interesen más a los fanáticos que a nuestro lagomorfo musical vegabajeño.
Porque de nuevo, para Bad Bunny ahora mismo ‘el siempre’ y ‘el nunca’ parecen ir de la mano. Él mismo sabe que le toca ser el cortés y el valiente. El ying y el yang. O sea, en plena etapa de recuperación del COVID-19 está trabajando. Y para que entiendan que el chamaco ya anda acostumbrado a brincar entre el tiempo y el espacio, como el Número Cinco del Umbrella Academy, anda de editor invitado en uno de los principales medios del planeta: Metro.
“Acho, yo estaba como que asusta’o y se lo decía a mi equipo de trabajo. ¡Si yo lo que tengo son par de años en el CUTA (Universidad de Puerto Rico en Arecibo)!”, decía entre risas.
“Uno va por el mundo y uno dice: ‘coño, ¿valdrá la pena las cosas que uno hace por tratar de mejorar el mundo? Porque es que el mundo nunca va a ser el ideal que uno quiere. Sí, hay días que uno amanece más sensible que otros. Pero, pues, uno tiene que seguir, ¿verdad?”.
De nuevo, ese Benito que freestylea la impartición de instrucciones a la editora de Metro y su equipo de periodistas es el mismo que estudiaba comunicaciones en la Universidad de Puerto Rico en Arecibo, que detuvo sus estudios porque tenía la responsabilidad de volverse el cantante que más escuchan en el planeta. Bueno, hay par de millones de cosas nuevas más, además de un Bugatti y unas Crocs con su nombre, pero en el universo paralelo de la ‘Conejo-manía’, el mismo Benito que aún espera algún día buscar su diploma le dice a un medio qué temas cubrir. Una pregunta, entonces le llega cuál disparo en película Matrix, y Bad Bunny –cual Neo de Almirante Sur– las enfrenta con respeto y tranquilidad hasta lograr esquivarlas con movimientos dignos de un combate de capoeira.
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“Una vez dijiste que, ya fuese a esta edad o a los 40, tú estabas seguro de que ibas a lograrlo en la música y que por eso no te rendías. ¿Y si no hubieses pegado a esta edad, realmente lo hubieses seguido intentando hasta los 40? ¿No hubieses seguido estudiando y trabajando?”, le zumba un periodista con varias décadas de experiencia en sus costillas.
Benito pichea y enrola otra vez. Bueno, no literalmente, pero aprovecha para poner un par de puntos sobre las íes.
“Obviamente, me hubiera ido a estudiar o trabajar otra cosa, pero sin dejar de hacer música. Yo estudiaba y trabajaba mientras hacía música. La gente a veces se equivoca cuando escuchan a los artistas decir ‘lucha por tus sueños que se cumplen’. Tú tienes que luchar por tus sueños, pero con los pies en la tierra. Yo nunca dejé de trabajar, nunca dejé de estudiar. Yo confiaba en mi talento, y yo confiaba en mi música, confiaba en que iba a lograrlo, pero no fue que yo dejé la escuela para irme a hacer música, para irme a grabar, ni dejé de trabajar porque entonces, ¿cómo iba a pagar las cosas?”, responde, flow Carlitos Colón cuando le toca contestar sobre un combate con otro luchador técnico.
“Cuando yo digo que hubiera seguido intentando es que, me hubiera hecho famoso o no, yo iba a hacer música. Yo hago música desde los 14 años. Hasta los 23 yo no fui famoso y hacía música, y me la disfrutaba igual. Hacía una canción cabrona, hacía una pista que me encantaba y yo me emocionaba. Y en aquel momento no generaba dinero de ninguna de las canciones, no sabía que iba a tener millones de fanáticos que iban a escuchar esa u otra canción. Yo hacía esa canción y sabía que la iba a escuchar yo y quizás dos o tres panas, pero la emoción que yo sentía al crear esa canción es la misma emoción que siento hoy en día, y es la misma emoción que siento si seguramente tuviera 40 años y no tuviese fama, porque esto es algo es de pasión y de amor por lo que hago”, articula.
Música con conciencia, pero sin regañar
No es que el tiempo se haya detenido. Es que ya ni existe. ¿O sí?
O sea, tantos hits, tantos views, tantos listeners, tantos followers. ¿Otro premio? ¿Qué opine de qué ahora? ¿En serio? ¿Qué hora es? Bad Bunny retoma ahora aquello que dijo al principio, sobre “desconectarse” y qué se yo.
“Realmente, a veces se torna un poco difícil eso de desconectarse y más en estos días. Por lo general, lo primero es apagar el teléfono. Si tú no te despegas del teléfono no te despegas de nada, so, yo me quito el teléfono, trato de irme a un lugar que me sienta feliz y que me guste. Me gusta ir a la playa, buscar un spot que no haya nadie…”
“¿Cuál es la mejor playa de Puerto Rico? ¿Y por qué es la de Vega Baja?”, le zumban ahora, una pregunta que está a milímetros de la imprudencia y que de inmediato le saca una carcajada.
“¡Porque sí! Es la mejor, mano. Esa playa se ve linda hasta en los días de tormenta”, suspira.
