En las pasadas semanas, nos enfrentamos como país a dos sucesos lamentables en los que infantes murieron en situaciones muy tristes y devastadoras que, aunque creamos que no, podrían sucederle a cualquier madre o padre. Pese a los comentarios inmisericordes en las redes de quienes piensan que “a mí no me pasaría eso”, los accidentes son eso: accidentes.
En un país que enfrenta una peligrosa tendencia de pérdida poblacional y descenso en nacimientos, quien desee convertirse en madre o padre usualmente lo piensa, y mucho. Juzgar públicamente a una madre o a un padre por un error que jamás olvidará, y por el cual nunca podrá perdonarse, no es otra cosa que imponer aún mayores cargas a quienes asumen la responsabilidad de ser progenitores.
Por supuesto, reconozco que existen medidas que todos los padres podemos tomar para minimizar el riesgo de similar suceso. Pero de igual forma, hay medidas que se pueden tomar como colectivo. Debemos comenzar por normalizar las conversaciones sobre las dificultades que vienen con la maternidad y la paternidad, y promover políticas públicas que propendan a procesos más saludables de crianza. Además, debemos repensar cómo promovemos que más familias jóvenes vean al país como opción, y deseen crecer y criar a sus familias aquí.
Los Estados Unidos es el único país desarrollado que no garantiza para todos sus ciudadanos tiempo de maternidad, y ni hablar de tiempo de paternidad. En Puerto Rico, aunque reconocemos ese derecho, nos enfocamos en tendencias laborales del pasado, donde se está físicamente en un escritorio de 8 a 5 y en meras semanas se debe estar de vuelta en este. Múltiples estudios han establecido el claro vínculo entre el tiempo pago de maternidad y mayores y mejores expectativas de vida de los recién nacidos. Debemos promover políticas públicas que logren mayor acceso al tiempo necesario para recuperarse física y emocionalmente de los procesos de embarazo y parto, así como para un acoplamiento adecuado de todos los integrantes de esa nueva familia.
Sin esa y otras protecciones, y las redes de apoyo apropiadas, ponemos un peso injusto en padres y madres que, a su vez, hacen lo mejor que pueden con las herramientas que tienen. A través de las instituciones gubernamentales y comunitarias, y de la comprensión y compasión, podremos promover más nacimientos y el crecimiento sano de más niñas y niños. Cumplamos con nuestros niños, familias jóvenes y con el futuro del país.