Durante todo el tiempo que Joaquín “El Chapo” Guzmán cometió actividades delictivas no se atrevió a revelar los personajes de la clase política con los cuales las organizaciones criminales mantenía relaciones, incluso guardó silencio cuando se entrevistó con agentes de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos, la DEA, dentro del penal de Puente Grande.
El periodista independiente Noah Hurowitz publicará, el próximo 20 de julio, el libro “El Chapo: La historia no contada del narcotraficante más infame del mundo”, en donde se expone que en la entrevista con los agentes habló respecto a sus enemigos y se capacidad de corromper a las autoridades, sobre todo de los hermanos Arellano Félix, pero cuando le preguntaron sobre sus relaciones con políticos, sólo dijo “son demasiado peligrosos”.
El medio Sin Embargo informó que un adelanto de la publicación fue hecho por la revista Rolling Stone, basado en los informes que Hurowitz hizo para ese medio de comunicación durante el juicio penal de “El Chapo” en 2018 y 2019.
Luego de su captura por la balacera que se desató en el Aeropuerto de Guadalajara en 1993, en donde perdió la vida el arzobispo Juan Jesús Posadas Ocampo, “El Chapo” Guzmán estaba a la defensiva, “encerrado durante los últimos cinco años, acorralado por enemigos, aislado de su familia por pistoleros que lo acechaban fuera de los muros de la prisión, viviendo con el temor perpetuo de ser extraditado a Estados Unidos, se acercó a las únicas personas pensó que podría ayudarlo: la DEA”.
El periodista narra que en noviembre de 1997, Joe Bond, agente especial de la DEA en México, recibió una llamada de uno de los marines estadounidenses que cuidaban la Embajada de Estados Unidos en nuestro país, para decirle que una persona llegó a decir que tenía un mensaje para ellos, el hombre fue identificado con el nombre clave de “Electra”.
Se trataba de un cuñado de Guzmán Loera, el hombre les dijo que el narcotraficante quería hablar con la DEA, pero tenía que hacerse con mucha discreción, pues no era el único que había conseguido corromper a las autoridades de la cárcel, también pidió que se le nombrara como “Tito”.
Aún así, Bond tenía que convencer a sus jefes en Washington, además de que no podían entrar con facilidad a la cárcel, ya que no se podía descartar que se tratara de una trampa; tras varios meses de planeación se pidió autorización al gobierno mexicano, en concreto a José Luis Santiago Vasconcelos, quien era funcionario de la entonces Procuraduría General de la República (PGR) y a quien consideraban una las personas más honestas.
“Tendrían que ir de incógnito a Puente Grande. ‘El Chapo’ había estipulado que nadie, ni el director de la prisión, ni los guardias, podía saber que estaba contactando a la DEA. Si otros traficantes se enteraban, le preocupaba que su vida y la de los miembros de su familia corrieran un grave peligro. En cuanto a los agentes, sabían que su seguridad dentro de la prisión dependía de mantener sus verdaderas identidades lo más resguardadas posible para evitar la posibilidad de ser secuestrados o agredidos”, narra Noah Hurowitz.
En una entrevista con Bond, Hurowitz añade que durante la plática con el ex líder del Cártel de Sinaloa, les explicó la manera de operar de sus enemigos, pese a que declaró a las autoridades mexicanas cómo poder detenerlos, realizaron un operativo muchos tiempo después y no pudieron detenerlos, pero fue ahí cuando se negó a responder sobre la protección política que tenían.