Y ahí es que el tiempo vuelve a existir. El espacio se identifica. La circunstancia cambia y todo se detiene.
“Oigan, aquel caso de los asesinatos de la familia que mencionó la señora editora, eso fue en Almirante Sur, mi barrio”, expresa ahora sobre una de las noticias que se le informó que trascendía durante los momentos en los que funge de “editor invitado”. Tiempo. Espacio. Circunstancia.
Sí, Bad Bunny –como podrán ver en este periódico – es capaz de hablar de todo, y, por ser la figura mediática más importante ahora mismo de Puerto Rico, se le convoca para que opine de todo. Pregúntenle a Ricky Rosselló, al Departamento de Educación, al mismo Donald Trump, a quienes defienden aún posturas machistas. Es más, ni siquiera pregunten, ponte ahí “Yo Perreo Sóla”, el perreo con Nesi que rompió el internet.
“Específicamente, este proyecto de ‘Yo perreo sola’ fue algo que surgió tan natural, tan espontáneo. En el mismo momento que estaba escribiendo la canción estaba creando toda esta idea de lo que iba a ser el concepto del video, el mensaje detrás de una canción que es de perrear y vacilar. Eso es lo que llevo tratando de hacer hace tanto tiempo, que dentro de un concepto que no es de música social, que no se vea como que estoy regañando a la gente, [que no se vea] así aburrido. Que también sea como que estamos bailando, estamos vacilando, pero también te estoy diciendo algo en el oído que si quieres cogerlo, pues lo coges y si no, algo va a trabajar en tu mente”, explica cuando se le pone el ejemplo.
Claro, que con el súbito rol que trae una carrera con millones de seguidores, llegan los dolores de crecimiento, desde aprender a enajenarse de bochinches del mal llamado “género urbano” y la burda farándula boricua hasta entender que a veces la nostalgia no es el mejor arma para promocionarse, como sucedió con cierto personaje televisivo, que, vamos, de, nuevo, los granitos de arena de ese reloj ya cayeron. Sí, se torna fácil que el tiempo, especialmente en su calidad de pasado, sea desechable.
Aunque, vamos, apenas minutos después de admitir que hasta hace unos añitos prefería mantenerse confinado en su propia burbuja de carácter, el Conejo señaló que el espacio y la circunstancia lo ha obligado a asomarse y cabrearse con algunas patrañas del trajín politiquero en la colonia más antigua del mundo.
“A saber si mi voto está en uno de esos maletines y ni lo contaron”, responde cuando le hablan de los maletines llenos de papeletas que aparecían al final del recuento electoral en el Coliseo Roberto Clemente y de la actuación de la Comisión Estatal de Elecciones en el proceso eleccionario.
Alza las cejas, abre la boca, muestra asombro. Confiesa que no le dio casco a la posibilidad de que su voto se hubiera extraviado hasta que llegó a esta entrevista. De repente, el espacio y la circunstancia obliga a Bad Bunny a dejar de retar la existencia del tiempo.
Ahora, está en Puerto Rico, en noviembre de 2020, un año y pico después de que quemó la brea junto a cientos de miles de compatriotas, para sacar a Ricardo Rosselló Nevárez de La Fortaleza, hablando con la prensa en el día en el que también anuncian que el Panel del Fiscal Independiente (PFEI) no encontró ilegalidades en aquel infame chat del exgobernador, cediendo a la intención de los periodistas de que desmenuce junto a ellos las elecciones que volvió a ganar el Partido Nuevo Progresista (PNP). Con esta circunstancia es con la que debe bregar ahora, así signifique en un futuro tiempo y espacio volver a marchar por lo que crea justo.
“Te voy a confesar que, sobre este tema, he tratado de alejarme porque el día de la elección, y el día después, yo estaba sufriendo de una ansiedad increíble. O sea, a mí me salió rash, por aquí…más tenía todo esto de trabajar el disco, eso y más los problemas que se le suman a uno en la vida personal”, comenta el Conejo.
Y, con esto, la urgencia por la desconexión vuelve a susurrarle, cual estruendo de algodón.
“¿Qué yo hice? Me desconecté. Dije ‘voy a dejar de estar viendo Twitter, voy a dejar de ver las noticias’. Espero que el día de Navidad me digan qué pasó con las elecciones. Porque si no uno se envuelve en todas esas cosas. Soy alguien bien pasional. Me puedo volver loco y empezar a escribir loqueras por Twitter y cagármele en la madre a medio mundo”, soltó entre un par de carcajadas.
En esta ocasión, apagar el teléfono no sería suficiente. El tiempo y el espacio incitó a una circunstancia mayor y, sin duda, la más grande de todas: la música.
“Me dije: ‘No, déjame concentrarme. Concéntrate en tu álbum que, pues al final del día, el mundo se acaba y esto es lo que vas a dejar”, disparó cual puntería del mismísimo Pelusa, Diego Maradona, pa’ sentenciar una vez más al señor Peter Shilton.
El reloj se extravía de nuevo. Y Bad Bunny regresa al tour de su mundo, que posiblemente sea el mismo tuyo, una gira que esperamos que no acabe pronto.