Enterarte de que saliste positivo a un tipo de cáncer puede ser una de las noticias más impactantes que recibas.
Incredulidad, echarte a llorar, confundirte, asustarte, querer estar a solas o desear tener la compañía de alguien importante para ti en ese momento, pensar en si se lo dirás a tus seres queridos o no, y cuándo; enfadarte o culparte por padecer la enfermedad es normal ante un diagnóstico inesperado.
Son tantos los pensamientos y las preocupaciones que se le estruja el pecho a uno. Hay que sentir y enfrentar todos esos sentimientos y prepararse para los cambios físicos, emocionales y de modo de vida que traerá. Y sí, hay que botar el golpe.
La noticia duele con razón, pero hay que seguir, educarse sobre el tipo de cáncer e ir al oncólogo, tratarse y confiar en los profesionales que nos atienden. Hay que cuidarse más, amarse, y formar redes de apoyo porque el cáncer se puede manejar mejor con conciencia de que tendrás altas y bajas en tu estado de ánimo y físico, y aceptando a la gente que te quiere y están dispuestos a ayudarte en el largo proceso.
Date prisa y procura una visita de evaluación con un oncólogo. Ve acompañado de un familiar o amigo de confianza para que puedan captar bien las instrucciones del médico. Tu médico de cabecera o el que te diagnosticó el cáncer puede referirte a un especialista, o a lo mejor conoces alguno que prefieras. También puedes revisar el directorio médico de los hospitales o centros especializados.
Quizás hagas una búsqueda en Internet para conocer información básica sobre tu tipo de cáncer y tener una idea de “qué esperar” y qué preguntarle a tu proveedor de salud. Pero el oncólogo es quien te dará información confiable y precisa sobre el estado de tu enfermedad, el pronóstico, y la mejor alternativa de tratamiento para ti.
Pregunta al especialista todo lo que se te ocurra. Por ejemplo, ¿en dónde está localizado tu cáncer? ¿Qué tratamiento recibirás y por cuánto tiempo? ¿Qué probabilidad de cura tienes? ¿Qué efectos secundarios tendrás y cómo te preparas para manejarlos? ¿Qué efecto se considera una emergencia que requiera que vayas al hospital?
Procura paz. Planifica de alguna manera llevar a cabo actividades agradables que te gusten y te relajen. Habla con personas que han padecido cáncer, escuchar cómo lo sobrellevaron y cómo se mantienen saludables es de gran ayuda, siempre se aprende algo de los demás.
A veces querrás estar aislado. Cuando tengas mejor ánimo, comparte tus preocupaciones con tus seres queridos. Cuanta más honestidad en las conversaciones, mejor será el entendimiento y el respaldo.
Pregunta al equipo médico por profesionales que te ayuden a mantener la salud de forma integral, como por ejemplo, nutrición, clases de yoga, meditación, grupos de apoyo para ti o tu cuidador, o servicios de atención psicológica.
Aléjate de las personas que hablan del tema sin conocimiento, eso desayuda. Hay que entender que cada uno de nosotros es diferente y responde distinto a las terapias farmacológicas. Algunos somos candidatos a procedimientos quirúrgicos; otros no.
Nunca te eches la culpa de tu padecimiento. Hay factores de riesgo o estilos de vida que pueden llevarnos a padecer alguna enfermedad, pero también hay cambios genéticos (en nuestras células) que se dan sin que hayas podido percatarte. De ahí la importancia de hacerse chequeos de rutina, estar pendientes a síntomas inusuales e informarlos al médico para detectar problemas de salud temprano y, por consiguiente, recibir tratamiento que pueda curarte o detener el progreso de la enfermedad.
Ahora en tu proceso lo que importa es atenderte y cumplir con tus tratamientos. Y guarda para ti siempre paciencia y fe.