Para Guingui Pérez hacer trenzas es como dibujar. Entre sus dedos traza el curso de cada hebra del cabello. Cruza, separa y mueve los mechones de pelo como si se tratara de un bordado cosido a mano. Pero, aquí, la aguja o el pincel son sus manos y el pelo su lienzo.
Aquello que en un momento dado comenzó como un pasatiempo se convirtió en el oficio de Guingui. En un momento comenzó a hacerle trenzas a las amistades de la escuela, a maestros y a los vecinos en su comunidad. Pero jamás imaginó que sus manos y sus dibujos con las hebras de cabello fueran realizadas en artistas como el reggaetonero Randy, J. Balvin y la cantante estadounidense FKA Twigs, y que hoy tenga su propio estudio y marca: Strand Addict o en español ‘una adicta de las hebras’.
“Para mí hacer trenzas es como dibujar. Es dibujar porque siempre me inspiran muchas de las cosas que veo. Es mitad y mitad porque ellos necesitan controlar su pelo y porque tienen que verse bien acicalao’, pero parte, para mí, es una satisfacción bien grande crear algo. Creo cosas con las fibras que salen de la cabeza de la gente”, dice entre risas la artista de 35 años.
Y es que para allá como para el 2003, cuando apenas tenía unos 15 años en el pueblo de Isabela, Guingui era la estilista entre el corillo de amistades en la escuela. Fueron las trenzas en el pelo del entonces baloncelista Allen Iverson y la cantante Alicia Keys lo que cautivó a Guingui. Poco a poco fue aprendiendo más sobre cómo ilustrar con el pelo de otros y sobre este movimiento de origen africano impulsado por comunidades negras en Estados Unidos y que también formó parte de las expresiones culturales del Hip-Hop. Una vecina de la artista, luego de enseñarle sus primeros pasos en el arte, le obsequió un maniquí para que continuara afinando su pincel.
“Estaba en la high. No tenía nada que hacer, nada más que hacer trenzas. Cuando tenía horas libres estaba en el patio haciendo trenzas. Al salir de la escuela, venían a mi casa. La gente me llamaba o también era pura palabra y les decía que voy a estar a tal hora en casa. Venían por la verja, se regaba la voz, y gritaban “¡Guingui!” Era bien casero”, dice la joven mientras suelta una carcajada.
Su primer salón o estudio fue la sala de la casa de su mamá. Allí, en una silla plástica, sentaba a sus primeros clientes para hacerle trenzas. Luego, en medio del auge del reggaetón a principios de la década del 2000, se encontró al reggaetonero Randy, a quien, sin conocerle, le entregó una ‘tarjetita’ sencilla que imprimió en un establecimiento en Río Piedras mientras estudiaba en la Universidad de Puerto Rico (UPR). De ahí, la voz se siguió regando. Ya no le gritaban su nombre frente a su casa o brincaban la verja. Ahora, otros artistas del género del reggaetón como Jowell, Maximan y Mackie —del dúo Yaga y Mackie— también querían hacerse las trenzas con Guingui.
Las trenzas eran uno de los elementos del apogeo del reggaetón como parte de un movimiento cultural. No solo eran los tenis, las prendas, sino que también había que estar acicalao’ con las trenzas.
“En Puerto Rico las trenzas eran la fiebre. Estaba encendía porque todos los reggaetoneros tenían trenzas. La fiebre de las trenzas para ese tiempo explotó, que entonces ese fue el primer wave [ola] y yo estaba en ese primer wave. Yo diría que el segundo wave es ahora porque par de artistas han traído pa’ atrás las trenzas”, señaló Pérez en entrevista telefónica con Metro. “La gente también tiene un poco de discrimen en contra de las trenzas. No fue hasta que las Kardashians se la hicieron y ahora eso es high fashion. Las trenzas se discriminan porque los únicos que la tienen son los afroamericanos o los latinos”, opinó.
Y, según nos cuenta Guingui, hay una infinidad de trenzas. Desde las pegaditas, también conocidas como los cornrows, las trenzas pegadas hacia los lados, trenzas sueltas, dreadlocks, trenzas con extensiones, entre otras. “Ay mijo, hay un millón”, dijo Guingui entre risas.
En 2008, como muchos otros puertorriqueños, Guingui decidió trasladarse a la ciudad de Nueva York para continuar estudios de maquillaje y, quizás, continuar hilando trenzas en los cabellos. Durante esa misma época, contó que la “fiebre” de las trenzas en Puerto Rico comenzó a mermar. Tras unos meses intentando labrar una carrera en el maquillaje profesional, Guingui volvió a enfilar su brújula hacia las trenzas y logró continuar sus artesanías en barberías de la ciudad hasta llegar a Well Connected NYC, donde comenzó a atender clientes como al rapero colombiano J. Balvin.
“Me dije ‘mira, me voy a dedicar a hacer una marca de trenzas’. Voy a hacer un website bien profesional. Esto no es relajo ya”, relató. La creación de su marca, Strand Addict, le consiguió no solo más oportunidades de dibujar trenzas en el cabello de artistas, sino que comenzaron las llamadas para educar sobre este movimiento cultural de estilismo y moda en revistas estadounidenses como Elle.
Incluso, la costura forma parte de su marca. En medio de la pandemia, Guingui comenzó a confeccionar artículos como gorras y carteras que vende bajo su tienda en línea llamada Guingui’s Bodega. Luego de varios meses fuera de una barbería debido al COVID-19, Guingui regresó a la carga con su propio estudio en el Lower East Side, en el condado de Manhattan, llamado Strand Addict Studio, el cual abrió oficialmente sus puertas en julio.
De la sala de su casa a su propio estudio de trenzas
A sus 15 o 16 años, las paredes del cuarto de Guingui estaban repletas de posters de Iverson, Alicia Keys y otras tantas figuras que llevaban las trenzas como un símbolo de estilo más allá de una moda del momento. Unos 19 años después, Guingui ahora es parte de ese movimiento cultural que busca perpetuar esta expresión cultural.
“Es funny [gracioso] porque hace como dos años logré trabajar con Iverson. Fue uno de mis momentos coming full circle porque tengo recortes de periódico de las trenzas de él, así que es bastante increíble”, contó Guingui al reflexionar sobre su ascenso en la industria. Al exbaloncelita contó que lo conoció durante un evento como parte del relanzamiento del tenis que usaba el atleta con la marca Reebok. En dicha actividad, se examinó el impacto cultural de Iverson dentro y fuera de la cancha y a Guingui le tocó ofrecer clases de trenzas.
“Tenía el cuarto lleno de posters de Alicia Keys y la logré conocer, de trabajar con marcas de ropa. Tenía todos esos posters y [me pasaba] fantaseando cuando chamaquita y que un día iba a estar ahí. Y cuando miro para atrás: se me dio. Se me ha dado y no puedo creerlo. Es como un momento bien proud [de orgullo] para mí, de esa niña que soñaba”, señaló.
Al recordar sus logros en esta industria de la moda y el estilo, Guingui también rememoró el respaldo de sus padres a continuar esculpiendo su carrera en las artes. Y es que el círculo familiar no sucumbió ante la presión social de que sus retoños sean doctores, abogadas, ingenieros o arquitectos.
“Uno a veces quiere encaminar a la gente o la juventud, quiere encaminarlos a otros caminos que no es lo que ellos quieren. También estoy bastante agradecida que mis papás nunca me pusieron un ‘pero’ o no me forzaron a hacer otra cosa que no era puramente lo que yo quería hacer. Eso fue una base bastante fuerte para ahora estar desarrollada en este campo porque si no hubiese tenido que hacer algo aburrido”, comentó.